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Publicaciones - Universo Económico

UE Nº 75 - Junio 2005

Nota de tapa
Mi vida al lado del Consejo

"Los que participan del accionar de alto voltaje que requiere el Consejo deben adaptarse a todas las situaciones que se presenten, muchas veces imprevistas, pero siempre solucionables, incluso con la participación y buena voluntad de los colegas matriculados", manifiesta el autor de este artículo, quien hace un exhaustivo recorrido de los orígenes y el desarrollo del CPCECABA. Guillermo Barousse es directivo del Consejo de segunda generación. Fue vicepresidente en 1981 y su padre, presidente en 1963.
Autor: Dr. Guillermo Barousse
Ex Vicepresi-
dente del CPECECABA. Adscripto a la Mesa Directiva

 

Conmemorar y festejar el 60° Aniversario de la creación de nuestro Consejo, una de las instituciones profesionales más importantes de América Latina, que agrupa a 55.000 matriculados activos, me obliga a recordar con agrado varios acontecimientos que hicieron a su evolución y desarrollo.

En razón de haberme matriculado hacia fines de 1962 y tener una participación activa desde 1965 a la fecha, me gustaría referirme a ciertos hechos ocurridos en los últimos 40 años.


Días atrás volví a visitar la sala de sesiones del Consejo Directivo, comúnmente denominada "la herradura" (por la forma de su mesa), coronada por los retratos de los 18 ex presidentes (3 de ellos con dos mandatos), y puedo afirmar que es el primer paso para desgranar la rica historia de la Institución.


Los comienzos

En el año 1963 tuve el orgullo de que mi padre, Amadeo P. Barousse, fuera designado presidente del Consejo. Hombre de gran personalidad, de intensa actividad profesional y docente, impulsó la participación de los matriculados en las comisiones de estudio del Consejo y combatió con pasión el ejercicio ilegal de la profesión. Se caracterizaba por su cortesía hacia pares y colaboradores. Dirigió diversas organizaciones no gubernamentales dedicadas a la ayuda de pobres y carecientes. Defendió a ultranza la excelencia en la educación secundaria, base de una buena formación universitaria, concepto hoy plenamente vigente ante el fracaso de muchos aspirantes para ingresar a la universidad.


Mencionaré una sola anécdota que marcaba su personalidad. Allá por el año 1964, siendo presidente, elevó al seno del Consejo Directivo una propuesta debidamente fundada para adquirir un inmueble en la avenida Córdoba al 1400 (posteriormente sede del Citicorp) con el objeto de lograr la independencia institucional y financiera del Consejo, o sea, tener una sede social propia que él denominaba "La casa del profesional". Recordemos que en esa época el Colegio de Graduados le alquilaba al Consejo un piso. Había llegado el momento esperado y sorpresivamente perdió la votación por escaso margen. Demostró su bronca ante la negativa y con su puño partió el cristal de la gran mesa de sesiones y dijo con voz firme: "Jamás olvidaremos el error que se acaba de cometer". Gracias a Dios, varios años después (1980), bajo la presidencia del Dr. Horacio López Santiso se concretó la idea al adquirirse el inmueble de Cerrito y Viamonte para instalar la primera sede propia. A partir de ese momento se produjo un fuerte crecimiento y desarrollo, que permitió arribar en el año 1988 al nuevo edificio de Viamonte 1549, que hoy disfrutamos, en el que se centralizan todas las actividades.


El gran cambio

A partir de 1979, la tarea fue ciclópea. Nace el cambio profundo tan deseado, sin menoscabar lo realizado por muchas gestiones anteriores. Era un nuevo estilo: el de la comunicación y el diálogo. Se activó la capacitación y actualización en relación con las necesidades de los matriculados y, aun así, todo parecía insuficiente. Se llegó a dictar cursos y realizar jornadas los sábados. Se empezó a brindar nuevos servicios (médicos, turísticos, informativos, entre otros). También se puso sobre el tapete la necesidad de atender y difundir los grandes problemas nacionales en foros abiertos a la comunidad, en los que participaban todas las corrientes de pensamiento y opinión, ejemplo de una auténtica democracia con plena libertad de expresión. Las mesas redondas, los almuerzos mensuales y los ciclos de conferencias se convirtieron en una señal inconfundible de la importancia que tenía la tribuna del Consejo.


Si regreso a l969, debo mencionar a la persona clave en el inicio del proceso de cambio. Su nombre: Pedro P. Megna. Una vez finalizada su gestión como secretario del Consejo, durante la presidencia de mi padre, vislumbró anticipadamente lo que ocurriría en el futuro: la explosión de las profesiones de Ciencias Económicas y la necesidad de contar con una institución renovada que se adaptara a las necesidades de los nuevos tiempos. A partir de esa fecha, comenzó a tener seguidores de sus propuestas, ya que se incorporaron jóvenes matriculados idealistas, que participaron en la redacción de un plan de acción futuro; una gran parte de él está vigente y es conocida por toda la profesión.


Compartimos años inolvidables de estudio, dedicación y esfuerzo. Hoy veo con agrado que miles de matriculados están comprometidos en la obra sin exclusiones, sin sectarismos.


El Dr. Megna participó también en el momento de inflexión que se produjo en 1979 y años siguientes. Una sala del Consejo lleva su nombre y es un homenaje a tanta humildad y grandeza.

El esfuerzo, a la vista

Siguiendo con la historia y los recuerdos, tuve el honor de integrar la Mesa Directiva (1981-1985) como vicepresidente de Horacio López Santiso y Julio P. Naveyra, destacados colegas de gran prestigio profesional, exigentes y capaces en su accionar, y comprensivos en el diálogo fecundo.


Esta etapa de mi vida produjo una simbiosis difícil de asimilar en los primeros meses: Consejo-familia-profesión. El Consejo ocupaba el 70% de mi tiempo y esfuerzo; para la familia y la profesión quedaba el 30% restante (por cierto, esta distribución era de mi consciente agrado e incluía la comprensión de mi esposa). Con la tarea profesional había que hacer malabarismos, teniendo en cuenta además que algunos fines de semana había que preparar exposiciones para jornadas y discursos si el presidente así lo disponía, siempre aplicando el concepto de la distribución de tareas. Para la oficina, ciertamente podían quedar algunas horas sueltas del día, las noches o las vacaciones. Aclaro que la ley era para todos los miembros de la Mesa y algunos consejeros. Sin duda, la actualidad no es diferente. En síntesis, la Institución, o sea la matrícula que la conforma, exige con razón el esfuerzo de sus directivos, que deben inyectarse una gran dosis de sacrificio y entusiasmo.


Quiero aclarar que solo me he referido a los presidentes y colegas con los que debí actuar como directivo en ejercicio. A todos los demás integrantes de las diversas gestiones brindo mi mayor consideración porque también tuvieron excelentes gestiones. La obra está a la vista.

Un nuevo edificio

Algunos recuerdos más. Cómo olvidar la entrevista con el maestro Raúl Soldi, en su casa del barrio de Núñez, con el objeto de solicitarle autorización para ilustrar la tapa del Boletín Informativo del trimestre enero-marzo 1982 con un magnífico dibujo de su autoría, alegórico, sobre el dramático momento del inicio de la Guerra de Malvinas. Con gran cortesía, feliz por la idea y sin ninguna condición, nos facilitó el boceto original para concretar el trabajo de impresión.


Poco tiempo después se vivió el histórico acontecimiento de la visita a nuestro país del Sumo Pontífice Juan Pablo II, hacedor de la paz tan deseada.


En esa ocasión, el edificio Mirafiori, sede de nuestro Consejo en esa época, iluminó la noche de Buenos Aires con la cruz más alta jamás imaginada. Fue un emotivo y feliz homenaje.


Por último mencionaré otro gran acontecimiento como fue la inauguración del edificio de Viamonte 1549 el día 3 de junio de 1988, fecha coincidente con el festejo del Día del Graduado y bajo la presidencia de Carlos E. Albacete. El reciclado del edificio fue una obra relevante y estuvo a cargo del Estudio Cassano, Poli y Zubillaga (publicado en la sección arquitectura del diario La Nación). El inmueble, adquirido un año y medio antes, pertenecía a la firma Goffre & Carbone, un ex concesionario automotriz, con venta de repuestos y talleres en el primer piso de la entrada por la calle Paraná. Hoy, el amplio pasillo da frente a las cajas del Banco Ciudad. El edificio era un laberinto de antigua data, pero el metraje, el precio y la ubicación eran lo más adecuado a las necesidades del proyecto de futuro que se deseaba concretar.


En la obra se trabajó las 24 horas y al terminar vino el esfuerzo de la mudanza que permitiría concentrar todas las actividades. El personal del Consejo tuvo en esa ocasión una intervención relevante y diligente.


Recuerdo el día de la habilitación, la primera matriculación, la primera legalización, la primera consulta, todo era un acontecimiento, todo era asombro y alegría. No faltó la anécdota cuando en algún sector de la planta baja se atendía a los matriculados con iluminación de faroles, ya que algunos operarios estaban haciendo los últimos ajustes de instalación eléctrica. En oportunidad de habilitar el sector de cocheras, todavía recuerdo la cara sonriente del encargado que decía "estacione donde quiera", pero observando con picardía cómo el conductor esquivaba las malévolas columnas. Todo era cuestión de práctica y tiempo.


El futuro

Los que participan del accionar de alto voltaje que requiere el Consejo deben adaptarse a todas las situaciones que se presentan, muchas veces imprevistas, pero siempre solucionables, incluso con la participación y buena voluntad de los colegas matriculados.


De todas formas, hay un tema preocupante y es la cruda realidad: colegas sin trabajo, otros con bajas remuneraciones u honorarios, agobiados por una legislación a veces incomprensible y confusa. Las autoridades están en extremo preocupadas y es sabido que hacen lo imposible para revertir y normalizar situaciones golpeando a todas las puertas que sean necesarias, aun las de funcionarios sordos. Las publicaciones y la página Web informan permanentemente sobre el estado de las diversas gestiones.


El compromiso es que los colegas tengan en el Consejo un interlocutor para escuchar sus propuestas, su problemática y sus preocupaciones en la búsqueda de soluciones válidas para sus necesidades.


Se aprecia en estos últimos tiempos una elevada participación de jóvenes matriculados y eso es muy bueno: representa el semillero de una gran reserva futura para el recambio generacional que necesitan las instituciones, con decisión e inteligencia, en paz y armonía.


Finalmente quiero homenajear, en este aniversario, a todos los colegas y amigos que participaron de estos recuerdos, y especialmente a los que ya no están con nosotros.

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