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Publicaciones - Universo Económico

UE Nº 78 - Febrero 2006

Nota de tapa
La deuda aún pendiente

El país ha crecido en los últimos años y todo indica que así lo hará en 2006. Cuatro períodos consecutivos de crecimiento a tasas mayores del 9% es algo que no sucedía hace 50 años en la Argentina. Sin embargo, los indicadores sociales no logran avanzar al mismo ritmo. Es cierto que la desocupación alcanzará niveles de un dígito este año, pero la pobreza todavía no llegó a las cifras de 2001. Según los expertos llevará años componer la situación.
Fuente:
Universo Económico
Número 78
Después de tres años consecutivos de crecimiento, es un buen momento para preguntarse en qué anda la agenda social de la Argentina.

En principio, parecería que el espectacular repunte que mostró la economía en los últimos años sirvió para curar muchas de las heridas que dejó la crisis de 2001. Claro que no todas.


La economía recuperó los niveles de 1998. Pero las estadísticas sobre empleo y pobreza todavía no alcanzaron las cifras de 2001. El ex ministro de Economía Roberto Lavagna dijo pocos días antes de marcharse que la Argentina enfrenta una gran oportunidad, pero que al mismo tiempo la deuda social tardará años en saldarse.


La Argentina ha crecido en los últimos años en forma despareja. Un ejemplo de ello es que, mientras las propiedades recuperaron el valor en dólares que tenían durante la convertibilidad, los salarios se encuentran atrasados. Es evidente por lo tanto que hubo gente más afectada que otra durante la crisis y que aquella más golpeada todavía no volvió al mismo escalón que antes.


¿Qué hay que esperar para este año? Hay una noticia buena y otra mala. La buena noticia para 2006 en materia social es que luego de más de una década la Argentina probablemente vuelva a tener tasas de desempleo de un dígito.


La mala es que continuarán los conflictos gremiales, seguirá existiendo la brecha que separa a trabajadores formales e informales, y además los índices de pobreza no mostrarán una mejora sustancial.


Por otro lado, el Gobierno intentará abrir nuevos frentes en la discusión de la agenda social. La idea es masificar la herramienta de los microcréditos como un instrumento de política social que le permita a la gente más pobre llevar adelante su propio emprendimiento.

Los conflictos salariales

La aceleración en el número de convenios de trabajo renegociados en 2005 hace prever que los conflictos continuarán en los próximos meses.


Según un estudio realizado por el Centro de Estudios Nueva Mayoría, durante el año pasado se registraron 820 paros y medidas de fuerza, cifra que triplica la cantidad de conflictos registrados en 2004 -fueron 249- y se convierte en el indicador más alto de conflictividad sindical en los últimos 15 años.


La demanda por mejores salarios será cada vez mayor, coinciden los analistas. Esto traerá más presión sobre los precios alimentando la expectativa inflacionaria.


En teoría, una suba en los costos laborales obedece a tres motivos: un aumento en el nivel de empleo, un incremento de los salarios o una combinación de ambos.


Durante 2005 pareció haber pesado más el segundo motivo. La causa por la cual se cree que la suba de los salarios impulsó un aumento en los precios es que el empleo continuó con una tendencia creciente aunque a un ritmo menor.


Los economistas pronostican que será cada vez más difícil que la economía abra puestos de trabajo al mismo ritmo en que lo vino haciendo en los últimos años. La elasticidad empleo-producto (aquella proporción en que crece el empleo por cada punto que aumenta la economía) será 0,5 en 2006 cuando hasta el año pasado había sido 1, calcula la Fundación Mediterránea. Esto quiere decir que si el PBI creciera un 6% en 2006, el empleo lo haría un 3%.

El trabajo en negro

La nueva ministra de Economía, Felisa Miceli, dijo al asumir que la lucha contra el empleo informal será un tema central de su mandato. Aproximadamente el 50% de los asalariados hoy en la Argentina trabaja en negro. Esto no solo es nocivo para el bienestar propio de los trabajadores que hoy no tienen acceso a los derechos de un empleo en blanco, sino que como evasores perjudican a los actuales y futuros beneficiarios del sistema de seguridad social. La cultura del empleo en negro no solo deteriora la calidad de vida de los trabajadores, sino las cuentas fiscales.


Acceder a un trabajo en blanco es sinónimo de conseguir una mejor remuneración, elemento fundamental para que la mayor cantidad de personas posible vayan dejando de estar por debajo de la línea de pobreza.


Los economistas coinciden en que no es descabellado pensar que a fines de 2006 la Argentina termine con una tasa de desempleo inferior a los dos dígitos. Fundación Capital anticipa 9,8% y Fundación Mercado, 9%.


Pero un bajo desempleo no es sinónimo de descenso de pobreza. México tiene un desempleo menor que el de la Argentina y una mayor pobreza.


La clave para dejar de ser pobre es conseguir un ingreso que permita adquirir la canasta básica. ¿Qué va a pasar entonces con los ingresos?


La Fundación Mercado estima que los salarios en promedio en la Argentina crecerán 10% durante 2006. Esto significa que la pobreza se mantendría en niveles parecidos a los de 2005, ya que se espera que la inflación suba en igual proporción; por lo tanto, el poder adquisitivo de las personas quedaría igual.


Para aquellos que consigan un trabajo en blanco, por lo tanto, será más fácil dejar atrás la pobreza.

Los microcréditos

El tema de los microcréditos parece haber tomado importante impulso en la Argentina en los últimos meses luego de la llegada de la princesa Máxima para promocionar un proyecto al respecto (también el ex presidente del Banco Central, Alfonso Prat Gay, se encuentra abocado a dicha tarea).


El microcrédito es una herramienta de política social. En vez de otorgar un subsidio, se brinda un préstamo para que la gente emprenda su propio proyecto y luego vaya devolviendo el dinero bajo condiciones flexibles.


Los expertos señalan que esta herramienta podría llegar a tener resultados óptimos en la Argentina. En el país, el grueso de los sectores pobres es gente que está trabajando en el sector informal, como plomeros, carpinteros, o, por ejemplo, en actividades como la textil, donde el retraso tecnológico tal vez exista desde hace dos décadas. Con el momento económico actual favorable, la mayor parte de esta población hoy produce más que dos o tres años atrás, pero no logra todavía aprovechar las ventajas al ciento por ciento. Con una máquina nueva, una persona podría hacer 500 remeras en lugar de las 30 que hoy hace con un stock de capital atrasado 20 años.


Desde el Gobierno se está tratando de dar un mayor impulso al microcrédito. El viceministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, resaltó días atrás la necesidad de "masificar" este año las políticas de microcréditos para "aprovechar" las condiciones macroeconómicas favorables: "En 2006 necesitamos masificar políticas de microcrédito y generar reglas claras sobre el sistema prestatario, y aprovechar las condiciones macroeconómicas favorables, que propician el desarrollo de proyectos productivos en los sectores más pobres".


Desde el Gobierno, prometen avanzar en tres direcciones. Por un lado, tratar de que el sector financiero formal se involucre en la dinámica del microcrédito. Segundo, promover políticas de fortalecimiento de las instituciones de microfinanzas. Tercero, asegurar la sustentabilidad de los microemprendimientos.


En dos años y medio de gestión se financiaron 54.140 proyectos productivos, que abarcan a 510 mil personas por un monto de 300 millones de pesos. El mecanismo se perfeccionó y no se financian sólo microemprendimientos aislados, sino cadenas de producción que sustentan el desarrollo local y se insertan en los distintos perfiles productivos de las regiones del país.


El debate de los microcréditos en la Argentina todavía no ha comenzado. De continuar la estabilidad económica se especula con que crecerán las presiones para que comience de una vez esta discusión. Uno de los temas principales será por qué vía se efectivizará su implementación.


Un camino es que los bancos se hagan cargo de la instrumentación de los microcréditos. La desventaja es que estos resultan demasiados caros. Un oficial de cuentas evalúa la carpeta o el proyecto una vez. Pero luego tendrá que ir todas las semanas a cobrar 15 ó 20 pesos al domicilio del emprendedor por un crédito de $1500. Esto obligaría a los bancos a tener una batería de gente dando vuelta con un alto costo para su estructura.


Esta opción, por lo tanto, debería contar con la ayuda del Estado de forma tal de constituir un fondo financiero que achique la tasa de interés a un nivel que sea productivo.


La segunda alternativa (en lugar de que los bancos tomen este negocio) es crear un sistema paralelo de financiamiento.


La primera opción (utilizar el sector bancario) significa aprovechar toda una estructura territorial ya armada. Pero, si lo que se busca es priorizar tiempo y rapidez, entonces la mejor opción sería crear un sistema alternativo con financiamiento masivo del Estado a las ONG que operen como microbancos y con sistemas de regulación que permitan captar ahorro y prestarles a los que no tienen hipotecas ni garantías.


En la Argentina hay casi cuatro millones que necesitan herramientas, máquinas, insumos y crédito para mejorar su inserción productiva. Pero por ahora solamente acceden a los microcréditos unas 600.000 personas.


El Gobierno ha dicho que en 2006 es necesario abrir el debate. Y en 2007 habría que masificar las políticas de microcrédito generando reglas claras sobre el sistema prestatario y aprovechando las condiciones macroeconómicas favorables que propician el desarrollo de proyectos productivos en los sectores más pobres.

Cada provincia es distinta

Elija la provincia que más le guste y trasládese allí de acuerdo con las condiciones laborales que le ofrece. La realidad social es distinta en cada lugar y ello persistirá durante 2006. Por ejemplo, hay lugares donde es más fácil conseguir un empleo que en otros. Y también hay jurisdicciones donde los sueldos son más altos que en otras.


Los aglomerados de Neuquén y San Juan han reducido marginalmente su tasa de desempleo en los últimos dos años, mientras que Paraná o Mendoza lo hicieron a un ritmo mayor que el total urbano. En el primer semestre de 2005, la tasa de desempleo presenta un rango entre 1,4% para San Luis y 13,8% en los partidos del conurbano bonaerense. Si se considera a los beneficiarios de planes de empleo como desocupados, la tasa de desempleo tiene un rango que va de 1,9% en Río Gallegos a 23,7% en San Luis.


Las distintas regiones no sólo difieren en las posibilidades de conseguir un empleo, sino también en el nivel salarial. Por ejemplo, el nivel salarial de los aglomerados patagónicos, de bajo desempleo, ronda los $1000, mientras que los salarios del noreste rondan los $500.


La región con mayor índice de empleados en negro es el noroeste, con una tasa de 53,8%; muestra una disminución de 1,2 puntos porcentuales con relación a 2004. La mejor situación se observa en la Patagonia con un índice de trabajo informal de 29,1% (en el noreste la informalidad es de 53%, mientras que en la región pampeana es de 47,1% y en Cuyo alcanza el 46,5%).

¿Es un fenómeno estructural?

El déficit social que enfrenta la Argentina, con una pobreza que hoy ronda el 40% de la población, seguirá al tope de la agenda no solamente en 2006, sino también durante los próximos años.


Dos instituciones que agrupan intereses tan distintos como la Central de Trabajadores Argentinos y la Fundación Mediterránea coinciden en que el país podría estar frente a un fenómeno de carácter estructural de manera que el crecimiento económico no sea suficiente para resolver la crisis social argentina.


En uno de sus clásicos informes, el Instituto para el Desarrollo Social Argentino plantea si la Argentina se encuentra o no frente a un modelo similar al de Chile, donde básicamente la estabilidad llevó una mejora notable en los indicadores macroeconómicos llevando la pobreza de un 40% en 1990 a un 20% en 2002. En el caso de la Argentina, la situación social sigue siendo precaria a pesar de haberse recuperado los niveles de actividad económica previos a la crisis. Según IDESA, la pobreza habría adoptado un carácter estructural: "Resulta notable que crezca rápidamente en los ciclos recesivos y no disminuya con la misma intensidad en los expansivos".


Semanas atrás, UNICEF y la Fundación Arcor publicaron un trabajo sobre la inversión en niñez en la provincia de Córdoba. Allí se indica que el gasto en esta área se ubica en niveles por debajo de los del 1 a 1. El vicegobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, señaló al respecto que la Argentina está consolidando una pobreza estructural: "A diferencia de años anteriores, o crisis anteriores, cuando se recuperaba la economía y bajaba el número de pobres, hoy el PBI crece, pero los pobres siguen. Creo que no hay toma de conciencia de este problema aún ni por parte del Estado, ni por parte de la dirigencia en su más amplio nivel".

La importancia de calificarse

Si la Argentina logra encauzar su economía en el camino del crecimiento, es natural que la pobreza vaya cayendo progresivamente. Sin embargo, todo indica que la caída será lenta. Por más que el tipo de cambio y otras variables ya no sean las de los 90, la empresa automotriz difícilmente cambie su planta robotizada. Es bastante probable que las personas menos calificadas sigan con sus changas, las cuales, a medida que la economía crezca, serán cada vez más frecuentes y mejor pagas, y posiblemente algún día las ayuden a salir de la pobreza.


La dificultad en reducir sustancialmente la pobreza parece evidente. La proporción de personas por debajo de la línea de la pobreza ha caído desde 54% a principios de 2003 a 40% en la última medición de 2004. Según una visión, esto no es más que el resultado de un efecto rebote después de una crisis profunda.


La Argentina ha vivido varias experiencias en las cuales la reducción de la pobreza se produjo incluso a un ritmo más acelerado que el actual. Un ejemplo reciente es la recuperación de 1991-1993, cuando cayó más de 20 puntos en 2 años. Por otra parte, es importante notar que, aunque la economía se acerca a los niveles de actividad más altos de los 90, la pobreza es aún muy superior a la de ese período. Se afirma que el "modelo" ha cambiado, pero sin embargo la pobreza hoy es muy superior a la experimentada bajo el "modelo"anterior, aun considerando años con un nivel de actividad semejante.


Si la economía crece sostenidamente al 3% ó 4% por muchos años (algo inédito en el país), es altamente probable que la pobreza vaya cayendo lentamente y se vayan aliviando algunos problemas sociales. Pero parece improbable que mientras tanto aumente la demanda de mano de obra no calificada; así, un segmento importante de la población estará todavía en situación de vulnerabilidad social.

La violencia

En los primeros días de enero se han vuelto a ver en primera plana sucesos de violencia que parecían haber quedado atrás: robos, intentos de secuestros. La mejora económica y el mayor bienestar parecían haber erradicado estas figuras delictivas. Sin embargo, parece que ello no es suficiente y la pesadilla de los secuestros y la toma de rehenes volvió a aparecer.


Norberto Quantín, experto en criminología, cree que la situación social aún es tan delicada que sería erróneo pensar que la violencia disminuirá en los próximos años: "El nivel de secuestros bajó, es cierto, pero eso no asegura nada para el futuro porque el contexto todavía es complicado".


Quantín participó hace cuatros años en el Foro sobre "Políticas activas del Estado frente a la situación social" en el Consejo. Fue justo un mes antes de la crisis de 2001. Compartió mesa con el padre Carlos Accaputo (segundo de Cáritas), Juan Pablo Cafiero (en aquel entonces ministro de Desarrollo Social), Eduardo Amadeo (ex secretario de Desarrollo Social) y Eduardo Bustello (ex UNICEF). "Jamás podré olvidar aquel día. Salí del Consejo y ví por primera vez lo que era un cartonero. Me resultó extraño. Fue como una premonición de lo que vendría después... Ahora ya será difícil reparar todo ese daño", señaló.


Quantín ahora dialoga con los cartoneros: "Son buena gente, es una industria que creció y se organizó". Sostiene que el problema de la violencia no está entre los más pobres. Pero sí cree que una sociedad empobrecida y con falta de oportunidades crea condiciones ideales para que la violencia se propague, principalmente entre los más chicos, que no ven salida: "Entonces recurren al delito. Pero ojo que el delito y la violencia existirán siempre. En Francia también".

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