Prácticamente no hay
quien manifieste despreocupación por el tema de la pobreza. Difícilmente se encuentre
alguien que considere la pobreza como algo "bueno" o "natural" o
"inevitable". Sin embargo, si nos guiamos por los resultados que se han obtenido
a lo largo de la historia en lo referido a la pobreza, veremos que su reducción o
eliminación es extremadamente compleja.
La preocupación por los pobres tiene fundamentes éticos, religiosos y humanitarios. El
abordaje de la pobreza se realiza a través de varias disciplinas científicas.
Pese a ese gran interés, no aparece la teoría científica que permita a partir de ella
derivar acciones que, luego de aplicarlas y obtener éxito con ellas, probarían de forma
empírica la validez de la teoría. En el cuadro adjunto mostramos, en forma muy resumida,
cómo se ataca la pobreza desde cuatro perspectivas económicas muy relevantes.
Como se ve, las teorías económicas no explican cómo corregir el fenómeno de la
pobreza.
¿Qué hacer entonces? ¿Dónde encontrar respuestas?
La introducción de nuevos factores no significa que pueda construirse una "ley"
científica, de forma tal de que aplicándola se sepa de antemano cuál será el
resultado. Sin embargo, puede ayudar a comprender facetas más sutiles del fenómeno de la
pobreza.
Con el solo propósito de buscar otros caminos para intentar corregir el problema,
planteamos la relación entre pobreza, desigualdad y corrupción. ¿Existirá esa
relación? ¿Resultará útil conocerla?Pobreza, desigualdad y crecimiento económico
Como primer paso, señalamos que entre la pobreza, la desigualdad y el crecimiento
económico existe una relación expuesta por Bernardo Kliksberg (Más ética, más
desarrollo, Buenos Aires, Ed. Temas, 2004).
Es muy interesante: sostiene y prueba con datos estadísticos de varios países que el
crecimiento económico, de producirse en economías donde existe desigualdad en la
distribución del ingreso, no genera reducciones significativas de la pobreza.
Las inferencias son inquietantes: no basta con crecer para reducir la pobreza. También
hay que disminuir la desigualdad. Entonces, yendo a la práctica de los gobiernos,
fomentar el crecimiento económico, per se, no reducirá la pobreza.
Pobreza, desigualdad y
corrupción
Otra línea de estudio está orientada a relacionar estos tres fenómenos.
¿Existirá relación entre ellos? Y, si existe, ¿cómo pueden aliviarse sus terribles
efectos?
Los trabajos se basan en correlacionar mediante métodos estadísticos diferentes
variables macroeconómicas o índices de percepción sobre ciertos temas para tratar de
probar si existen vínculos entre ellos. Aunque la metodología resulte un tanto
esotérica para quienes no tienen formación matemática, algunas conclusiones son muy
llamativas.
En un trabajo, por ejemplo, se muestra que existe fuerte relación entre la desigualdad y
la corrupción. Es decir, en aquellos países donde existe alta desigualdad, es muy
probable que sean altos también los niveles de corrupción. (1)
La desigualdad, que se mide habitualmente con el coeficiente de Gini, aparece junto con
estos otros factores: abundantes recursos naturales, baja productividad del capital,
desigual acceso a la educación superior, bajos niveles de escolaridad secundaria y
desigual distribución de las tierras.
Por otra parte, también se comprueba que los gobiernos corruptos gastan menos en
educación y en salud, y afectan la formación del capital.
Confirmando lo anterior, los gobiernos corruptos aparecen con mayor frecuencia en países
con importantes recursos naturales, tienden a reducir el gasto social, avalan sistemas
tributarios más regresivos y durante esas gestiones disminuye el crecimiento económico.
Pero los gobiernos corruptos no sólo favorecen la desigualdad, también incrementan la
pobreza. Según el trabajo, hay correlación entre mayores índices de crecimiento de la
corrupción y menores índices de mejora en el ingreso de los más pobres. (2)
Los autores de este estudio son Sanjeev Gupta, Hamid Davoodi y Rosa Alonso Terme, quienes
han efectuado varios trabajos sobre el tema, publicados por el tan odiado Fondo Monetario
Internacional. En los gráficos adjuntos se señalan las relaciones indicadas.
Existen otros estudios que muestran más relaciones interesantes. Por ejemplo, la
desigualdad favorece la corrupción con mayor intensidad en naciones con democracia.
Ocurriría que la democracia, vista como igualdad política, no es suficiente para
refrenar la corrupción. Es más efectiva la igualdad económica de la que venimos
hablando.
Con alta desigualdad, los pobres tienden a creer que los ricos son corruptos, ya que se
extiende la idea de que es imposible acceder a la riqueza con honestidad.
Los pobres y las clases medias se ven más beneficiados con regímenes de baja corrupción
que las clases altas.
El tamaño del Estado no explica ni una mayor corrupción, ni una menor corrupción. Hay
estados corruptos "grandes" y "pequeños".
Estas conclusiones aparecen en el trabajo de You, Jong-Sung y Sanjeev Khagram, de la
Universidad de Harvard, publicado en el volumen 70 de la revista American Sociological
Review (febrero de 2005).
En el plano doméstico hemos tratado de comprobar, pero sin tantas herramientas
matemáticas, que la corrupción refuerza la pobreza, principalmente a través de los
sistemas políticos clientelistas, donde los políticos obtienen adhesiones de gente
necesitada a cambio de la distribución de pequeños beneficios. Este esquema les resulta
eficiente para su acción política y reduce los incentivos de trabajar en la eliminación
de la pobreza. Es decir, si desaparece la pobreza, también desaparece la clientela y esto
último no es "conveniente" para sus intereses (ver del autor, "La
corrupción realimenta la miseria", La Nación, 19/12/02).
Más adelante estudiamos cómo en la Argentina de 2002/2003 un sistema económico con una
alta proporción de pobres podría llegar a ser viable en el mediano plazo (ver del autor
"Cómo funciona el actual equilibrio macroeconómico de la pobreza", El
Cronista, 27/5/03; ambos trabajos se encuentran completos también en www.fundecos.org.ar). Los hechos de
los años recientes parecen haber confirmado estos pronósticos.
Conclusión
En países como el nuestro, la lucha contra la pobreza, y también contra la desigualdad,
está en la agenda de todos los líderes políticos. Pero las acciones que se requieren
para contrarrestarlas no siempre están dentro de la órbita de decisiones que ellos
manejan. Hay aspectos que tocan a la pobreza y la desigualdad que tienen raíces
económicas, sociales o históricas, donde la política solo puede influir en forma
indirecta. Los diversos modelos económicos, tal como se explicó al comienzo, no logran
acertar con la solución del problema.
Pero, si como se observa en este artículo, la pobreza y la desigualdad tienen vínculos
con la corrupción, y la lucha contra ella sí depende en forma clara de las decisiones de
los políticos y de las personas que designan, ¿por qué no enfocar más esfuerzos allí
donde se controlan todas las variables?. |