-

 

Publicaciones - Universo Económico

UE Nº 74 - Abril 2005

El aporte de las ONG y las cooperativas
Economía social, inclusión y desarrollo

"Ante una globalización asimétrica y una exclusión inaceptable e irritativa, es necesaria una respuesta unitaria del sector de la economía social, precisando que en él militan dos grandes subsectores (Mintzberg, 1996): uno de ellos está integrado por las ONG no empresariales y las nuevas iniciativas solidarias, y el otro lo componen las empresas cooperativas y los emprendedores asociados con una actividad económica de interés común", señala el autor de esta nota.
Autor: Dr. Mario César Elgue
Consultor de la Secretaría de Políticas Sociales del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación (2004)

 

Más allá de la semántica, la "economía social" -tanto aquella fundacional como la nueva economía solidaria- es un amplio sector de empresas, organizaciones y movimientos sociales cuya actividad se desarrolla entre la economía pública, la capitalista y la doméstica. Tiene expresiones formales e informales y "atípicas" (incluyendo aquí a producciones de pequeña escala y de "primer trabajo", ocupaciones "paraestatales" y de sobrevivencia), y está presente en los capitalismos más liberales y en los más intervencionistas, incluso en experiencias como la china, que se definen como "socialismo de mercado".

Optar por la denominación "economía social" tiene que ver con una visión amplia. Agrupa a las actividades económicas ejercidas por formas asociativas, principalmente cooperativas, mutuales y asociaciones, cuyos principios y ética se traducen en las siguientes características: finalidad de servicio a los miembros o a la colectividad en lugar de beneficios, autonomía de gestión, procesos de decisión democrática, primacía de las personas y del trabajo sobre el capital en la distribución de los resultados.


De acuerdo con esta óptica, ante una globalización asimétrica y una exclusión inaceptable e irritativa, es necesaria una respuesta unitaria del sector de la economía social, precisando que en él militan dos grandes subsectores (Mintzberg, 1996): uno de ellos está integrado por las ONG no empresariales y las nuevas iniciativas solidarias, y el otro lo componen las empresas cooperativas y los emprendedores asociados con una actividad económica de interés común.


En este último subsector se incorpora, aparte de las mutuales, a los consorcios productivos intermunicipales, a las agrupaciones de colaboración empresaria (ACE) e, incluso, a las sociedades comerciales de cooperativas o controladas por ellas; a la nueva generación de cooperativas y/o sociedades de hecho de trabajadores que recuperan empresas en crisis; a las redes y cadenas productivas de microempresas y PyME asociadas, que, mas allá de las formalidades jurídicas, tienen una práctica muy similar a la cooperativa y están imbuidas de un espíritu asociativo y/o de cooperación.

No menos relevante aparece la reflexión de cómo superar integraciones que corren el peligro de no pasar las fronteras de la formalidad institucional y de reivindicaciones estancas, como instrumentar este sinuoso recorrido de sectores y actividades con fuerte incidencia económico-social que logran "reinventarse" a sí mismas con el valor agregado de personas cooperativizadas y/o autogestionadas, y un capital que es un componente subordinado a los objetivos de servicio para los asociados y la comunidad.

El desarrollo local y la economía social

El desarrollo local combina procesos endógenos y exógenos, y posee, sin duda, una gran convergencia con la economía social. El desarrollo local supone partir "desde abajo", y los que están abajo son, precisamente, los actores de la economía social. En esta convergencia, un Estado inteligente tiene mucho que hacer a la hora de fijar consensos estratégicos e instrumentar políticas activas que, sin desmedro de la centralidad del Estado-Nación, potencien efectivas descentralizaciones de poder de decisión, recursos y capacidades. Ello permitirá revertir la debilidad de los gobiernos municipales, de las regiones y de los corredores y consorcios intermunicipales que -salvo honrosas excepciones- no han podido o no han querido asumir en plenitud su nuevo rol de promotores de las producciones territoriales y de la ocupación sustentables.


Para que la economía social confluya efectivamente con el desarrollo local, deberá contemplar, por un lado, los siguientes factores endógenos (conexión interactiva con el territorio): surgir de iniciativas locales, sobre la base de capital humano, financiero y material procedente de la zona; desarrollarse bajo bases de participación interna democrática; generar servicios para el entorno social y empresarial inmediato; integrarse localmente entre ellas, y con otras empresas e instituciones, mediante acuerdos formales e informales. Por el otro, factores exógenos (conexión interactiva con el entorno global): integrarse horizontal y verticalmente fuera de la localidad, generando redes de comercialización y de representación regional; integrarse en el Mercosur e, incluso, internacionalmente para la exportación o el acopio tecnológico; desarrollar sistemas gerenciales adaptados a la idiosincrasia participativa; utilizar adecuadamente el potencial educativo, de capacitación y de reentrenamiento.


En suma, en este nuevo estilo de desarrollo local cobran igual significación los movimientos democráticos asociativos (como catalizadores locales), las comunidades locales (espacios básicos de interacción y movilización) y la economía social (como instrumento de gestión y reeducación).

Reorganización "desde abajo"

La búsqueda de soluciones en torno al desarrollo local y a la economía social aparece como un intento de reorganización "desde abajo" sin que ello signifique disociar este esfuerzo de proyectos nacionales de inclusión y equidad distributiva, aunque sí obliga a establecer metodologías e instancias concretas y novedosas para el desarrollo asociativo de los territorios.


Luego de la crisis y de la contundente movilización popular de fines de 2001, recuperada la institucionalidad y la legitimidad democráticas, emerge otro ítem para la agenda social: dar el salto de los planes asistenciales (del tipo Jefes y Jefas de Hogar) a planes nacionales de sesgo promotor, que prevean el involucramiento activo de los beneficiarios. En esta dirección, están vigentes planes nacionales que intentan poner en el centro de la escena a las cooperativas y a los emprendimientos productivos solidarios, priorizando la apoyatura técnica interactiva de las universidades y una innovadora asistencia financiera para todas aquellas iniciativas que no son sujetos de crédito de la banca formal.


De esta manera, el aporte será tanto para la teoría como para el accionar de los diversos actores en la medida en que el desarrollo local se potencie como herramienta de redistribución de ingresos personales y regionales de efectos reactivantes, y la economía social (tanto la fundacional como la nueva economía solidaria) se revitalice como un instrumento pedagógico para la democracia participativa.

El presente artículo es un resumen escrito por el Dr. Mario C. Elgue de la conferencia que dictó en nuestro Consejo, durante el VIII Congreso de la PyME, el 30 de septiembre de 2004.

Volver  |  Página Inicio  |  Publicaciones  |  Distribución gratuita