El Presidente Néstor
Kirchner ha expresado en diversas ocasiones que uno de los principales objetivos de su
gestión es recuperar la industria en los próximos años. En realidad, empleó el
término "reindustrialización". ¿Qué quiere decir exactamente? Porque esa
palabra puede tener diferentes connotaciones.
El pensamiento más ortodoxo asocia esta idea a las políticas industriales de un Estado
elefante e ineficiente que les sirvan a los empresarios para vivir de prebendas. Una
fórmula que, según esta visión, es la raíz del deterioro argentino durante buena parte
de la segunda mitad del siglo XX.
La visión más heterodoxa acepta que en el pasado se han cometido errores en la
implementación de políticas. Sin embargo, no es motivo suficiente como para que la
Argentina renuncie a la política industrial. Se ponderan sus beneficios y se elogian los
logros conseguidos. Los que apoyan esta idea son conscientes de que debe aprenderse de las
malas experiencias para consolidar el crecimiento que el país ha mostrado en los últimos
años de manera que deje enterradas definitivamente tres décadas de retroceso económico
y social.
Mientras los que defienden estas distintas visiones se pelean por demostrar quién tiene
razón, el sector industrial ha mostrado una dinámica aceitada en los últimos tiempos.
En los primeros siete meses de 2005, la actividad industrial se incrementó 7,1% según
datos oficiales. El "piso" de crecimiento para todo el año rondaría el 6%,
calculan los economistas. Los verdaderos tractores del crecimiento son la producción de
automotores (29,8%) y los sectores ligados a la construcción, como el cementero (17,9%) y
el de la producción de otros materiales usados en la expansión inmobiliaria (17,6%).
Estos sectores tienen, además, una capacidad ociosa que les permitiría afrontar nuevos
aumentos de producción. Un
debate perdido
¿Por qué es importante discutir hoy el concepto de reindustrialización? Primero, porque
es uno de los objetivos que ha planteado el Presidente para cumplir en su mandato.
Segundo, porque la política industrial constituye una herramienta fundamental para que la
Argentina no vuelva a caer en una de esas crisis que tiene cada diez años y deje entonces
interrumpido el actual proceso de crecimiento.
El debate por la reindustrialización en la Argentina se libra en dos frentes: en el
terreno ideológico y en el de los resultados. Uno tiene que ver con las ideas. El otro,
con el impacto directo sobre el bolsillo de la gente.
Con respecto al primero, los 90 fueron algo así como la derrota de la política
industrial. Las privatizaciones y el achicamiento del Estado ganaron espacio en detrimento
del Estado industrialista de los cincuenta. La clase industrial argentina sabe
perfectamente que se perdió aquel debate y que triunfó la visión neoliberal. Pero esto
no sólo ocurrió en la Argentina, sino también en otros países que abruptamente se
lanzaron a la privatización de empresas públicas durante los 80, como Inglaterra.
Algunos opinan que el debate ideológico se perdió porque la política industrial no
venía dando buenos resultados. Argumentan que fue a mediados de los 70 (ante el fracaso
de las políticas de sustitución de importaciones) cuando la Argentina cambió de rumbo y
el sector industrial comenzó a perder participación en el producto bruto.
Entre 1964 y 1974, la industria crecía más que la población. El país no solamente se
manejaba con tasas de desempleo más bajas, sino que además el avance de la producción
estaba acompañado por un mayor volumen de empleo (crecía a una tasa anual del 2%). Pero
desde 1975 la industria se vino a pique: expulsó el 40% de su mano de obra, el valor
agregado industrial cayó 30% y la participación de la industria en el PBI retrocedió 10
puntos (pasó de alrededor del 25% al 15% en el año 2002 y hoy todavía no llega al 17%).
Volver a empezar
Volver a aquella economía, por más
que hoy se apliquen políticas industriales de la forma más eficiente posible, no será
algo fácil. Queda claro que la Argentina productiva quedó partida en dos. Por un lado,
existen sectores modernos y competitivos a nivel mundial, principalmente, vinculados a la
producción de insumos básicos. Un claro ejemplo son los productores de aceite de soja
(¡la Argentina es el primer productor a nivel mundial!). Por el otro, aparecen todos
aquellos que pudieron recuperarse gracias al tipo de cambio alto y costos más bajos, pero
que durante años sufrieron la apertura indiscriminada de los 90. A poco más de tres
años de la crisis, la recuperación económica logró que el sector industrial quedara
con los niveles de 1998. Sin embargo, la crisis dejó secuelas: la interrupción del
proceso de cadenas de valor y de la inversión tecnológica y la pérdida de recursos
humanos capacitados.
En los 60 y 70 se produjeron 300.000 automóviles con 95% de las piezas de origen
nacional. La industria autopartista incluía hacia 1973 alrededor de un millar de
fábricas con una ocupación cercana a las 100 mil personas. En los últimos años, en
cambio, la industria argentina fue más bien de ensamblajes. No hubo un proceso integrado
como en Brasil. Las cadenas de valor se fueron cayendo y las reemplazaron las
importaciones. Las compras al exterior en 1999 eran el 11% del PBI, pero las importaciones
industriales eran el 45% del PBI industrial.
Una de las principales críticas que se le hace al modelo de sustitución de importaciones
es que ha mostrado tener límites. Inclusive en sus años de auge (en los 50 y 60), los
especialistas hablaban de la "sustitución imperfecta de importaciones".
La industrialización es un proceso que, en teoría, debería brindar beneficios a
distintas ramas de la economía. Pero, además de la dinámica que adquieren los distintos
sectores, también se benefician los actores: tanto las grandes empresas como las PyME.
Los especialistas
Hace poco tiempo, la Fundación Pent convocó a un debate sobre la reindustrialización,
en el cual se coincidió en que existen dos condiciones básicas para llevar adelante la
refundación de la Argentina productiva: mantener la estabilidad macroeconómica y
diseñar una estrategia selectiva en apoyo de aquellas actividades industriales basadas en
las ventajas competitivas del país y orientadas mayormente hacia el mercado externo.
Los economistas Fernando Porta (REDES), Bernardo Kosakoff (CEPAL) y Martín Lousteau
(ministro de la Producción de la Provincia de Buenos Aires) destacaron que después de
tres años de recuperación de la economía sin que se acumulen inconsistencias en las
principales variables, llegó el momento de discutir estrategias microeconómicas y
políticas sustentables para agregar valor y rentabilidad a la producción de bienes y
servicios transables.
Para Porta, la reindustrialización debe orientarse hacia actividades de alta calidad con
personal calificado, que, a su vez, permitan continuar capacitando a sus empleados. De
esta forma, en la economía habrá salarios altos y crecientes. Advirtió que las ventajas
competitivas del país no deben buscarse por medio de precios baratos o salarios bajos,
sino más bien a través de la buena calidad de los productos. Hay rubros en la Argentina
que, si bien han realizado avances y tienen buenas perspectivas, todavía no generan
suficiente masa crítica. En este grupo figuran la biotecnología, el software, la
nanotecnología, la organización industrial asociada al complejo turístico, el
desarrollo de bienes culturales, la producción de alimentos orgánicos y diferenciados,
entre muchos otros. Para Porta, estos objetivos no se resuelven solamente con políticas
cambiarias, sino también con estrategias articuladas. Las cadenas de valor pueden ser una
respuesta satisfactoria a estos desafíos, aunque en muchos casos las políticas públicas
deben promover la especialización en productos más que en sectores.
El director de la oficina de CEPAL de Buenos Aires, Bernardo Kosacoff, cree que la
Argentina cuenta hoy con una ventaja para discutir el tema de la reindustrialización:
"El dato a favor es que tenemos tiempo. La volatilidad que nos tuvo tanto tiempo
ocupados hoy ya no está. El país parece haber aprendido la lección y entonces se puede
pensar en otras cosas". Cree que hay margen como para generar masa crítica y
recuperar terreno perdido, pero antes se debe ser consciente de que hay limitantes no
menores:
Hoy la Argentina cuenta con un aparato productivo muy heterogéneo. Por un
lado, hay sectores que están entre los más eficientes a nivel mundial y otros que
experimentaron una brusca decadencia a lo largo de la pasada década y hoy están en un
mal punto de partida.
El entramado industrial argentino, aun con todo su potencial funcionando a
pleno (de hecho, ya casi lo está haciendo), no resulta suficiente como para resolver la
cuestión de falta de empleo y pobreza que hoy afecta al país con 40% de su población
viviendo con necesidades básicas insatisfechas.
El aparato productivo también es chico para resolver los futuros
problemas en la balaza de cuenta corriente; por ejemplo, cuando la Argentina enfrente su
próxima restricción de financiamiento externo.
Por ello, Kosacoff cree que "la clave es ampliar y diversificar el actual aparato
productivo". De esta manera, el país podría proponerse como objetivo alcanzar un
PBI per cápita de entre 6000 y 7000 millones de dólares en 6 años o, para 2010,
ubicarse en un puesto digno dentro del ranking latinoamericano.
Lousteau, por su parte, resaltó que el actual buen momento que se percibe va más allá
del tipo de cambio. Dijo que la certidumbre que hoy reina sobre la economía es el
principal activo de este presente y es un elemento esencial para que los empresarios tomen
decisiones de inversión en el futuro. Efectuó una analogía entre la declinación de la
industria en la Argentina y la caída política del peronismo a mitad del siglo pasado:
"Tal vez ahora pueda surgir otro peronismo con otro ciclo industrial, más
competitivo".
Sin embargo, los empresarios parecieran pensar distinto de Lousteau. Una encuesta
realizada entre hombres de negocios semanas atrás por la consultora Mora y Araujo
advirtió que el valor del dólar sigue siendo la fortaleza más importante que hoy tienen
las compañías para competir en el exterior.
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Entre los economistas no cabe ninguna duda acerca de los beneficios que significó la
devaluación de 2002 para la industria. El último informe de coyuntura del Centro de
Estudios para la Producción asegura que, desde inicios del 2002, el EMI lleva acumulado
un incremento de 45%, lo que significa un aumento de casi 3% por encima del máximo
histórico del indicador oficial, alcanzado a mediados de 1998. El informe también
señala que, a diferencia de años anteriores, el crecimiento es cada vez más difundido y
que, en el segundo trimestre de 2005, los primeros cinco sectores fueron responsables del
72% del alza total. Por otra parte, la mitad de las ramas industriales del EMI lograron
niveles récord de producción. Esto incluye a los sectores papelero, químico, metálico
básico, textil, de alimentos y bebidas, caucho y plástico.
Más allá de las particularidades de cada sector, los analistas consultados, tanto de la
parte oficial como de la privada, coinciden en que el crecimiento se sostiene sobre tres
pilares: un contexto macroeconómico favorable, con un tipo de cambio competitivo, y un
incremento de la demanda tanto del mercado interno como del externo.
Según los industriales (por ejemplo, aquellos representados en la Unión Industrial
Argentina), la palabra "reindustrialización" debería también contemplar la
discusión de un marco de reglas claras para que puedan negociar empresas y gremios. Los
empresarios se quejan de que los reclamos sindicales y las ART no están contenidos en
ningún parámetro ni encuadre institucional. "Viene cualquiera y reclama",
decía hace poco un industrial conocido en un encuentro entre colegas y funcionarios. El
Ministerio de Economía comparte esa preocupación y de ahí que considere clave
desactivar cualquier cláusula indexatoria automática con los ingresos de los
trabajadores. Pero también se sabe que no es fácil lograrlo, especialmente cuando hay un
sector del sindicalismo que se muestra más renuente al diálogo con el Palacio de
Hacienda.
Reindustrialización y
reeducación
Reindustrialización en la Argentina
también significa reeducación. Hay sectores que fueron desprovistos de mano de obra
durante una década y llevará tiempo volver a encontrar gente entrenada para ocupar esos
puestos. Un ingeniero no se hace en uno o dos años.
La mayoría de los empresarios ve con optimismo el futuro porque dice haber encontrado
siempre en la Argentina mano de obra abundante y calificada. Pero eso fue cierto hasta
ahora. Está por verse si la generación postconvertibilidad, afectada por lo peor de la
crisis, la desindustrialización y el desempleo de los 90, puede acompañar rápidamente
el actual resurgimiento de la industria. Según datos del INDEC, son cada vez más las
ramas que no encuentran trabajadores para ocupar puestos de empleo en sus fábricas.
Quiere decir que la respuesta del mercado de trabajo y del sistema educativo no es tan
automática.
En los 90 siguieron en auge las carreras universitarias tradicionales:
Abogacía, Medicina, Arquitectura, entre las más destacadas. Los estudiantes vislumbraban
que en el país no había lugar para aquellos que eligiesen oficios industriales. Hoy eso
cambió y la demanda de nuevos profesionales se hace urgente. Sectores como el textil, por
ejemplo, han tenido en los últimos años serias restricciones para abastecerse de mano de
obra. Por ello reindustrialización es reeducación en la Argentina.
La carrera de Ingeniería Textil se estudia en la Universidad Tecnológica Nacional y, en
la actualidad, la Fundación Pro tejer otorga unas 40 becas para aquellos que se decidan a
seguir esa carrera. En la década pasaba se recibían 1 ó 2 estudiantes por año. Resulta
que ahora se inscribieron 250 chicos cuando antes se anotaban no más de 10. En Diseño
Textil, de la UBA, la inscripción aumentó un 22% respecto a años anteriores.
Claro que el desarrollo de estas nuevas carreras no va en detrimento de otras. Y mucho
menos de aquellas relacionadas con las Ciencias Económicas. En realidad, estas últimas
son necesarias también en el renacimiento de empresas industriales que durante mucho
tiempo estuvieron "dormidas". Contadores, administradores, economistas,
actuarios y licenciados en sistemas de información percibirán cada vez más de cerca
este fenómeno de la reindustrialización. |