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Publicaciones - Universo Económico

UE Nº 72 - Octubre 2004
Nota de Tapa
Lecciones de la experiencia argentina
La realidad de la crisis argentina demostró que todas las recetas que promovieron el FMI y el establishment local de economistas neoliberales en la década el 90 fueron erróneas. El autor de este artículo repasa algunos elementos clave de cara a lograr un sendero de crecimiento sostenido, como el rol dinamizador de las PyME en la economía o la importancia del gasto interno en la recuperación. Y también, claro, pasa lista a las asignaturas pendientes.
Autor: Dr. Héctor Walter Valle
Presidente de FIDE

 

A principios de 2001, la Argentina salió, como pudo y lamentablemente no como hubiera podido, del rígido esquema de política económica que se había armado en torno a la convertibilidad. A la hora de encontrar explicaciones a ese traumático punto de partida, bueno es recordar que hasta entonces el "saber convencional" desaconsejaba para la Argentina cualquier estrategia alternativa al tipo de cambio fijo y, si este no podía sostenerse, recomendaba la adopción lisa y llana de la dolarización. A partir de tales criterios, resultaba "políticamente incorrecta" la posición de quienes proponíamos una salida ordenada de la convertibilidad.

Los mitos y la prueba de la realidad

Los hechos que luego se sucedieron sirvieron, como es ya evidente, para cuestionar en su totalidad, no solo los diagnósticos, sino también la eficacia de las recetas prescriptas por el consenso económico del establishment local, que puede sintetizarse en la tradicional normativa estándar del FMI. La realidad "cruel en el cartel " permitió advertir que la viabilidad de una estrategia alternativa -rompiendo con la convertibilidad, pesificando la economía y estableciendo una estructura de precios relativos más favorable a la producción- no solo se podía fundamentar teóricamente y chequear a partir de otras experiencias internacionales. Lo que es más importante, resultó ratificada por la forma en que reaccionaron los distintos sujetos sociales ante una coyuntura tan crítica como la vivida; además, con el contrapeso de los negros augurios emitidos por gurúes de la city porteña y las renovadas exigencias del FMI.


Esa es la verdad objetiva por más que tanto lo economistas locales adscriptos al credo neoliberal como el staff del FMI se obstinen en negar la evidencia. Como botón de muestra de tal actitud ahí tenemos la "autocrítica" del FMI acerca de su desempeño en la Argentina, donde llegan a la sorprendente conclusión de que su fracaso se debió a que nuestros gobernantes, a partir de 1995, mezquinaron los esfuerzos necesarios para llevar a cabo las míticas "reformas pendientes" (¿incluirán en ese listado la reforma laboral del Dr. De La Rúa, ejemplar modelo de tales "reformas"?). A partir de tal definición y luego de haber financiado, en 2000/2001, la última gran fuga de capitales con 14.000 millones de dólares que se han incorporado a nuestra deuda externa, ahora se concentran en las "tareas de supervisión", actuar como gestores de los tenedores de bonos en default y reducir su posición expuesta en la Argentina.


Desde nuestro punto de vista, a partir de su compromiso ideológico y de intereses, el FMI se ha convertido en parte de los problemas que enfrenta la Argentina y no de la solución para los mismos, como indicaría la fría letra de su estatuto original. Asumir esta realidad debería constituir un dato central a la hora de diseñar la estrategia de largo plazo que más le conviene a la Argentina si quiere ingresar en una fase de crecimiento sustentable y con claros objetivos de ganar en equidad distributiva.

El rol de los nuevos actores

Para aportar elementos que sirvan a una estrategia diferente y con los resultados a la vista, vale la pena valorar el significativo rol jugado por el tramo PyME en la reactivación ocurrida desde fines de 2002. Esta circunstancia obliga a juzgar críticamente ciertos lugares comunes del pasado. La dogmatización de la convertibilidad no es la única verdad revelada que fue derrumbada por la realidad de los últimos meses. Otro tanto ocurre con otros dos ya viejos preconceptos. Tal el caso del supuesto agotamiento de la sustitución de importaciones o la no menos supuesta desaparición de la burguesía industrial. Claro está que, si no se podía contar con esos dos factores, el escepticismo acerca de la viabilidad que podía tener un proyecto de desarrollo nacional quedaba más que justificado, restando entonces pocas opciones al proyecto neoliberal. Esta última fue la visión que se impuso a fines de 1999. En todo caso se trataba de hacer lo mismo –mantener la convertibilidad, aceptar la desindustrialización interna y la desaparición del Estado de la Economía, seguir con las "reformas pendientes" en materia laboral etc.-, pero combatiendo la corrupción y vendiendo el avión Tango 01. Ahí empezaba y terminaba la propuesta. Y ese grave error estratégico inicial, que suponía inmodificable el esquema de la convertibilidad y sus múltiples efectos colaterales, se convirtió en el punto de partida para el camino sembrado de errores que terminó en el precipicio de diciembre del 2001.


Debe recordarse que bastó con la existencia de un tipo de cambio real alto y estable, virtualmente el único incentivo con que se contó, para que se pusiera en marcha un dinámico proceso de sustitución de importaciones al tiempo que se ingresaba en una zona de notable estabilidad en los precios. Lo ocurrido se valoriza mucho más si se advierte: primero, que el tamaño del mercado interno se encuentra acotado por los bajos salarios, la elevada informalidad y el alto desempleo; segundo, que, virtualmente, el único crédito bancario existente estuvo constituido, durante la primera fase de reactivación, por el descubierto autorizado por los bancos, vale decir, a corto plazo y pagando tasas de interés reales siderales; tercero, que se convirtió en una práctica habitual de los grupos económicos proveedores de los insumos difundidos exigir el pago al contado por sus productos, cuyos precios se encuentran virtualmente dolarizados; cuarto, que la oferta local, en numerosas ramas industriales -como textiles, calzado, línea blanca, entre otras-, viene sufriendo una agresiva competencia de bienes originados en Brasil, cuya penetración en la Argentina resulta estimulada por la existencia de numerosos incentivos promocionales vigentes en el país vecino.


Pese a esta competencia desleal, en la actualidad, las empresas nacionales, en muchos casos, están trabajando a tres turnos y se acercan al pleno empleo de su capacidad instalada. Como buenos emprendedores, muchos medianos y pequeños empresarios nacionales están encarando inversiones que, no solo les permitan ampliar su oferta al mercado interno, sino también iniciar una ambiciosa carrera exportadora. Para materializar estos progresos solo precisan el mantenimiento de las actuales condiciones cambiarias, una amigable solución para sus viejas deudas fiscales y bancarias (heredadas de un pasado en el cual la política económica discriminaba explícitamente contra las actividades productoras de bienes) y el ejercicio de acciones efectivas dirigidas a la corrección de las asimetrías con Brasil.


Sin caer en falsos optimismos, podemos afirmar que, en el marco de una sociedad más equitativa en materia distributiva, donde funcione una relación más civilizada entre los miembros del Mercosur y con acceso al crédito bancario pagando un costo que sea compatible con la evolución de los precios internos y el flujo previsible de ingresos a mediano plazo, el tramo PyME de la economía argentina puede convertirse en la fuente principal de crecimiento económico, desarrollo tecnológico y generación de empleo. El ejercicio de políticas eficaces en esta materia puede permitir que los resultados de 2005 sean mejores que los que se vienen pronosticando en materia de producción, aporte al balance de pagos y generación de empleo.

Es necesario mantener activo al gasto interno

Es previsible que, por lo menos a mediano plazo y aun en caso de llegarse a un acuerdo con los acreedores, el aporte de la inversión externa no sea significativo. Por lo tanto, el proceso de formación de capital deberá financiarse con recursos internos.


Ahora bien, ¿qué está pasando con el ahorro nacional? Por una parte, la inversión bruta interna viene creciendo a una tasa anualizada del 35%, lo cual es una excelente noticia, pero, como ya fue mencionado, lo hace financiándose exclusivamente con ahorro interno. Es más, al analizar el balance de pagos, surge que otra parte no desdeñable del ahorro generado internamente se gira al exterior y ello insumirá unos 3.000 millones de dólares en el presente ejercicio. Probablemente el monto sería más bajo en 2005 debido a que puede preverse una virtual desaparición del superávit en cuenta corriente.


Los progresos en materia de inversión, en estas condiciones, tienen una inevitable contrapartida en términos de menores disponibilidades para el gasto. Como consecuencia de una suma de movimientos que no pueden ignorarse –menor ingreso por ganancias del intercambio, mayor presión fiscal, necesidad de usar el ahorro interno para invertir en el país o girar al exterior–, se viene comprimiendo peligrosamente el saldo de los ingresos que restan para ser destinados al consumo fronteras adentro. No debe sorprendernos, por lo tanto, el insuficiente dinamismo que, durante la segunda parte de 2004, registran las compras en el mercado interno, parte de las cuales, además, son abastecidas con importaciones. Ello ya se refleja en los niveles de actividad de los sectores industriales directamente involucrados.


Estos son los equilibrios que deberán preservarse en los meses que vienen si se quiere otorgar sustentabilidad al crecimiento y que este garantice una mayor equidad distributiva. Para lograr un mejor desempeño de la economía no basta solamente con los récords en la producción agropecuaria y la recuperación que muestra la fabricación de automóviles. Si, en lo que resta del año, se mantienen las tendencias que hemos venido describiendo en la oferta interna y no aparecen nuevos estímulos por el lado de la demanda, probablemente deberían revisarse hacia la baja los pronósticos de crecimiento para el segundo semestre, y habría que conformarse con la meta oficial para el 2005. Sin embargo, ello implica conformarse también con los muy altos niveles que registra el desempleo en nuestro país y convivir con ellos durante muchos años más

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