En los últimos 15
años, la Argentina tuvo en su economía dos cambios estructurales muy marcados que de
alguna forma determinaron un fuerte crecimiento del comercio exterior. En la década del
90, distintos factores coadyuvaron para tal comportamiento, pero fundamentalmente fue
producto de un proceso de concentración que tuvo la realidad argentina de excepcionales
condiciones internacionales para sus productos primarios de exportación (que no tuvieron
retenciones). Este primer cambio estructural se produce en el momento en que termina la
hiperinflación y se pasa a una economía que ancló el tipo de cambio a partir de la Ley
de Convertibilidad, en un contexto de un buen comportamiento fiscal, cierta estabilidad de
los precios y la obvia restricción monetaria necesaria para garantizar la paridad
peso-dólar. Las apuntadas modificaciones estructurales se complementaron con una amplia
apertura del comercio exterior, que durante décadas estuvo influenciado por políticas
cambiarias y arancelarias proteccionistas, el incentivo a la inversión extranjera, la
privatización de los servicios y una creciente integración con otros países de la
región a través del Mercosur.
En la segunda parte de la década con la que finalizó el siglo pasado, ya se hizo notorio
el atraso cambiario y los números fiscales dejaron de ser aceptables. Esto determinó una
creciente importación de bienes, incluso de consumo, especialmente luego del "efecto
Tequila" y una fuerte extranjerización de las empresas nacionales.
La búsqueda de mayor productividad de las empresas tuvo que ser de inmediato, ya que el
tipo de cambio no se convirtió, a priori, en un factor dinamizador de las exportaciones.
La globalización y la mayor concentración de las empresas determinaron fusiones,
traslado de establecimientos y la modificación en los niveles de integración vertical de
la producción industrial, asociado esto a un fenómeno de tercerización, lo que tuvo
decisiva influencia en la economía.
El constante incremento en la deuda externa, el apuntado y ostensible atraso en el tipo de
cambio y las crecientes dificultades fiscales, en un contexto político cambiante, fueron
los principales motivos de la crisis financiera-cambiaria de comienzos del nuevo milenio.
La devaluación del peso fue muy brusca y provocó el segundo cambio estructural. A partir
de ese momento, comenzaron a recuperarse industrias que habían casi desaparecido con el
atraso cambiario. Al mismo tiempo, empezó a vivirse un proceso de fuerte sustitución de
importaciones y un nuevo crecimiento en las cifras de comercio exterior, con resultados
más significativos en cuanto a un saldo comercial positivo que a un incremento
cuantitativo.Un
cambio de mentalidad
Quizás la mayor dificultad que se observó en las empresas tuvo que ver con una cuestión
subjetiva, como la derivada del cambio de mentalidad. En efecto, en la Argentina de fines
del siglo XX, en la mayoría de las ramas industriales, el fenómeno de la exportación
pasaba más que por su programación por la colocación de excedentes del mercado interno.
Otra novedad para las firmas exportadoras fue la modificación de las políticas
crediticias. Desde la década del 70 existían disposiciones del Banco Central tendientes
al otorgamiento de créditos para el prefinanciamiento, financiamiento y posfinanciamiento
de las exportaciones. Pero, como en la década del 80 los bancos comerciales eran los
responsables de dichas líneas de crédito, en la práctica las únicas empresas que
accedían eran las grandes, que contaban con garantías empresarias suficientes, y las
que, paradójicamente, eran las que podían obtener fondos de empresas o casas matrices
del exterior, y las que objetivamente no necesitan de créditos baratos y promocionales,
un bien escaso en una economía inflacionaria.
Mayor especialización
En forma paulatina, en los últimos 15 años se verificó una fuerte ganancia de
productividad, lo que fue incentivado a partir de la llegada de capitales extranjeros y el
paulatino regreso de capitales locales. Con la competencia externa, muchas empresas,
imitando el éxito regional de Chile, decidieron dedicarse en forma prioritaria a
exportar. En la mayor parte de los casos correspondió a productos agroindustriales,
aunque también se advirtió especialización en bienes con importante valor agregado,
como tubos sin costura, automotores o productos siderúrgicos especiales.
En cuanto a las importaciones, se verificó que las entradas de bienes de capital
superaban los porcentajes históricos de participación a comienzos de la década del 90,
favorecidos por el atraso cambiario. Con el avance de la década, y globalización
mediante, este fenómeno tendió a reducirse. Con el nuevo milenio fue significativo el
cambio tecnológico, especialmente en la producción primaria, lo que, sumado a la
estampida del petróleo, hizo que estos bienes fueran artífices del incremento de las
exportaciones. Las retenciones aplicadas no provocan mayores problemas a los exportadores,
habida cuenta de la política de devaluación del peso, pilar del superávit fiscal de la
actual administración.
La paradoja
El aumento del comercio exterior argentino en los últimos años no admite discusión. Las
exportaciones pasaron de 12.353 millones de dólares en 1990 a 25.856 millones en 1998 y a
40.013 millones en 2005. Las importaciones tuvieron una evolución todavía más
significativa, especialmente en la primera etapa del cambio estructural, para
desacelerarse a partir de la sustitución. Pasan de 4077 millones a 31.437 millones, lo
que implica un crecimiento del 671% en 1998, alcanzando a 28.692 millones de dólares en
2005.
Independientemente de los dos cambios estructurales y de la influencia del fenómeno
Mercosur, el aumento exterior argentino debe ser evaluado como meramente incipiente. En
efecto, la Argentina, pese a los avances estructurales logrados, dista todavía de ser
clasificada como un país "abierto" en materia de comercio exterior. Es que la
relación entre sus exportaciones e importaciones sumadas está lejos de llegar al 20% del
PBI. Este porcentaje resulta insuficiente como para considerar que la mayor parte de la
tarea ya fue realizada.
Otra asignatura pendiente es lograr una mayor diversificación en el comercio dado que
Brasil, vecino mayor del Mercosur, canaliza el 30% de los negocios argentinos. |