El debate por
el equilibrio de los poderes
Dos especialistas volvieron a participar del "Foro para el Estudio de los Problemas
Argentinos". Esta vez, para hablar sobre la vigencia del equilibrio de poderes. Los
que debatieron fueron los doctores Félix Loñ y Ricardo Gil Lavedra. La coordinación del
panel estuvo a cargo del Dr. Luis María Ponce de León.
El Foro fue creado en 2001 partiendo de la premisa de que la conformación de un proyecto
nacional requiere un ámbito de debate abierto. Ya se llevan más de 30 reuniones con más
de 100 expositores: ex presidentes, diplomáticos, historiadores, dirigentes,
legisladores, del país y del exterior.
Loñ, profesor de la UBA e investigador del Conicet, comenzó la charla tildando al estado
del actual vínculo entre el Poder Ejecutivo y el Congreso como "situación de
gravedad". La primera parte de su exposición fue dedicada a exponer un marco
teórico.
El sistema que adoptó la Argentina es la forma republicana de gobierno que se sustenta en
la división de poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Estas tres cabezas deben estar
separadas al ser independientes entre sí: en cuanto el poder se concentra en uno de
ellos, la libertad se pierde. Para Montesquieu, la preservación de la libertad es la
finalidad de la independencia de los poderes. La primera constitución moderna que adopta
este espíritu es la de Estados Unidos. Ahora, ¿qué pasa en la Argentina?
En teoría, el Poder Ejecutivo reglamenta la ley. Por su parte, el Congreso la dicta y el
Poder Judicial la interpreta (en la Argentina está establecido en varios fallos que la
Corte Suprema de Justicia es el órgano encargado de realizar la interpretación final).
El rol del Congreso también implica hacer la ley, expresión de soberanía del país.
Esto es de capital importancia. ¿Por qué? Simplemente porque la ley reglamenta la
Constitución. Después de la Carta Magna, la ley es la norma más importante en un
esquema republicano.
La relación entre el Congreso y el Poder Ejecutivo en la Argentina es de ida y vuelta,
transitando por un doble canal. Por ejemplo, ante el parlamento, puede comparecer el
Ejecutivo. Pero al mismo tiempo este cuenta con la posibilidad de vetar leyes. Por su
parte, al Poder Judicial le cabe el rol de ser garante del cumplimiento de la ley.
"Custodio de esas garantías", describió Loñ.
En 1994, hubo ciertas modificaciones (delegaciones legislativas) como el dictado de
decretos de necesidad y urgencia por parte de los presidentes. Esto surgió porque al
principio del mandato de Carlos Saúl Menem se produjo un importante aumento en la
cantidad de estas normas. Con la reforma del 94, se pretendió poner límites a esa
facultad. Entonces se establecieron pautas, como que el Presidente no pueda ejercer
actividad legislativa. Sin embargo, la reglamentación del uso de los decretos nunca
llegó. En los 90, la mayoría automática de la Corte Suprema dejó pasar este tema. Y, a
medida que se acercaba el final del mandato de Menem, la oposición también perdió
interés en que se concretara la reglamentación. "En este momento tampoco existe
esto, no hay interés", comentó el profesor Loñ. Lo cierto es que desde hace 11
años no se reglamenta el uso de los decretos.
Las estadísticas reflejan crudamente esta intromisión del poder político. En el año
2004 fueron dictadas por el Congreso 142 leyes, de las cuales 55 fueron iniciativas del
Poder Ejecutivo, pero, a su vez, el Presidente dictó 73 decretos de necesidad y urgencia.
"Tenemos una actividad legislativa impulsada por el Presidente que es
impresionante", manifestó Loñ.
En general el Poder Ejecutivo prefiere que los proyectos enviados al Congreso se
transformen en leyes sin modificaciones, es decir que, así como llegan al recinto, deben
ser aprobadas sin cambiar ni una coma. Uno de los problemas adicionales que crea este
comportamiento es que deteriora el sistema de partidos políticos, ya que tampoco la
oposición participa del debate parlamentario. En definitiva, el resto de las agrupaciones
y sus líderes no pueden dar su punto de vista.
El ex secretario de Justicia del gobierno de la Alianza, Ricardo Gil Lavedra, comenzó su
exposición destacando lo relevante de estas charlas: "Creo que resulta pertinente
hablar de los temas institucionales; no es una cuestión menor en la Argentina".
El especialista en leyes hizo una presentación con bastantes puntos en común con lo
expresado por su colega. Dijo que en la Argentina no existe equilibrio de poderes y que
esto genera serios inconvenientes: es ineficiente para la toma de decisiones y además
coloca al sistema político en un nivel de precariedad que lo pone en riesgo.
Luego hizo un repaso de los acontecimientos políticos de la década del 90 que llevaron a
hacer una reforma constitucional carente de espíritu legítimo.
Tal vez el eje diferencial entre Loñ y Gil Lavedra residió en el marco que brindó este
último a su presentación. Al comenzar, se hizo la siguiente pregunta: "¿Las
condiciones institucionales que tiene el país hoy en día resultan favorables para que la
Argentina se lance definitivamente hacia una etapa de crecimiento?".
Previamente, había hecho un breve repaso de la situación económica actual y cómo esta
mejoró respecto de años atrás: bajó el desempleo, la pobreza, y el nivel de actividad
se recuperó. Subrayó que el contexto internacional también es favorable. Los precios de
las principales materias primas que la Argentina exporta registran valores históricos y
todo indica que esto continuará así unos años más. Otra tarea que se ha resuelto con
satisfacción ha sido la cuestión de la deuda externa.
"Sobre la base de una sólida situación económica, se puede construir un país más
normal", indicó Gil Lavedra. Una de las ventajas relativas de cualquiera de las
democracias avanzadas del mundo se basa en el pluralismo, la transparencia, la
previsibilidad. Todo este conjunto de atributos da certeza para el desenvolvimiento de las
relaciones sociales, que es lo que impulsa el desarrollo económico. Pero sin crecimiento
económico el panorama sería difícil.
"Lo cierto es que hasta el momento la democracia lleva una deuda muy fuerte en lo que
hace a la calidad de vida de los ciudadanos", dijo Gil Lavedra. La realidad marca que
22 años de democracia en la Argentina han servido por el momento para recuperar ciertos
valores como los de la tolerancia y los derechos humanos. En cambio, el país ha visto
cómo se multiplica la pobreza y el desempleo mientras desfilaron gobiernos de todo signo
político. Revertir este hecho es el desafío que falta. "Esto hace a un país
organizado sobre bases seguras". Y, mientras no haya equilibrio entre los poderes y
el control se concentre solamente en el Ejecutivo, ello será bastante difícil.El Cuarto Poder en el Consejo
En el Consejo también se respira periodismo. Y en este encuentro del "Foro para el
Estudio de los Problemas Argentinos" se analizó una cuestión que hoy envuelve a
todos los habitantes del país sin distinción de profesión o clase: a todos afecta por
igual el impresionante despliegue que han tenido los medios de comunicación en los
últimos tiempos. Una mesa compartida por Carlos Gabetta (periodista, Le Monde), Graciela
Römmer (socióloga, Rommer & Asociados) y Juan Ignacio López (periodista, miembro de
la Academia Nacional de Periodismo) debatió a fondo las cuestiones que tienen que ver con
el rol de los medios de comunicación en la sociedad de hoy. La integridad de los hombres
de prensa y los intereses de las empresas que manejan los diarios, revistas, canales o
radios, son el eje de la cuestión.
Primero, hay que partir de un hecho que es real e indiscutible: los medios se han
transformado sensiblemente, sobre todo en los últimos 20 años. Antes eran el cuarto
poder en la medida en que vendían informaciones y credibilidad. Este último valor, la
credibilidad, era su producto principal.
"Pero hay un momento de quiebre en esta situación que se produce justamente con la
aparición de la informática y la comunicación satelital, con lo que se llama la
globalización", explicó Gabetta. Fines de los 70, principios de los 80, los medios
de comunicación funcionaban como algo accesible, conocido para el ciudadano visible.
Luego todo esto cambió súbitamente produciéndose dos fenómenos: la concentración
empresaria en los medios de comunicación y la relación del público con la
comunicación.
La tecnología consigue que la gente hoy viva los acontecimientos en vivo y en directo.
Todo el mundo disfruta de ello en su casa, en la oficina o mientras viaja. ¿Pero es eso
un avance o un retroceso? "Hoy, un señor, en el medio de la selva amazónica, con un
teléfono satelital y una cámara digital, nos podría estar mostrando lo que él ve en
ese momento, ¿pero comprende la magnitud de ese hecho?"
El ABC del periodismo dice que cualquier profesional parado frente a un hecho tiene que
conseguir responder cinco preguntas: qué, quién, cuándo, dónde, cómo, y si es
posible, por qué. A diferencia de décadas atrás, hoy en día una cámara o un
micrófono responde en buena medida a todas esas preguntas. El rol del periodista por lo
tanto debiera acercarse más bien a analizar los problemas de fondo del hecho que se le
presenta y el periodismo diario no tiene tiempo o capacidad de reacción frente a la
vorágine de las noticias.
Gabetta piensa que el más importante de estos fenómenos, que señalan como "grandes
cambios en el periodismo", es el fenómeno de la concentración económica de los
medios de comunicación, la aparición de los grandes multimedia, y el desplazamiento que
esto ha hecho en el negocio de vender información, ergo, credibilidad.
Los grandes grupos tienen diversos intereses, por lo tanto no venden solamente
información. Hay hoy una sobreabundancia de información que la hace cada vez más
barata. La prueba son los periódicos gratuitos. "Los periódicos que nos distribuyen
ahora en el subte, en Buenos Aires, traen información. ¿Pero esa información es de
calidad?"
Römmer abordó el tema de los medios de comunicación desde una lectura complementaria a
la que hizo Gabetta. Analizó más bien la relación entre medios y política.
"Muchas de las decisiones que se toman en nuestra sociedad pasan por los medios de
comunicación, que han terminado por transformarse no ya en el cuarto poder, algo que
alguna vez reclamaron, pero sí en el cuarto Estado."
Según la socióloga los medios de comunicación son como una suerte de soberano por
detrás del verdadero soberano, que es el pueblo. No basta que una causa o una iniciativa
tenga el apoyo de la mayoría (ya sea la población, el Parlamento o el Congreso), sino
que ahora es necesario tener el consenso de la opinión pública. En ese sentido, saber y
poder comunicar una idea, un principio o un proyecto, es algo que hoy adquiere una
relevancia sustancial en el terreno de la práctica.
Römmer planteó que la relación entre los medios de comunicación y el espacio público
no deja de ser una relación problemática y plagada de malentendidos y aun de
situaciones, la mayoría de las veces contradictorias. La idea del espacio público remite
a ciudadanos concebidos como iguales, y con iguales competencias para hacer uso de sus
derechos, y en principio defender sus puntos de vista. Del otro lado, señala Römmer,
están los medios de comunicación. "Pero estos pertenecen al mundo jerárquico de
las corporaciones modernas. Y en este sentido pertenecen a un mundo que al aceptar la
moderna división del trabajo consagra las diferentes capacidades para comunicar".
Según esta visión, el mundo de la comunicación, al igual que el mundo de las grandes
empresas de comunicación, pertenece a la lógica de la competencia del mercado.
Dentro de esta dinámica de cómo funcionan las empresas periodísticas, el sistema de la
democracia representativa se ha simplificado sustancialmente: hoy es fácil ver a los
políticos enfrentados a una audiencia siempre dispuesta a escuchar novedades entre
comillas y a ser entretenida. Como los partidos fracasan sistemáticamente en su tarea de
comunicar mensajes propuestos o visiones alternativas sobre la realidad, eso los lleva a
recurrir a los canales que ofrecen los medios.
A su turno, López comenzó con que lo primero que debiera plantearse el periodismo como
profesión es dilucidar cómo contribuir a poner orden al actual cúmulo de desafíos que
lanzan los medios de comunicación. Piensa que hay que exigirle al sistema de medios antes
que demostrarle veneración. "Como protagonistas entonces de este tiempo de
transición y como parte no menor de esta crisis de desconfianza y credibilidad, como
dirigentes, muchos de nosotros también somos llamados al desprendimiento y al paso al
costado para alumbrar un tiempo distinto, hallar espacios distintos como este para el
encuentro y para revisar lo que hacemos y cómo lo hacemos."
Para finalizar, López recordó las reflexiones de dos periodistas: Joaquín Morales Solá
y Tomás Eloy Martínez. Morales Solá sostiene que en un mundo palpado por el fenómeno
mediático que es vasto e incontrolable ningún proyecto de solución nacional será
viable sin un regreso del periodismo a las mínimas normas de responsabilidad profesional.
Para Eloy Martínez el único patrimonio del periodista es su buen nombre. Cada vez que
firma un artículo insuficiente pierde parte de ese patrimonio o todo.
Gabetta y López coincidieron en que un periodista debe evitar el riesgo de servir como
vehículo de los intereses de grupos públicos o privados. "Un periodista que publica
todos los boletines de prensa que le dan sin verificarlos debería cambiar de profesión y
dedicarse a ser mensajero. Hay que usar siempre un lenguaje claro, conciso y transparente.
Por lo general, lo que se dice en diez palabras siempre se puede decir en nueve o en
siete", remató López.
La reforma política
contraataca
Cuando estalló la crisis en 2001, la reforma política fue un pedido a gritos de toda la
sociedad argentina. "Que se vayan todos", que aparezcan nuevos partidos
políticos con caras renovadas, eran las demandas inmediatas más importantes de un país
que se encontraba a la deriva. Luego la situación se tranquilizó y muchas de aquellas
exigencias parecen haberse esfumado: algunas llegaron a cumplirse, pero otras quedaron en
el camino. Se comprendió que muchas de aquellas soluciones que se proponían eran más
producto de la desesperación que del razonamiento prudente.
El debate fue reavivado en el Consejo dentro del marco del "Foro para el Estudio de
los Problemas Argentinos". Los participantes en esta ocasión fueron Nicolás Ducoté
(director ejecutivo del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad
y el Crecimiento) y el Dr. Julio Burdman (director de la carrera de Relaciones
Internacionales de la Universidad de Belgrano y del Observatorio Electoral
Latinoamericano).
Se planteó en el inicio cómo mejorar la democracia en el país. Para Burdman, parte de
esta agenda ha retrocedido varios peldaños con respecto a lo que se había alcanzado en
1983. La crisis del año 2001/2002, por ejemplo, produjo un país más empobrecido, con un
mayor clientelismo y donde buena parte de las reglas de juego de los sistemas
institucionales de la política también ha retrocedido. En ese sentido, hoy la Argentina
estaría peor que a comienzos de 1983: "Un ejemplo puede ser el sistema electoral,
que, como todos sabemos, es un aspecto constitutivo de lo que son las reglas de juego de
la democracia. Hoy la Argentina probablemente no tenga un sistema electoral, ya que este
implica reglas de juego estables a través del tiempo y, una vez que las reglas de juego
son inestables, ya no son un sistema".
Habiendo comenzando la segunda mitad de la primera década de este siglo, la cuestión
radica en pensar cómo esta reforma tendría algún tipo de utilidad en el largo plazo.
"Yo diría que en primer lugar, si hay que comenzar a pensar nuevamente reformas
electorales o reformas que permitan crear una mejora de la calidad de la democracia,
tenemos que recapacitar bien sobre cuáles son los órganos de aplicación de las leyes
para poder pensar en reformar normas o siquiera sancionar leyes. Esto tiene un estadio
anterior que es una cuestión un poco más abstracta, pero es parte de la sociedad, y es
el tema del sistema partidario", señaló.
Según Burdman, el segundo estadio probablemente tiene que ver con saber si se cuenta o no
con los organismos de aplicación de las innovaciones del sistema institucional.
Probablemente uno de los casos más claros haya sido el de la ley de financiamiento
partidario, el de las campañas electorales y los partidos políticos. Recién ahora se
están comenzando a producir los primeros documentos sustantivos sobre la campaña 2003.
Como ya se ha visto, la reforma no será de un día para el otro, ni será anunciada con
bombos y platillos. Dependerá en gran parte de la propia dirigencia y de la decisión
colectiva de los ciudadanos, de la construcción de los partidos en el corto y el largo
plazo. "Acá no hay demasiada fórmula institucional que pueda realmente proteger a
los partidos. Esto ha fracasado en toda América Latina. Los partidos se fortalecen en la
medida en que la praxis política sea sólida y estratégicamente dirigida, y que
ciertamente los partidos sean fuertes", afirmó al concluir su exposición.
Ducoté, aprovechando la experiencia al frente de CIPPEC, basó su exposición en un
aspecto más complementario y pragmático que el de Burdman: cómo se hace la reforma,
qué batallas se pueden dar desde la ciudadanía, desde la sociedad civil y desde los
partidos políticos para tratar de cambiar el actual escenario. Claro que los comienzos
nunca son fáciles y más aún cuando la lista de tareas que se tiene en frente es tan
larga y compleja.
"Uno aspira muchas veces a un cambio integral... Hay tantos problemas en la
Argentina, tantas cosas que queremos cambiar: queremos un Estado más profesional,
queremos un financiamiento de la política más transparente, queremos una justicia
independiente, y uno dice: ¿por dónde empezar?", reconoció Ducoté.
Tras haber perdido y ganado varias batallas en este terreno, el especialista sostiene que
hay márgenes de acción de los que la sociedad dispone para impulsar alguno de estos
cambios y ellos deben ser tenidos en cuenta. Se aprendió que en los escenarios de
inestabilidad institucional, de incertidumbre, de tanta fragmentación como la que tenemos
en la Argentina es muy difícil conciliar los consensos. En ese sentido, la actual
situación de estabilidad podría representar una oportunidad hacia delante.
Uno de los pedidos a gritos de la gente en lo peor de la crisis de 2001 fue revisar la
cuestión de quiénes pueden competir en las elecciones. Ducoté cree que acá el Gobierno
cometió un error al dar un paso muy criticado, inclusive, por la mayoría de los expertos
en estas cuestiones. El Ejecutivo sancionó un decreto que habilitaba a los partidos
nuevos, particularmente a aquellos que no habían cumplido con todos los requisitos, a
poder presentar candidaturas. "Nosotros tenemos ya un sistema demasiado fragmentado,
y facilitar aún más la fragmentación permitiendo que cualquiera arme un partido o
empiece un partido debería llevar a cuestionarnos por qué la mayoría de países que
funcionan en el mundo termina con sistemas bipartidistas, tripartidistas, pero no mucho
más", manifestó.
Modelos como los de Chile, España, Uruguay o Costa Rica incluyen solamente a dos o tres
partidos que se turnan en el poder, normalmente dos en coalición con un tercero. "Yo
quiero una Argentina en la que nos parezcamos un poco más a eso, y si uno realmente
quiere defender el derecho de las minorías a tener expresiones y espacios para ser
votados de cantidad de actores, quisiera que mucho de eso suceda dentro de los
partidos", dijo Ducoté.
Imaginando esta dinámica, por ejemplo, tal vez se pudiera haber visto dentro del
radicalismo una batalla Alfonsín vs. López Murphy o López Murphy vs. Carrió. El debate
entonces se produciría dentro de cada partido, delineando el desarrollo del curso, y no
que cada uno que tiene un problema con el partido se arme su propio emprendimiento
político, su propia maquinaria electoral.
Entre los logros conseguidos en materia de reforma política en el país durante los
últimos años, Ducoté señaló algunos. Por ejemplo, la unificación del calendario
electoral, la aplicación de la ley con el tema del financiamiento de partidos (ya hay
partidos que no van a recibir de forma inmediata los aportes por no haber presentado los
papeles en tiempo y forma). La Cámara Nacional está haciendo avances para poder
controlar algo el funcionamiento de los partidos (hace unas semanas se presentó un
aplicativo muy fácil para homogeneizar el modo en que los partidos políticos producen la
información sobre las fuentes y destinos de los fondos que reciben). |