La tradicional Feria del Libro de Buenos Aires cumple 30
años en este 2005. La mitad de la edad del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que está festejando sus 60 años. En abril de 1975,
cuando nació la Feria, sólo seis de cada diez hogares argentinos tenían televisor, que
era obviamente en blanco y negro, y la oferta de canales se agotaba en las cinco
estaciones de aire. Era una etapa de oro para la literatura latina y la lectura todavía
era un canal privilegiado de conocimiento y esparcimiento para la sociedad. Treinta años
más tarde, el consumo de televisión creció en forma exponencial (se calcula que los
chicos de entre 2 y 8 años ven un promedio de cuatro horas diarias de TV), y hay
computadoras conectadas a Internet y consolas de videojuegos hasta en la sopa. La batalla
de la industria editorial por captar nuevos lectores se volvió tremendamente compleja en
los inicios del tercer milenio.
Así y todo, se trata de un sector que siempre está presente. Desde 1975 hasta hoy, en
los discursos inaugurales de la Feria del Libro siempre se habló de la "crisis del
libro", y sin embargo el evento sigue convocando a más de un millón de visitantes
por año (se trata de una de las exposiciones de su tipo más exitosas del mundo).
Después de la crisis de 2001-2002, que pegó con una fuerza particularmente destructiva
en el negocio editorial, las piezas se reacomodaron, la demanda repuntó e inclusive
aparecieron sellos independientes que están imprimiendo a buen ritmo (algo que nadie
hubiera pronosticado a fines de los 90, cuando a la recesión se le sumó la
concentración del negocio). Nadie está hablando de una vuelta a la edad de oro de los
años 50-70, cuando la Argentina lideraba la industria para el mercado hispanohablante y
producía, desde acá, el boom latinoamericano de narrativa del que hablaba el mundo. Pero
la devaluación produjo una inversión de los precios relativos que hizo que se dejara de
importar y se pasara, de a poco, a exportar libros.
Dentro de este universo heterogéneo, donde el público es un monstruo de varias cabezas y
gustos a veces contradictorios, el segmento de los libros de economía y negocios ocupa un
espacio que va ganando importancia. Forman un continente expansivo en las librerías y
seducen a un público cada vez más diverso. Los manuales sobre cómo vender o cómo
gestionar, y los libros de texto universitario, no monopolizan una categoría invadida
cada vez más por las colecciones de liderazgo, que pueden importar su inspiración de
territorios aparentemente tan alejados como el golf, el fútbol, el drama shakesperiano,
la estrategia militar o la simple fábula de un ratón y su pedazo de queso.
Lectores
analíticos
El sector de los libros de economía y negocios tiene similitudes y diferencias con
respecto al resto del mercado. Por un lado, imita algunas de las tendencias más visibles
del mercado general, como el éxito de los libros de autoayuda, que registran cifras de
ventas que hacen palidecer a la narrativa o a los trabajos de divulgación. El título
más vendido de esta categoría en 2004 fue Padre Rico, Padre Pobre (Time Money/ Aguilar),
de Robert Kiyosaki, precisamente un libro de autoayuda.
Pero también tiene sus diferencias. Para empezar, se trata de un nicho aún mucho más
procíclico que el de los libros en general. Anda muy bien en las épocas de auge y
desaparece -literalmente- en las recesiones. "Durante la crisis, las empresas cortan
antes que nada su presupuesto de capacitación, que incluye la compra de libros
especializados para sus ejecutivos", explica Ernesto Skidelsky, propietario de la
librería Capítulo 2. "En los 90, cuando la economía andaba bien, se vendía
cualquier cosa. Alguien sacaba un título del estilo Haga su Plan de Negocios en un
minuto y volaba de las estanterías de las librerías", agrega este joven
emprendedor que tiene estudios de Administración y Marketing en la UBA y en el IAE.
Tras la crisis, que, según las estimaciones más optimistas, produjo una ola que se
llevó un tercio del mercado, las editoriales pasaron a ser más selectivas con los
títulos que producen. "En cuanto a libros, el mercado (demanda y competencia) nos ha
llevado a ser más cuidadosos y analíticos acerca de todo el material a editar, dado que
las diferentes opciones de que dispone el cliente lo convierten en "más
selectivo" y "menos cautivo", le comenta a Universo Económico Eduardo Villar, gerente comercial de Errepar, una editorial
especializada.
Jorge González, director comercial del Grupo Ilhsa (los propietarios de Yenny-El Ateneo),
dice que, especialmente tras la devaluación, los lectores locales demandan más
contenidos argentinos. "Historias de éxito del exterior pueden ser entretenidas,
pero suenan lejanas y poco aplicables al contexto doméstico", señala.
González aclara: "Se trata de un segmento muy particular; los compradores de estos
textos son menos impulsivos y más analíticos; están dispuestos a pagar algo más porque
consideran al libro como una herramienta y por lo tanto como una inversión".
El precio promedio de este tipo de volúmenes es superior al de una novela. Pero esto no
quiere decir que el nicho sea más rentable: las tiradas también son sensiblemente
menores. Agotar 2.000 ejemplares de un libro de economía y negocios está considerado
como un éxito rotundo en el ambiente de editores especializados.
Por ejemplo, para que sea rentable, un texto universitario tiene que acercarse a las 1.000
unidades vendidas. Hasta no hace mucho tiempo eran comunes las ediciones de 3.000 ó 5.000
ejemplares, pero esas cifras hoy son una rareza. "Vemos que a los tres días de
salida de la imprenta ya hay fotocopias del libro anilladas en los locales que rodean a la
Facultad", comentaba meses atrás "Don" Raúl Macchi, una leyenda del
negocio editorial especializado, que falleció recientemente, tras 60 años de trabajo
ininterrumpido en el rubro.
¿Proust?
¿Quién es?
El libro ya no es sólo un libro, y hace rato que dejó de serlo. El libro es el punto de
contacto entre el autor y su lector, pero también es su campaña de marketing
promocional, su título "ganchero", su puesto en el ranking de los más vendidos
y una larga lista de etcéteras. En definitiva, se trata de un producto como los demás,
sujeto a los dictados del mercado global.
"El marketing editorial es cada vez más imprescindible, ya que los libros se venden
más en cadenas comerciales o megalibrerías, que responden a la lógica de los grandes
espacios de ventas de productos de consumo masivo, y, por consiguiente, exigen el aporte
de variables como diseño, promoción, publicidad, RR.PP. y merchandising", explica
Alberto Wilensky, consultor de marketing y director del Grupo Estratégico de Negocios.
Wilensky sabe de lo que habla: con su libro Cómo hacen los que hacen, coescrito con
Alberto Levy, agotó en su momento seis ediciones (20.000 ejemplares), una cifra
inalcanzable para el sector hoy en día.
Las grandes cadenas de librerías son pioneras en el diseño de nuevas estrategias de
venta. En los Estados Unidos, la megacadena Barnes & Noble fue una de las primeras
empresas en avanzar con el "marketing experiencial": la librería no es más un
local con mesas repletas de volúmenes y una caja al fondo, sino que se parece a un gran
living donde los clientes pueden vivir una experiencia placentera: hojear un libro, tomar
un café y escuchar música. En la Argentina, este modelo se va imponiendo. La sucursal de
Yenny, que está en Santa Fe y Callao en lo que antes era el cine Grand Splendid, es la
que más factura de la cadena.
Hay una frase muy ilustrativa acerca del fenómeno de la "profesionalización"
del mundo editorial, antaño bohemio y romántico. "El mundo de la literatura se ha
trasladado del salón a la bolsa", comentó Peter Weidhaas -director de la Feria de
Francfort- en 1999, cuando la concentración del mercado editorial en un puñado de
poderosos grupos ya era una realidad. La fiebre de adquisiciones tuvo su pico en los 90 y
se produjo no sólo en la Argentina. En los Estados Unidos, el 80 por ciento de la
edición norteamericana está en manos de cinco grandes conglomerados -Bertelsmann,
Holtzbrinck, Longman, News Corporation y Viacom-, que absorbieron y rearmaron editoriales
de prestigio. En Francia ocurre algo similar: Lagardère, la multinacional multimedia de
la comunicación propietaria de Hachette, adquirió la mayor parte de Vivendi Universal
Publishing. En España, una de cada cuatro empresas pertenece a un holding editorial. El
último gigante se creó en 2001, a partir de la unión de Grijalbo-Mondadori con los
sellos del grupo Plaza & Janés, que resultó a su vez del acuerdo entre los grupos
Mondadori y Bertelsmann.
En la Argentina, el Grupo Planeta concentra los sellos Seix Barral, Emecé, Ariel, Temas
de Hoy, Crítica, Martínez Roca, Minotauro, Booket, Destino y Espasa; el Grupo
Sudamericana -adquirido por el gigante Bertelsmann- tiene Plaza & Janés, Lumen,
Debate, Collins, Grijalbo, Mondadori, Beascoa, Galaxia Gutenberg, De Bolsillo y Montena;
el Grupo Santillana edita los sellos Alfaguara, Aguilar, Taurus, Richmond, Alamah, Altea y
Punto de Lectura. En la misma danza de fusiones, el Grupo Norma de Colombia se quedó con
Kapelusz, y Ediciones B -del Grupo Z-, con Vergara.
Esta invasión de grandes sellos multinacionales dio vuelta el negocio. Los nostálgicos
se quejan de que el nuevo sistema privilegia los best-sellers y las ventas seguras, por lo
cual se hace cada vez más difícil publicar para los nuevos escritores o para quienes
tienen algo para ofrecer que no va con la "moda" del mercado.
Meses atrás, durante un reportaje, Antoine Gallimard, presidente y propietario de
Editions Gallimard, la mítica editorial francesa que tiene casi un siglo de historia
literaria, afirmaba que en la actualidad probablemente Marcel Proust (al que
"descubrió" el abuelo de Antoine Gallimard, fundador de la firma) no hubiera
conseguido editor: "Editar es imprescindible mientras existan escritores además de
técnicos de ventas. El editor es el entrenador emocional del escritor: está a su lado
cuando el autor cree estar solo. Es su amigo en la travesía de la soledad antes de la
creación. Cree en él antes que nadie y cree en su obra antes que el propio autor:
apuesta por él y gana o pierde con él (
) No es que no me interesen los beneficios.
Si no hay beneficios, no hay libros. Lo que estoy diciendo es que, si de un escritor no te
interesa lo que escribe, sino sólo lo que vende, pues dedícate a las latas de tomate:
venden más".
Más allá de la visión romántica de Gallimard, lo cierto es que los estrategas de
marketing de las grandes editoriales han llegado a diseñar planes tremendamente
sofisticados. Y, si no, pregúntele a Michael Stadther, autor de A Treasure's Trove (La
búsqueda de un tesoro), que este año llegó a estar segundo en los rankings de ventas de
Amazon y Barnes&Noble, sólo precedido por el imbatible sexto volumen de la saga de
Harry Potter.
La idea de Stadther para vender fue simple y brillante. Un tesoro de un millón de
dólares está escondido en los Estados Unidos, repartido en 12 lugares secretos
distintos. Las pistas para encontrarlo figuran en el libro infantil, un clásico cuento de
hadas con la historia de la lucha entre el bien y el mal.
Más que cautivados por la narración, los compradores se desvelan por descifrar en las
páginas del libro las pistas para encontrar 12 medallas doradas que Stadther escondió en
otros tantos lugares de Estados Unidos. Cada una de esas medallas contiene las
instrucciones para canjearlas por 12 joyas hechas con oro de 18 kilates, diamantes,
rubíes y zafiros. Las joyas tienen un valor creciente, desde unos pocos miles de dólares
hasta 450 mil para el premio mayor.
Gurutainment
Volviendo al tema de los libros de negocios, también el marketing está jugando un rol
cada vez más importante. En su último libro, Re-Imagine (Prentice Hall), Tom Peters
repite ideas que viene sosteniendo desde hace años, pero con un nuevo packaging: un libro
de diseño, con abundancia de fotos y colores fuertes. Está especialmente armado para
ejecutivos "con déficit de atención", que se pasan horas en Internet y que
casi no tienen cultura de lectura. "Una vieja idea reelaborada en un nuevo envase es
una nueva idea", se defendió Peters cuando un periodista del New York Times lo
criticó por su falta de originalidad.
Kjell Norsdtrom, gurú sueco que vino el año pasado a la Argentina, dedica tanto o más
esfuerzo al diseño de sus libros como a su escritura. Para Capitalismo Karaoke (la
secuela de Funky Business) contrató a seis de los más cotizados diseñadores suecos. La
portada pasó por tantas revisiones como las que se suelen hacer para crear el logo de una
marca. Nordstrom es uno de los representantes más emblemáticos de un fenómeno que se
conoce como "edutainment" o "gurutainment": mezcla de consejos de
negocios y entretenimiento, en el que lo que más importa es la presencia escénica de los
oradores y su capacidad para capturar y reducir fenómenos empresariales complejos en
frases relativamente simples y con ganchos.
Nordstrom es un especialista en esto de la "presencia escénica": sus
presentaciones tienen un ritmo funky y usa trajes negros. Su cabeza rapada también es un
buen argumento de recordación de marca (si no, habría que preguntarle al calvo Mark
Mobius, el inversor más famoso del mundo, a pesar de que el fondo que maneja -Templeton
para países emergentes- no es el más grande del planeta ni mucho menos).
-¿Cómo fusiona el entretenimiento con la consultoría?-, le preguntó el año pasado
Universo Económico.
Respondió: "Estuve casado mucho tiempo con una artista y me di cuenta de la poca
importancia que le damos los académicos a la calidad de las presentaciones. Los artistas
piensan cada palabra, cada elemento del vestuario, cada detalle de iluminación, y eso es
fundamental para que el mensaje llegue. Yo dedico mucho tiempo a preparar cada
presentación porque la competencia por captar la atención de la gente en este mundo es
enorme".
Los autores de los libros más vendidos saben aprovechar a la perfección esta sinergia
entre sus publicaciones y las conferencias. Quienes hayan asistido a las conferencias de
gurúes empresariales que proliferaron en los 90, con el 1 a 1, recordarán que muchas de
estas presentaciones, carísimas todas, eran en realidad reuniones para promocionar libros
disfrazadas de conferencias. "El libro es una excelente vidriera para la consultoría
-comentaba meses atrás Ariel Granica, presidente de Editorial Granica-, y las editoriales
somos socios en este juego: si el consultor tiene éxito en una conferencia, más
ejecutivos van a comprar el libro."
El
ratón y su queso perdido
Ahora bien, ¿cuáles son los libros de economía y de negocios que más venden?
Aunque en menor escala, el rubro de libros de negocios copia una tendencia del mercado
editorial en general: la fuerte demanda de obras de autoayuda.
La Jefatura de Gabinete difundió un informe preliminar del Sistema Nacional de Consumos
Culturales. Según el estudio, más de la mitad de los argentinos (un 52 %) no leyó
ningún libro en los últimos 12 meses. En la lista de los 50 títulos más mencionados,
encabezada por La Biblia, el único libro de negocios que aparece es ¿Quién se ha
llevado mi queso? Y el ranking de autores más conocidos está encabezado por Paulo Coelho
y Jorge Bucay, por delante de García Márquez, Neruda o Cortázar.
¿Quién se ha llevado mi queso?, un libro que enseña a adaptarse a circunstancias
cambiantes mediante la parábola de un ratoncito en un laberinto, fue el primero en saltar
el cerco desde la estantería de gerenciamiento a la de superación personal. Lo firma el
psicólogo Spencer Johnson, coautor de un best-seller de los años 80: El gerente del
minuto.
Zona híbrida entre el saber gerencial y la autoayuda, esta categoría de libros de
actitud es la más dinámica del grupo, como lo prueba el éxito local y mundial de Padre
Rico, Padre Pobre.
Entre un individuo que dedica tiempo a estudiar en la universidad y vive de un salario
(aunque sea alto), cuya mayor parte se va en pagar la hipoteca de su casa y alimentar al
Estado con impuestos, y otro que concentra todas sus valiosas energías en desarrollar su
genio financiero para que "su dinero trabaje por él", ¿cuál tiene mejores
lecciones para enseñar a su hijo?
Robert Kiyosaki dice haber resuelto el dilema a la temprana edad de nueve años,
comparando a su padre (un esclavo del primer tipo) con el papá de un vecinito, un hombre
con secundario incompleto, pero dotado de la actitud correcta ante el dinero. Con las
ideas así adquiridas, este hawaiano de origen japonés desarrolló un juego -una especie
de Monopoly de la educación financiera, en el que los jugadores optan entre "el
camino de las ratas" y "la vía rápida"- y luego uno de los mayores
best-sellers de pensamiento económico para las masas. Su Padre Rico, Padre Pobre se codea
en las listas de los libros más vendidos con los tomos de Harry Potter y los del
filósofo Savater, sólo seguido de cerca por su propia secuela "El cuadrante del
flujo del dinero de Padre Rico, Padre Pobre". Y, más recientemente, con la Guía
para invertir: en qué invierten los ricos, a diferencia de las clases media y pobre
(Aguilar, 2005).
También es el campo donde los compradores se parecen más a los de los libros de
ficción: actúan en forma impulsiva. "No se dejaron de vender ni en lo peor de la
crisis", asegura González, de Yenny: "Tal vez cambió la motivación: en el
2002 los compraban para levantar el ánimo y hoy quizás para aplastar a su rival, pero en
cualquier caso no dejaron de salir".
Son también los libros más denostados por la crítica especializada. "Pero esto es
algo que sucede también con la ficción; el divorcio entre la crítica y el gusto masivo
es una constante en toda la industria", completa González. El ejemplo más
contundente acerca de este fenómeno ocurrió en los últimos meses con el éxito
fulgurante de El Código Da Vinci, que vendió millones de ejemplares en todo el mundo y
cosechó críticas pésimas. Entre sus detractores más encarnizados está Mario Vargas
Llosa, el genial novelista peruano, eterno candidato al Premio Nobel de Literatura y ex
aspirante a la presidencia de su país, quien en un reportaje publicado en Ñ en febrero
pasado habló contra "la novela light" y los lectores pasivos que generan
trabajos como el de El Código Da Vinci.
Menos
glamour, más rigor
Otro subrrubro con público propio es el de publicaciones más técnicas.
Aunque con menos glamour que el segmento de los best-sellers de negocios, el mercado de
los libros técnicos está creciendo en forma sostenida en la Argentina.
"Acá no hay gurúes -dice Eduardo Villar, de Errepar, una editorial especializada en
temas jurídico-contables; la demanda viene, más que nada, por contenidos eminentemente
prácticos".
Se trata de un mercado más que interesante: se calcula que en la Argentina hay más de
100.000 contadores y más de 100.000 abogados, que piden trabajos actualizados de manera
constante.
En este caso, las tiradas promedio son incluso mayores que en el rubro de los libros de
negocios menos especializados: están en el orden de los 2.000 ejemplares. "Hay un
tema de fecha de vencimiento de la mayoría de los contenidos -sigue Villar-; los códigos
y las resoluciones técnicas se renuevan todos los años."
La Ley, del Grupo Thomson, también se dedica a vender contenidos por suscripción: esta
es la pata más firme de su negocio, aunque se especializa en temas jurídicos, pero desde
1998 está haciendo una apuesta fuerte en el segmento de economía y negocios.
Respecto del tipo de productos de suscripción destacados, según informa Villar, los de
mayor éxito han sido (y continúan siéndolo) los que ofrecen información completa
respecto a las temáticas editadas: jurisprudencia, doctrina, legislación o, finalmente,
práctica.
En la subcategoría de ensayos económicos, al revisionismo del Nobel Joseph Stiglitz (Los
felices 90, Aguilar) le fue mejor en ventas que a Paul Krugman (El gran resquebrajamiento,
Norma). Este último, una selección de 100 artículos aparecidos principalmente en The
New York Times, salió a la venta en agosto de 2004 y contiene muchos temas que son ajenos
al lector argentino, como la discusión muy en detalle acerca del déficit de cuenta
corriente de los Estados Unidos.
En este nicho existen algunos autores locales que lograron buena repercusión. Marcelo
Bonelli, economista y periodista de Clarín, lanzó una segunda edición de 5.000
ejemplares de Un país en deuda (Planeta), que está cerca de agotarse. Evidentemente,
10.000 ejemplares es una cifra muy considerable para un libro de economía, aunque en este
caso la alta exposición mediática de su autor ayuda, y mucho. Y, si no, basta con
preguntarles a quienes trataron de asistir a las charlas que dio en las últimas ediciones
de la Feria del Libro el periodista Jorge Lanata, autor de Los Argentinos. En ese momento
se saturó la capacidad de las salas más grandes de la Feria y hubo que sumar en otros
salones monitores que transmitían la presentación en directo. Volviendo al rubro
económico, con menos prensa y estridencia, pero con muy buen resultado del "boca a
boca", Enemigos, el libro en el que el periodista Ernesto Tenenbaum recrea una
discusión con el ex funcionario del FMI Claudio Loser, se vendió muy bien en el verano.
Hay otros autores argentinos que también logran buenas cifras de ventas. Andy Freire, con
su Pasión por emprender (Aguilar, 2004), viene agotando ediciones y pudo colocar su libro
en otros mercados de América Latina. Un empleado de una librería del Paseo Alcorta le
contó a Universo Económico que los trabajos de Recursos Humanos que publica Martha
Alles (quien ha colaborado en más de una ocasión con esta revista) son muy demandados
por turistas que vienen de otros países de la región y que los encuentran de buena
calidad y buen precio.
Con todo, el mercado de los libros de economía y negocios es todavía relativamente
pequeño para las grandes editoriales argentinas, que se mueren por encontrar al próximo
escritor de best-seller que consiga recuperar, aunque sea en una escala muy menor, los
números de ventas de otras décadas.
A pesar de la cifra creciente de visitantes que atrae la Feria del Libro, la batalla por
la lectura encuentra contrincantes cada vez más pesados. No sólo los chicos leen cada
vez menos: también los adultos pasan más horas frente al televisor o la pantalla de la
PC y dejan que esa novela que tanto querían leer descanse meses y meses sin ser tocada en
la mesita de luz, al lado de la cama. Es más: hay quienes afirman, como el sociólogo de
la UBA Horacio González, que el éxito de la Feria del Libro tiene que ver inclusive con
una disminución del hábito de la lectura: un desfile de gente que peregrina una vez al
año hacia este evento cultural para "lavar las culpas" por no haber leído nada
durante los meses anteriores. Pero la lectura, y la Feria, para González, sigue siendo
uno de los pocos "refugios de identificación" que le queda a la clase media
argentina. Y un placer, cuya intensidad, por suerte, hasta ahora no pudo ser igualada. |