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Publicaciones - Universo Económico

UE Nº 67 - Junio 2003
Nota de Tapa
Los dilemas del campo
El año 2003 va a terminar con una cosecha récord para la Argentina, superior a los 71 millones de toneladas. En la última década, la producción agrícola creció a un ritmo del 6% anual. En este marco, hay analistas que aseguran que no es imposible llegar en cinco o seis años más a lo que en la jerga del sector se conoce como "Las ciento y una": cien millones de toneladas de producción agrícola y un millón de toneladas de carne.
Sin embargo, una mirada exageradamente optimista puede perder de vista muchas de las asignaturas pendientes que tiene el sector. Un exceso de soja (lo que algunos llaman el peligro del monocultivo), una tasa de crecimiento que en realidad está bajando en los últimos años y la discrecionalidad del Gobierno para subir impuestos y retenciones son algunos de los obstáculos que señalan los empresarios y los profesionales en Ciencias Económicas especializados en el sector.
En esta edición de Universo Económico se trata a fondo el fenómeno del campo, con sus negocios derivados, a través de la opinión y el análisis de los especialistas de la Comisión de Actuación Profesional en Empresas Agropecuarias del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Fuente:
Universo Económico
Número 67

 

No tiene nada que ver con "Los 101 dálmatas", la película de Disney. Cuando los especialistas en el tema del campo se refieren a "Las ciento y una" (y lo hacen cada vez más seguido en los últimos tiempos), están hablando de la posibilidad de llegar a las 100 toneladas de producción agrícola y al millón de toneladas de carne.

Una meta ambiciosa si se tiene en cuenta que la cosecha récord de este año llegará a poco menos de 72 millones de toneladas, pero que, según los optimistas, podría conseguirse de aquí a cinco o seis años con una política adecuada para el sector.


"La producción agrícola argentina tuvo en los últimos años un crecimiento muy destacable del orden del 6% anual", le cuenta a Universo Económico el ingeniero Jorge Ingaramo, de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. Ingaramo es un referente para los estudios económicos del área y está enrolado en el bando de los optimistas. Por si queda alguna duda, dice que "la Argentina debe seguir con este crecimiento espectacular y puede hacerlo, pero para ello naturalmente tendremos que atenuar la actual especialización en soja y tomar otras decisiones, como asignarles un nuevo rol a los cultivos forrajeros para alimentación de vacunos, porcinos, pollos, etc.".


Tras la devaluación, y mientras el PBI argentino sufría una caída que no se veía desde la época de la Primera Guerra Mundial, el campo argentino pareció moverse en otra dimensión. De la mano de la ya mencionada cosecha récord, los empresarios y dirigentes rurales saltaron a la tapa de los diarios.


Es que durante meses llegaban del campo algunas de las poquísimas buenas noticias económicas que surgían en la Argentina. Muchos productores aprovecharon para pagar sus deudas pesificadas y para sanear su situación financiera. Las economías regionales –tremendamente castigadas durante los ‘90- comenzaron a vivir un "verano de rentabilidad", producto del boom que experimentaron algunos productos, como la miel, cuyo precio subió más de un 500% entre abril del 2001 y abril de este año, según un relevamiento de la Secretaría de Agricultura. Inclusive, negocios indirectos, relacionados con el sector, experimentaron un auge sin precedentes. Un dato al respecto: los vehículos utilitarios, en lo que va del 2003, constituyen un tercio del total de autos que se venden en la Argentina. Nunca se había visto esta proporción, ya que era un cuarto o menos antes de la devaluación.


"Tampoco hay que exagerar, advierte Javier Buján, gerente comercial de Granar, una de las compañías líderes en comercialización y corretaje de granos en la Argentina; la ganancia grande se dio en la campaña del año pasado, en la que se sembró en el 2001 con el 1 a 1 y se vendió luego con el 3 a 1 (dólar a 3,70, menos 20% de retenciones, promedio)." Para Buján, "lo esencial para seguir creciendo es tener una política económica clara, reglas de juego claras y seguridad jurídica, cosa que en el último año no hemos tenido".


La recuperación del sector parece tener que recorrer aún un largo trecho para consolidarse. El hecho de que el ministro de Economía haya llamado públicamente "angurrientos" a los empresarios agrícolas y la posibilidad latente de que el Gobierno eche mano a mayores retenciones ante el menor desbalanceo fiscal son factores que hoy tienen muy preocupado al sector.


Universo Económico entrevistó a empresarios del campo, economistas especializados y funcionarios para saber cómo sigue la película de la reactivación agropecuaria. Los peligros de un monocultivo de soja, el problema del proteccionismo en los países desarrollados, la presión impositiva y las perspectivas del área son algunos de los temas tratados en este informe, que se cierra, como es habitual en las producciones de tapa de la revista del Consejo, con un análisis exhaustivo de los especialistas del CPCECABA; en este caso, de quienes integran la Comisión de Actuación Profesional en Empresas Agropecuarias.

Vaca de Mar Del Plata

Rubén Fusarolli es uno de los pequeños empresarios que aprovecharon el crecimiento de la soja para iniciar un nuevo negocio. Junto a cuatro socios marplatenses, Fusarolli, que ya pasó los 60, armó y patentó una procesadora de porotos de soja (llamada más coloquialmente "la vaca sojera"), que transforma los granos en una leche vegetal, ideal para usar en rellenos de comidas.


"Lo hicimos para tener una fuente de ingresos, pero también convencidos de que podíamos ayudar a atenuar el problema de la desnutrición", le comenta Fusarolli, desde Mar Del Plata, a Universo Económico. A la "vaca" se le pueden sacar unos 250 litros de leche por hora. Es un alimento de altísimo valor nutritivo, ideal para alimentar a mucha gente a bajo costo. Muchas de las ventas que realizaron los socios marplatenses fueron a comedores comunitarios, o a particulares que compraron la leche para luego donarla a Organizaciones No Gubernamentales (ONG).


Negocios como el de "la vaca sojera" son algunos de los ejemplos positivos del boom de este cultivo en la Argentina. Si el fenómeno agrícola fuera una obra de teatro, la protagonista excluyente, sin la menor duda, sería la soja, que este año aportará 35 millones de los casi 72 millones de toneladas de granos que producirá la Argentina. Este cultivo pasó del 29% al 49% de la superficie total sembrada.


Según la Secretaría de Agricultura, la soja argentina (ya es un caso de estudio en las universidades de los EE.UU. y Europa) y sus principales derivados aportarían este año casi 1000 millones de dólares más en exportaciones que los que generaron en el 2002, cuando ya ocupaban el primer lugar en el ranking de embarques de productos agroindustriales, que a su vez es el rubro más importante del comercio exterior local. Las exportaciones derivadas de la soja incluyen tres rubros básicos: el grano y sus dos principales subproductos: el aceite y la harina, en los que la Argentina es líder mundial.


Ahora bien, no todas son rosas. El exceso de producción de soja ha motivado que algunos observadores hablen de los peligros del monocultivo o (los más cáusticos) de que el país se estaría encaminando a ser una "republiqueta sojera".


"Pocos prestan atención a los técnicos que indican los males que ocasiona la tendencia al monocultivo, como es la desertificación, el agotamiento de la tierra, la aparición de plagas antes erradicadas, etc.", dice Alejandro Ramírez, un analista agropecuario.


Para Buján, "el monocultivo hace que tanto las plagas como los hongos prosperen constantemente; esto se debe a que el huésped del campo es siempre el mismo, por lo cual sólo deben desarrollarse, mientras que con la rotación, tanto unos como los otros deben readaptarse y por lo tanto resultan totalmente controlables en la mayoría de los casos".


Muchos analistas están advirtiendo que el cultivo de soja obedece a ecuaciones financieras de corto plazo (requiere pocos insumos dolarizados), pero que podría tener efectos nocivos en la rentabilidad de mediano y largo plazo. Hay una frase conocida entre los hombres de campo: "La tierra no es un bien que heredaste de tus padres, sino que tomaste prestado de tus hijos".

El costo del proteccionismo

Las barreras arancelarias y paraarancelarias de los países ricos para con los productos primarios son un problema tremendamente costoso para la Argentina. El Gobierno trata de imponer este punto en la agenda de discusiones económicas con los Estados Unidos y con Europa, pero no es un tema sencillo. Desde el conflicto con Irak, las tensiones entre las economías más grandes del mundo hicieron que se redujeran las posibilidades de lograr avances en las instancias multilaterales (por ej.: Ronda de Doha de la OMC).


Pero, ¿a cuánto asciende la pérdida argentina por estos subsidios? Conviene, al respecto, tener en cuenta algunas pautas:

Pérdidas por caídas de precios: se calcula que, si no existieran los subsidios de EE.UU., los precios agrícolas serían por lo menos un 25% superiores. Esto significaría hoy 2500 millones de dólares más de exportaciones agrícolas argentinas. En los productos ganaderos (carnes, lácteos, etc.) se sumarían otros 500 millones.

Pérdidas por falta de acceso a mercados o castigos de precios por derechos de importación: los especialistas calculan unos 1000 millones de dólares de pérdida sólo en carne vacuna, porque los embarques actuales de 300.000 toneladas podrían venderse a 5 mil dólares la tonelada y no a menos de 2 mil dólares, como ahora. Los derechos de importación superan el 100%.

En definitiva, en un mundo libre de subsidios, la Argentina estaría produciendo 100 millones de toneladas de granos a 250 dólares la tonelada, generando ingresos por 25.000 millones, y posiblemente seguiría jugando en primera en el mundial de carnes de todo tipo cuando hoy sólo exporta 300.000 toneladas de carne vacuna, 40.000 de pollos y nada de las demás. Y a eso hay que sumarle los lácteos. Sólo se salvan las frutas, que no están tan protegidas.

En la guerra del proteccionismo agrícola, la Argentina tomó hace un mes y medio una decisión estratégica importante: resolvió acompañar a los EE.UU. en una demanda contra la Unión Europea en la OMC por los obstáculos que existen en el viejo continente para impedir el avance de los cultivos transgénicos. EE.UU. es el mayor productor mundial de organismos genéticamente modificados (OGM) y la Argentina lo sigue un escalón atrás, con 13,5 millones de hectáreas, casi la mitad de su superficie agrícola. Europa, por su parte, dejó de autorizar este tipo de semillas en 1998.

El "insumo conocimiento"

Los cultivos transgénicos son uno de los adelantos tecnológicos que hicieron que la producción agrícola local creciera en los últimos años. La Argentina está entre las economías más avanzadas del mundo en materia de innovaciones técnicas para el sector. Al cambio tecnológico se le suma la presencia de grandes actores internacionales de las cadenas alimentarias, la nueva infraestructura portuaria, la hidrovía de Paraná, las plantas de fertilizantes y agroquímicos, etc.


"Cada vez está más claro que el ‘insumo conocimiento’ se valoriza más en relación con otros, como la tierra", dice Gustavo Grobocopatel, ingeniero agrónomo, productor agropecuario y uno de los principales referentes de la denominada "nueva ola" de los empresarios del campo. Su empresa, Los Grobo Agropecuaria, siembra más de 50.000 hectáreas, en mayor medida gracias a contratos de alquiler (una tendencia creciente en el nuevo mapa del campo en la Argentina). Su base está en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires.


En sus mensajes, Grobocopatel parece más un empresario de una firma de tecnología de punta que un hombre de negocios agropecuarios tradicional. "Los rendimientos se obtienen cada vez más por factores que no son la tierra; ya ni siquiera es importante ser propietario de la tierra. Lo que da valor es el gerenciamiento, cómo se estructuran las organizaciones y cómo se aplica la tecnología", sostiene.


A la hora de señalar referentes en materia de avance tecnológico, las fuentes consultadas para esta nota no dejan de mencionar a AAPRESID, la organización que agrupa a los productores que emplean la siembra directa.

Riesgos y perspectivas

Entre los analistas y empresarios, nadie duda de que en los años que vienen se seguirá batiendo récords de producción. La discusión está en el ritmo de crecimiento que tendrá el sector.


Sucede que, si se deja de lado la soja, la tendencia al incremento de la producción se está atenuando. El salto grande, en materia de producción en la Argentina, se dio a mediados de los ’90. Ya en 1998 se cosecharon 68 millones de toneladas, apenas cinco toneladas menos que lo que se espera sacar en el año 2003.


Ingaramo apunta algunos datos interesantes, que hablan del potencial del área: para el INTA (2002), la Argentina está un 33% debajo del potencial de rinde en maíz, 35% en girasol, 28% en trigo y 19% en soja. Según técnicos de AACREA, para el caso del ganado, la producción de terneros podría incrementarse en 3,3 millones de cabezas y la de invernada en 624.500 toneladas. "La agricultura facturaría M U$S 2.400 más, mientras que la ganadería ingresaría M U$S 1.200 adicionales por año", dice el hombre de la Bolsa de Cereales.


Pero también son grandes los riesgos de que los pronósticos más optimistas no se cumplan. Al cierre de esta nota de Universo Económico, las mayores preocupaciones del sector pasaban por saber cómo se desenvolverá la política sectorial del nuevo gobierno. Además de las referencias de Lavagna comentadas al principio del artículo, los ruralistas memoriosos recuerdan que durante el gobierno de Raúl Alfonsín llegó a haber retenciones del 40%, más un dólar diferenciado. En la presente campaña, además, la baja de la divisa estadounidense hizo que los empresarios agropecuarios compraran insumos importados a 3,80 y luego vendieran su producción con un dólar por debajo de los 3 pesos.


Otro reclamo postergado de los hombres de campo es el de tener finalmente un Ministerio de Agricultura. "Si pensamos que Bolivia tiene un Ministerio de Marina y no tiene salida al mar", ironiza Buján, de Granar, "¿qué nos queda a nosotros, un país agrícola y con un horizonte productor, sin un ministerio?".

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