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Publicaciones - Universo Económico

UE Nº 81 - Agosto 2006

Comercio exterior argentino y economía
Aumento espectacular pero incipiente

Julio Rotman analiza cómo la Argentina fue participando de forma más activa en el mercado de comercio internacional en los últimos 20 años. Señala dos cambios estructurales (que coinciden con la entrada y la salida de la convertibilidad) como dos momentos en los que la dinámica de las ventas cambió notoriamente. El país, afirma el autor, todavía dista de ser considerado una economía abierta.
Autor: Dr. Julio Rubén Rotman
Presidente de la Comisión Actuación Profesional Licenciados en Economía.
En los últimos 15 años, la Argentina tuvo en su economía dos cambios estructurales muy marcados que de alguna forma determinaron un fuerte crecimiento del comercio exterior. En la década del 90, distintos factores coadyuvaron para tal comportamiento, pero fundamentalmente fue producto de un proceso de concentración que tuvo la realidad argentina de excepcionales condiciones internacionales para sus productos primarios de exportación (que no tuvieron retenciones). Este primer cambio estructural se produce en el momento en que termina la hiperinflación y se pasa a una economía que ancló el tipo de cambio a partir de la Ley de Convertibilidad, en un contexto de un buen comportamiento fiscal, cierta estabilidad de los precios y la obvia restricción monetaria necesaria para garantizar la paridad peso-dólar. Las apuntadas modificaciones estructurales se complementaron con una amplia apertura del comercio exterior, que durante décadas estuvo influenciado por políticas cambiarias y arancelarias proteccionistas, el incentivo a la inversión extranjera, la privatización de los servicios y una creciente integración con otros países de la región a través del Mercosur.

En la segunda parte de la década con la que finalizó el siglo pasado, ya se hizo notorio el atraso cambiario y los números fiscales dejaron de ser aceptables. Esto determinó una creciente importación de bienes, incluso de consumo, especialmente luego del "efecto Tequila" y una fuerte extranjerización de las empresas nacionales.


La búsqueda de mayor productividad de las empresas tuvo que ser de inmediato, ya que el tipo de cambio no se convirtió, a priori, en un factor dinamizador de las exportaciones.


La globalización y la mayor concentración de las empresas determinaron fusiones, traslado de establecimientos y la modificación en los niveles de integración vertical de la producción industrial, asociado esto a un fenómeno de tercerización, lo que tuvo decisiva influencia en la economía.
El constante incremento en la deuda externa, el apuntado y ostensible atraso en el tipo de cambio y las crecientes dificultades fiscales, en un contexto político cambiante, fueron los principales motivos de la crisis financiera-cambiaria de comienzos del nuevo milenio. La devaluación del peso fue muy brusca y provocó el segundo cambio estructural. A partir de ese momento, comenzaron a recuperarse industrias que habían casi desaparecido con el atraso cambiario. Al mismo tiempo, empezó a vivirse un proceso de fuerte sustitución de importaciones y un nuevo crecimiento en las cifras de comercio exterior, con resultados más significativos en cuanto a un saldo comercial positivo que a un incremento cuantitativo.

Un cambio de mentalidad

Quizás la mayor dificultad que se observó en las empresas tuvo que ver con una cuestión subjetiva, como la derivada del cambio de mentalidad. En efecto, en la Argentina de fines del siglo XX, en la mayoría de las ramas industriales, el fenómeno de la exportación pasaba más que por su programación por la colocación de excedentes del mercado interno.


Otra novedad para las firmas exportadoras fue la modificación de las políticas crediticias. Desde la década del 70 existían disposiciones del Banco Central tendientes al otorgamiento de créditos para el prefinanciamiento, financiamiento y posfinanciamiento de las exportaciones. Pero, como en la década del 80 los bancos comerciales eran los responsables de dichas líneas de crédito, en la práctica las únicas empresas que accedían eran las grandes, que contaban con garantías empresarias suficientes, y las que, paradójicamente, eran las que podían obtener fondos de empresas o casas matrices del exterior, y las que objetivamente no necesitan de créditos baratos y promocionales, un bien escaso en una economía inflacionaria.

Mayor especialización

En forma paulatina, en los últimos 15 años se verificó una fuerte ganancia de productividad, lo que fue incentivado a partir de la llegada de capitales extranjeros y el paulatino regreso de capitales locales. Con la competencia externa, muchas empresas, imitando el éxito regional de Chile, decidieron dedicarse en forma prioritaria a exportar. En la mayor parte de los casos correspondió a productos agroindustriales, aunque también se advirtió especialización en bienes con importante valor agregado, como tubos sin costura, automotores o productos siderúrgicos especiales.


En cuanto a las importaciones, se verificó que las entradas de bienes de capital superaban los porcentajes históricos de participación a comienzos de la década del 90, favorecidos por el atraso cambiario. Con el avance de la década, y globalización mediante, este fenómeno tendió a reducirse. Con el nuevo milenio fue significativo el cambio tecnológico, especialmente en la producción primaria, lo que, sumado a la estampida del petróleo, hizo que estos bienes fueran artífices del incremento de las exportaciones. Las retenciones aplicadas no provocan mayores problemas a los exportadores, habida cuenta de la política de devaluación del peso, pilar del superávit fiscal de la actual administración.

La paradoja

El aumento del comercio exterior argentino en los últimos años no admite discusión. Las exportaciones pasaron de 12.353 millones de dólares en 1990 a 25.856 millones en 1998 y a 40.013 millones en 2005. Las importaciones tuvieron una evolución todavía más significativa, especialmente en la primera etapa del cambio estructural, para desacelerarse a partir de la sustitución. Pasan de 4077 millones a 31.437 millones, lo que implica un crecimiento del 671% en 1998, alcanzando a 28.692 millones de dólares en 2005.


Independientemente de los dos cambios estructurales y de la influencia del fenómeno Mercosur, el aumento exterior argentino debe ser evaluado como meramente incipiente. En efecto, la Argentina, pese a los avances estructurales logrados, dista todavía de ser clasificada como un país "abierto" en materia de comercio exterior. Es que la relación entre sus exportaciones e importaciones sumadas está lejos de llegar al 20% del PBI. Este porcentaje resulta insuficiente como para considerar que la mayor parte de la tarea ya fue realizada.


Otra asignatura pendiente es lograr una mayor diversificación en el comercio dado que Brasil, vecino mayor del Mercosur, canaliza el 30% de los negocios argentinos.

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