En meses pasados fui
invitado por la Comisión de Legislación Profesional a participar por los actuarios en
una mesa redonda sobre el "Impacto de la regulación de las profesiones en Ciencias
Económicas en la sociedad". Considerando la juventud de la profesión en la
Argentina, pude darme el lujo de entrevistar a actuarios desde las primeras generaciones.
Los testimonios recogidos me permitieron entender los cambios tan significativos que ha
vivido la profesión.
El actuario, en sus inicios, contribuía con sus conocimientos matemáticos orientados a
resolver temas principalmente de cálculo vinculados al seguro. Es por ello que la
evolución tecnológica ha sido uno de los impulsores más contundentes de los cambios
vividos. El acceso a la capacidad de cálculo no tiene casi barreras y el actuario fue
mutando la naturaleza del valor brindado a la sociedad y al empresariado. Esta mutación
ha conllevado un cambio también en la naturaleza de las capacidades y perfiles requeridos
en el proceso de formación académica y profesional.
Para ejemplificar esta modificación es posible repasar las incumbencias hoy vigentes
enunciadas en la ley 20.488 del año 1973, las cuales no reflejan acabadamente las tareas
y ocupación del profesional actuario hoy día.
De más está aclarar que dicha mutación no es un fenómeno local. Este proceso es más
tangible en los países con sistemas económicos y financieros más desarrollados. Sin
embargo es una necesidad local habida cuenta del proceso de expansión de la profesión
que hemos vivido durante la década del 90, impulsado por las oportunidades que el entorno
de negocios brindaba. Esta expansión fue seguida de contracción en virtud del daño
generado por la crisis de finales del 2001 a la seguridad jurídica en general y a los
contratos financieros de largo plazo en particular. Esta circunstancia aumenta la
importancia de la dinámica en la profesión.Las tendencias
Las nuevas áreas de actuación presentan casi todas un tronco común que es el haber
identificado el concepto de "riesgo" como elemento clave en la administración
de los negocios. Si bien esto naturalmente ya estaba presente, en los últimos 10 años ha
pasado a ser protagonista en la evaluación de cualquier tipo de iniciativa. Y el riesgo
es la materia prima del análisis actuarial.
Si bien la aplicación primaria del concepto de riesgo es hacia los contratos
contingentes, las habilidades para su identificación, dimensionamiento, control y
administración son comunes a los riesgos propios y de entorno de los negocios en general.
Pero la actuación profesional en ese ámbito no la vemos cristalizada hasta que los
hacedores de normas incorporan esos conceptos a sus bases. Por lo tanto, los impulsores
finales terminan siendo los bancos centrales, los reguladores de seguros, las comisiones
de valores, las agrupaciones de profesionales, entre otros.
Podemos identificar distintas iniciativas regulatorias que son el resultado de las
prácticas de negocio que los líderes de cada mercado han impuesto.
Normas contables. Las distintas instituciones que emiten normas de contabilidad han ido
introduciendo consistentemente criterios de valuación que incluyen componentes de
estimación estadística y valores actuales. A modo de ejemplo podemos enunciar los
criterios de valuación de los derivados, los cuales, de no contar con un valor de
mercado, descansan en métodos de valuación actuariales.
Normas prudenciales. Las iniciativas para los sistemas financieros de bancos y
seguros a partir de los principios emanados del Comité de Basilea recomiendan a los
supervisores de estas entidades la imposición de capitales mínimos relacionados con el
riesgo que éstas asumen. La necesidad de identificar, cuantificar, controlar y
administrar el riesgo toma una dimensión casi mayor que la de obtener resultados, más
aún considerando que el capital invertido es determinante en la rentabilidad final. En la
fase de cuantificación de los riesgos a partir de medidas de Valor en Riesgo, Pérdidas
Esperadas, Volatilidades, Capital Económico, a modo de ejemplo, la técnica y visión
actuariales son críticas y muy valoradas por estas entidades.
Las tendencias observadas ponen la cuantificación de los riesgos en la agenda de
entidades que usualmente no manejaban este tipo de información. Y estas tendencias
paulatinamente trascienden a los servicios financieros regulados. Los mercados de
capitales, como punto de contacto común de todas las actividades económicas, comienzan a
valorar los indicadores relacionados con los riesgos y, consecuentemente, los inversores
prefieren asignar sus recursos a aquellas alternativas que presentan esta información.
El desafío
Las oportunidades son concretas. La formación rigurosa del actuario en las estructuras
básicas, la estadística aplicada a las relaciones económicas y los conocimientos
financieros avanzados son herramientas clave a la hora de dimensionar los riesgos. La
formación académica ha ido recogiendo estas tendencias. A su vez, los interlocutores han
cambiado y con ellos las habilidades críticas que el profesional debe agregar en su
"valija": habilidades de comunicación, nociones de estrategia, conocimientos
generales de los negocios a los cuales aplica sus conocimientos. El desafío es lograr que
la comunidad de negocios perciba la relevancia de la formación actuarial en el proceso de
evaluación y en el dimensionamiento de los riesgos. |