Hasta
hace poco, todas eran rosas. China era considerada la próxima gran meca del capitalismo
mundial. Los números impresionantes de crecimiento justificaban esta afirmación. La
economía del país más populoso del mundo crecerá un 9 por ciento en la primera mitad
del 2004, según un informe del Ministerio de Comercio Chino. La previsión muestra un
crecimiento superior al de la primera mitad del 2003, etapa en la que la economía china
se vio gravemente afectada por la epidemia del síndrome respiratorio agudo y grave
(SRAG), especialmente en sectores como el turismo o la hotelería.
Así las cosas, China, con un crecimiento económico anual en torno al 7 u 8% en los
últimos 20 años, está registrando índices cercanos al 10% en los meses pasados. Los
expertos esperaban que, a medida que el país entrara poco a poco en la órbita de los
países desarrollados, se reduciría el crecimiento, pero el país asiático, apoyado en
su mano de obra barata y en la crisis financiera de otras regiones del mundo, creció
todavía más.
Hasta aquí, todo color de rosa. Ahora bien, semanas atrás, el consenso con respecto a
esta economía estrella giró 180 grados entre los principales analistas y medios
especializados. El semanario estadounidense Business Week tituló en tapa a principios de
mayo: "China: ¿la próxima gran crisis?".
Los motivos de preocupación son varios:
Dinero caliente: la
inversión extranjera directa y las ganancias por exportaciones (491.000 millones de
dólares en el 2003) inundaron de divisas extranjeras el mercado y presionan el yuan a la
suba. El Banco Central debe comprar divisas, pero eso incrementa los riesgos de
inflación. Con esta preocupación en mente, el gobierno chino ha ordenado ya varias
medidas este año, tales como limitar los préstamos bancarios o prohibir la inversión en
las industrias de cemento, acero y aluminio, tres sectores clave donde se estaba
recibiendo un excesivo flujo de capitales.
Ganancias locales: los beneficios de las empresas chinas
y el ahorro de la población crecen a tasas empinadas. Esto baja el costo del capital, y
los bancos prestan sin tomar mayores recaudos.
Sistema bancario: está en el ojo de la tormenta. La
regulación es poco exigente y la cartera está en mal estado, excepcionalmente alta
cuando se la compara con parámetros internacionales.
Yuan sobrevaulado: todos los inversores asiáticos están
comprando propiedades en China y apostando a que el yuan siga revaluándose. Esto crea
más presión a la suba y alimenta el círculo vicioso de especulación.
¿Exageración?
Hay un chiste conocido entre los analistas: "los economistas han pronosticado tres de
las últimas ocho recesiones". La idea es la siguiente: para los economistas,
analistas y medios especializados, siempre es buen negocio ser tremendista en los
pronósticos. Esta actitud da buenos títulos y promueve el debate.
Sin embargo, muchos creen que en el caso de China este comportamiento se pasó de la raya.
Los inversores, que hasta principios de este año compraban acciones de empresas chinas
como pan caliente, de golpe comparan lo que sucede en el país con la burbuja de los
tulipanes en Holanda, la burbuja financiera japonesa o la tecnológica de los EE.UU.
Calma. Jonathan Anderson, economista del grupo financiero UBS en Hong Kong, sostiene que
hay que diferenciar períodos de sobrecalentamiento, cuando las economías crecen a tasas
que no son sostenibles, y de burbujas, cuando los precios de las propiedades y la oferta
crecen tan por encima de la demanda que el riesgo de colapso inminente es elevado. Lo que
sucede en China, argumenta Anderson, es la primera opción, no la segunda. El escenario
más probable, para él, es que el país de la Gran Muralla haga un "aterrizaje
suave" hacia tasas de crecimiento del 7% luego del tórrido 11,5% del año pasado.
La posibilidad de que China logre con éxito promover este aterrizaje suave (soft landing
en inglés) es, tal vez, "el" dilema del año para las finanzas internacionales.
Impacto en la
Argentina
Para la Argentina, la respuesta a la pregunta china no es trivial. Un estudio de Nadin
Argañaraz, presidente del IERAL (Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y
Latinoamericana) de la Fundación Mediterránea, mostró que cuatro de cada diez puntos
que la Argentina crece se pueden explicar por el buen momento internacional: bajas tasas
en EE.UU., crecimiento acelerado en todo el mundo, precios de commodities altos y
términos de intercambio con tendencia favorable.
Todo este marco positivo podría envenenarse si hay una crisis financiera global. Los
especialistas sostienen que, para la Argentina, dado que mantiene su deuda en default, el
impacto mayor vendría por el lado de Brasil, que hoy tiene un sendero muy frágil en lo
que hace al pago de su deuda.
Una caída de China también afectaría enormemente el precio de los commodities que
exporta la Argentina (China consume más del 30% de las exportaciones mundiales de soja).
Para Enrique Mantilla, presidente de la Cámara de Exportadores, de la CERA, "la
mayoría de los analistas creen que el empuje chino seguirá, aunque no faltan quienes
alertan sobre la fragilidad del sistema bancario, porque los bancos tienen una cartera
crediticia bastante irregular por los grandes créditos subsidiados a empresas estatales o
vinculadas al Estado. Sin embargo, China cuenta con cuantiosas reservas internacionales
como para hacer frente a este problema".
En 1998, apenas se exportaron 681 millones de dólares en productos argentinos a China. El
año pasado sumaron 2.461 millones, casi cuatro veces más. De representar, en el 2000, un
3% de las exportaciones totales, pasaron al 10%. En la Fundación Mediterránea advierten,
sin embargo, que "las relaciones comerciales no son estáticas y es necesario estar
alertas ante los cambios que se producen. China está llevando a cabo numerosos acuerdos
comerciales con otros países asiáticos. Estos acuerdos pueden producir un desvío de
comercio, incrementándose las importaciones de los nuevos socios comerciales a costa de
los productos argentinos". |