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Publicaciones - Universo Económico

UE Nº 77 - Octubre 2005

El debate por la economía que viene
¿Qué significa reindustrializar el país?

El Presidente de la República, Néstor Kirchner, dijo en varias oportunidades que uno de los principales objetivos de su gestión es recuperar la industria en los próximos años. Más precisamente, el primer mandatario ha hablado de reindustrialización, término que puede llegar a tener diferentes connotaciones. En esta nota se analiza la cuestión. Mientras tanto, el sector industrial ha mostrado una dinámica avasalladora en los últimos tiempos. En los primeros siete meses de 2005, según datos oficiales, la actividad industrial se incrementó un 7,1%.

 

El Presidente Néstor Kirchner ha expresado en diversas ocasiones que uno de los principales objetivos de su gestión es recuperar la industria en los próximos años. En realidad, empleó el término "reindustrialización". ¿Qué quiere decir exactamente? Porque esa palabra puede tener diferentes connotaciones.

El pensamiento más ortodoxo asocia esta idea a las políticas industriales de un Estado elefante e ineficiente que les sirvan a los empresarios para vivir de prebendas. Una fórmula que, según esta visión, es la raíz del deterioro argentino durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX.


La visión más heterodoxa acepta que en el pasado se han cometido errores en la implementación de políticas. Sin embargo, no es motivo suficiente como para que la Argentina renuncie a la política industrial. Se ponderan sus beneficios y se elogian los logros conseguidos. Los que apoyan esta idea son conscientes de que debe aprenderse de las malas experiencias para consolidar el crecimiento que el país ha mostrado en los últimos años de manera que deje enterradas definitivamente tres décadas de retroceso económico y social.


Mientras los que defienden estas distintas visiones se pelean por demostrar quién tiene razón, el sector industrial ha mostrado una dinámica aceitada en los últimos tiempos. En los primeros siete meses de 2005, la actividad industrial se incrementó 7,1% según datos oficiales. El "piso" de crecimiento para todo el año rondaría el 6%, calculan los economistas. Los verdaderos tractores del crecimiento son la producción de automotores (29,8%) y los sectores ligados a la construcción, como el cementero (17,9%) y el de la producción de otros materiales usados en la expansión inmobiliaria (17,6%). Estos sectores tienen, además, una capacidad ociosa que les permitiría afrontar nuevos aumentos de producción.

Un debate perdido

¿Por qué es importante discutir hoy el concepto de reindustrialización? Primero, porque es uno de los objetivos que ha planteado el Presidente para cumplir en su mandato. Segundo, porque la política industrial constituye una herramienta fundamental para que la Argentina no vuelva a caer en una de esas crisis que tiene cada diez años y deje entonces interrumpido el actual proceso de crecimiento.


El debate por la reindustrialización en la Argentina se libra en dos frentes: en el terreno ideológico y en el de los resultados. Uno tiene que ver con las ideas. El otro, con el impacto directo sobre el bolsillo de la gente.


Con respecto al primero, los 90 fueron algo así como la derrota de la política industrial. Las privatizaciones y el achicamiento del Estado ganaron espacio en detrimento del Estado industrialista de los cincuenta. La clase industrial argentina sabe perfectamente que se perdió aquel debate y que triunfó la visión neoliberal. Pero esto no sólo ocurrió en la Argentina, sino también en otros países que abruptamente se lanzaron a la privatización de empresas públicas durante los 80, como Inglaterra.


Algunos opinan que el debate ideológico se perdió porque la política industrial no venía dando buenos resultados. Argumentan que fue a mediados de los 70 (ante el fracaso de las políticas de sustitución de importaciones) cuando la Argentina cambió de rumbo y el sector industrial comenzó a perder participación en el producto bruto.


Entre 1964 y 1974, la industria crecía más que la población. El país no solamente se manejaba con tasas de desempleo más bajas, sino que además el avance de la producción estaba acompañado por un mayor volumen de empleo (crecía a una tasa anual del 2%). Pero desde 1975 la industria se vino a pique: expulsó el 40% de su mano de obra, el valor agregado industrial cayó 30% y la participación de la industria en el PBI retrocedió 10 puntos (pasó de alrededor del 25% al 15% en el año 2002 y hoy todavía no llega al 17%).

Volver a empezar

Volver a aquella economía, por más que hoy se apliquen políticas industriales de la forma más eficiente posible, no será algo fácil. Queda claro que la Argentina productiva quedó partida en dos. Por un lado, existen sectores modernos y competitivos a nivel mundial, principalmente, vinculados a la producción de insumos básicos. Un claro ejemplo son los productores de aceite de soja (¡la Argentina es el primer productor a nivel mundial!). Por el otro, aparecen todos aquellos que pudieron recuperarse gracias al tipo de cambio alto y costos más bajos, pero que durante años sufrieron la apertura indiscriminada de los 90. A poco más de tres años de la crisis, la recuperación económica logró que el sector industrial quedara con los niveles de 1998. Sin embargo, la crisis dejó secuelas: la interrupción del proceso de cadenas de valor y de la inversión tecnológica y la pérdida de recursos humanos capacitados.

En los 60 y 70 se produjeron 300.000 automóviles con 95% de las piezas de origen nacional. La industria autopartista incluía hacia 1973 alrededor de un millar de fábricas con una ocupación cercana a las 100 mil personas. En los últimos años, en cambio, la industria argentina fue más bien de ensamblajes. No hubo un proceso integrado como en Brasil. Las cadenas de valor se fueron cayendo y las reemplazaron las importaciones. Las compras al exterior en 1999 eran el 11% del PBI, pero las importaciones industriales eran el 45% del PBI industrial.


Una de las principales críticas que se le hace al modelo de sustitución de importaciones es que ha mostrado tener límites. Inclusive en sus años de auge (en los 50 y 60), los especialistas hablaban de la "sustitución imperfecta de importaciones".


La industrialización es un proceso que, en teoría, debería brindar beneficios a distintas ramas de la economía. Pero, además de la dinámica que adquieren los distintos sectores, también se benefician los actores: tanto las grandes empresas como las PyME.

Los especialistas

Hace poco tiempo, la Fundación Pent convocó a un debate sobre la reindustrialización, en el cual se coincidió en que existen dos condiciones básicas para llevar adelante la refundación de la Argentina productiva: mantener la estabilidad macroeconómica y diseñar una estrategia selectiva en apoyo de aquellas actividades industriales basadas en las ventajas competitivas del país y orientadas mayormente hacia el mercado externo.


Los economistas Fernando Porta (REDES), Bernardo Kosakoff (CEPAL) y Martín Lousteau (ministro de la Producción de la Provincia de Buenos Aires) destacaron que después de tres años de recuperación de la economía sin que se acumulen inconsistencias en las principales variables, llegó el momento de discutir estrategias microeconómicas y políticas sustentables para agregar valor y rentabilidad a la producción de bienes y servicios transables.


Para Porta, la reindustrialización debe orientarse hacia actividades de alta calidad con personal calificado, que, a su vez, permitan continuar capacitando a sus empleados. De esta forma, en la economía habrá salarios altos y crecientes. Advirtió que las ventajas competitivas del país no deben buscarse por medio de precios baratos o salarios bajos, sino más bien a través de la buena calidad de los productos. Hay rubros en la Argentina que, si bien han realizado avances y tienen buenas perspectivas, todavía no generan suficiente masa crítica. En este grupo figuran la biotecnología, el software, la nanotecnología, la organización industrial asociada al complejo turístico, el desarrollo de bienes culturales, la producción de alimentos orgánicos y diferenciados, entre muchos otros. Para Porta, estos objetivos no se resuelven solamente con políticas cambiarias, sino también con estrategias articuladas. Las cadenas de valor pueden ser una respuesta satisfactoria a estos desafíos, aunque en muchos casos las políticas públicas deben promover la especialización en productos más que en sectores.


El director de la oficina de CEPAL de Buenos Aires, Bernardo Kosacoff, cree que la Argentina cuenta hoy con una ventaja para discutir el tema de la reindustrialización: "El dato a favor es que tenemos tiempo. La volatilidad que nos tuvo tanto tiempo ocupados hoy ya no está. El país parece haber aprendido la lección y entonces se puede pensar en otras cosas". Cree que hay margen como para generar masa crítica y recuperar terreno perdido, pero antes se debe ser consciente de que hay limitantes no menores:


Hoy la Argentina cuenta con un aparato productivo muy heterogéneo. Por un lado, hay sectores que están entre los más eficientes a nivel mundial y otros que experimentaron una brusca decadencia a lo largo de la pasada década y hoy están en un mal punto de partida.

El entramado industrial argentino, aun con todo su potencial funcionando a pleno (de hecho, ya casi lo está haciendo), no resulta suficiente como para resolver la cuestión de falta de empleo y pobreza que hoy afecta al país con 40% de su población viviendo con necesidades básicas insatisfechas.

El aparato productivo también es chico para resolver los futuros problemas en la balaza de cuenta corriente; por ejemplo, cuando la Argentina enfrente su próxima restricción de financiamiento externo.

Por ello, Kosacoff cree que "la clave es ampliar y diversificar el actual aparato productivo". De esta manera, el país podría proponerse como objetivo alcanzar un PBI per cápita de entre 6000 y 7000 millones de dólares en 6 años o, para 2010, ubicarse en un puesto digno dentro del ranking latinoamericano.


Lousteau, por su parte, resaltó que el actual buen momento que se percibe va más allá del tipo de cambio. Dijo que la certidumbre que hoy reina sobre la economía es el principal activo de este presente y es un elemento esencial para que los empresarios tomen decisiones de inversión en el futuro. Efectuó una analogía entre la declinación de la industria en la Argentina y la caída política del peronismo a mitad del siglo pasado: "Tal vez ahora pueda surgir otro peronismo con otro ciclo industrial, más competitivo".


Sin embargo, los empresarios parecieran pensar distinto de Lousteau. Una encuesta realizada entre hombres de negocios semanas atrás por la consultora Mora y Araujo advirtió que el valor del dólar sigue siendo la fortaleza más importante que hoy tienen las compañías para competir en el exterior.

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Entre los economistas no cabe ninguna duda acerca de los beneficios que significó la devaluación de 2002 para la industria. El último informe de coyuntura del Centro de Estudios para la Producción asegura que, desde inicios del 2002, el EMI lleva acumulado un incremento de 45%, lo que significa un aumento de casi 3% por encima del máximo histórico del indicador oficial, alcanzado a mediados de 1998. El informe también señala que, a diferencia de años anteriores, el crecimiento es cada vez más difundido y que, en el segundo trimestre de 2005, los primeros cinco sectores fueron responsables del 72% del alza total. Por otra parte, la mitad de las ramas industriales del EMI lograron niveles récord de producción. Esto incluye a los sectores papelero, químico, metálico básico, textil, de alimentos y bebidas, caucho y plástico.


Más allá de las particularidades de cada sector, los analistas consultados, tanto de la parte oficial como de la privada, coinciden en que el crecimiento se sostiene sobre tres pilares: un contexto macroeconómico favorable, con un tipo de cambio competitivo, y un incremento de la demanda tanto del mercado interno como del externo.


Según los industriales (por ejemplo, aquellos representados en la Unión Industrial Argentina), la palabra "reindustrialización" debería también contemplar la discusión de un marco de reglas claras para que puedan negociar empresas y gremios. Los empresarios se quejan de que los reclamos sindicales y las ART no están contenidos en ningún parámetro ni encuadre institucional. "Viene cualquiera y reclama", decía hace poco un industrial conocido en un encuentro entre colegas y funcionarios. El Ministerio de Economía comparte esa preocupación y de ahí que considere clave desactivar cualquier cláusula indexatoria automática con los ingresos de los trabajadores. Pero también se sabe que no es fácil lograrlo, especialmente cuando hay un sector del sindicalismo que se muestra más renuente al diálogo con el Palacio de Hacienda.

Reindustrialización y reeducación
Reindustrialización en la Argentina también significa reeducación. Hay sectores que fueron desprovistos de mano de obra durante una década y llevará tiempo volver a encontrar gente entrenada para ocupar esos puestos. Un ingeniero no se hace en uno o dos años.
La mayoría de los empresarios ve con optimismo el futuro porque dice haber encontrado siempre en la Argentina mano de obra abundante y calificada. Pero eso fue cierto hasta ahora. Está por verse si la generación postconvertibilidad, afectada por lo peor de la crisis, la desindustrialización y el desempleo de los 90, puede acompañar rápidamente el actual resurgimiento de la industria. Según datos del INDEC, son cada vez más las ramas que no encuentran trabajadores para ocupar puestos de empleo en sus fábricas. Quiere decir que la respuesta del mercado de trabajo y del sistema educativo no es tan automática.
En los 90 siguieron en auge las carreras universitarias “tradicionales”: Abogacía, Medicina, Arquitectura, entre las más destacadas. Los estudiantes vislumbraban que en el país no había lugar para aquellos que eligiesen oficios industriales. Hoy eso cambió y la demanda de nuevos profesionales se hace urgente. Sectores como el textil, por ejemplo, han tenido en los últimos años serias restricciones para abastecerse de mano de obra. Por ello reindustrialización es reeducación en la Argentina.
La carrera de Ingeniería Textil se estudia en la Universidad Tecnológica Nacional y, en la actualidad, la Fundación Pro tejer otorga unas 40 becas para aquellos que se decidan a seguir esa carrera. En la década pasaba se recibían 1 ó 2 estudiantes por año. Resulta que ahora se inscribieron 250 chicos cuando antes se anotaban no más de 10. En Diseño Textil, de la UBA, la inscripción aumentó un 22% respecto a años anteriores.
Claro que el desarrollo de estas nuevas carreras no va en detrimento de otras. Y mucho menos de aquellas relacionadas con las Ciencias Económicas. En realidad, estas últimas son necesarias también en el renacimiento de empresas industriales que durante mucho tiempo estuvieron "dormidas". Contadores, administradores, economistas, actuarios y licenciados en sistemas de información percibirán cada vez más de cerca este fenómeno de la reindustrialización.

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