|
|
Autor:
Dr. Manuel Fernández López
Titular de la Cátedra de Historia del Pensamiento Económico de la
Facultad de Ciencias Económicas (UBA) |
|
|
|
El célebre
historiador británico Arnold J. Toynbee (1889-1975) refutó en su obra A Study of History
la creencia popular de que las civilizaciones emergen cuando las circunstancias
geográficas brindan condiciones de vida inusualmente fáciles. Los argentinos parecen
compartir tal creencia popular cuando afirman, una y otra vez: "aquí se tira una
semilla y al otro día sale una planta". Creo que esa visión es profundamente
errada, aunque, tal vez sin quererlo, implícitamente, señala a la tierra como
protagonista principal del destino del país.
Ya en el siglo XVIII los viajeros españoles que venían a explorar y medir este
territorio se sorprendían por la inmensidad de la pampa, la ausencia de obstáculos o
accidentes, y su increíble feracidad. Llevados por su imaginación, pensaban en los
frutos posibles de esa tierra y en su valor económico si se exportasen a Europa. Pero, si
nos ponemos en su lugar, ubicados en lo que hoy es Pehuajó, a su alrededor había una
extensión de tierra virgen tan grande como toda Francia. ¿Cómo hacer para llevar una
sola bolsa de trigo a cualquier país europeo?.
Es claro que luchar con el indio, poblar la pampa, construir puertos, tender
ferrocarriles, exportar productos agropecuarios, no fueron empresas sencillas, sino que
exigieron mucho esfuerzo de muchas generaciones. No debería sorprender que el país
generase conocimiento original en torno a los distintos elementos que componían el modelo
agroexportador de inserción internacional. ¿Qué productos eran más rentables en cada
lugar? ¿Qué medio de transporte suprimía la distancia? ¿Cómo operaba una economía de
cambio? ¿Qué modelo regía el intercambio entre países? Cada interrogante halló una
respuesta de parte de economistas europeos.
El prusiano H. von Thünen (1826) elaboró el uso más económico del suelo. El inglés R.
F. Harrod (1928) inventó la curva de ingreso marginal, útil para estudiar la competencia
imperfecta y el monopolio (cuyo análisis, aplicable al transporte ferroviario, debemos al
francés A. Cournot, 1838). Las nociones de utilidad y de equilibrio general son
categorías del análisis de la economía de cambio, anticipadas por el inglés W.S.
Jevons (1871) y el francés L. Walras (1873), aunque la prueba formal de la existencia de
la primera se debe al sueco H. Wold (1940-41) y las dificultades para probar el segundo
fueron planteadas por el alemán H. Neisser y el danés F. Zeuthen (1928-30). La división
internacional del trabajo como problema de programación matemática fue expuesta por P.
A. Samuelson (1949).
Sin embargo, todas esas creaciones fueron anticipadas, de modo inequívoco y por muchos
años, por estudiosos de la Argentina: el modelo espacial, por Pedro A. Cerviño (1801);
la curva de ingreso marginal, por Teodoro Sánchez de Bustamante (1918); la existencia de
la función de utilidad (1919) y los límites del equilibrio general (1923), por Hugo
Broggi; y la demostración con matemática lineal de la teoría ricardiana de la división
internacional del trabajo, por José Barral Souto (1941). El esclerosamiento de aquel
modelo y los intentos por construir otro trajeron nuevas dificultades y, con ellas, nuevas
respuestas. Podríamos mencionar la elaboración de una política anticíclica en 1936-37,
por Raúl Prebisch, el desarrollo de la teoría no monetaria de la inflación, por Julio
H. G. Olivera en 1957-58, y varias otras innovaciones debidas a estudiosos argentinos.
Todo ello no demuestra que faltó respuesta y creatividad frente a las vicisitudes
económicas, sino que nuestra memoria no es tan fuerte como debería serlo. |
|