Con seguridad que no
he de descubrir nada nuevo si digo que vivimos en un mundo en constante movimiento, sujeto
a permanentes, acuciantes y sustanciales cambios. Tal situación, y atento a que no somos
máquinas programables, nos genera, entre otras cosas, importantes presiones, una alta
cuota de responsabilidad, y termina conduciéndonos finalmente hacia el ya muy transitado
camino del estrés.
Sería bueno quizás detenernos por un instante y comenzar a pensar sobre ello. Con ese
fin, resulta oportuno hacernos algunas preguntas para reflexionar: ¿está mal que así
sea?, ¿debería ser de otra manera?, ¿es lo que quiero para mí?, ¿puedo manejar la
situación?
Las respuestas a las dos primeras nos ayudarían a ubicarnos en la realidad de un mundo
moderno, del cual probablemente solo estemos queriendo aprovechar las ventajas y
oportunidades que nos ofrece sin reconocer demasiado alguno de los esfuerzos que sería
necesario afrontar para lograr su obtención.
Las respuestas a las siguientes dos preguntas servirían para ayudar a situarnos dentro de
nuestra realidad, en la que posiblemente nos encontremos inmersos sin saber demasiado lo
que ello implica o bien sin haber decidido que así sea. Es lo que vulgarmente conocemos
como funcionar por inercia, o bien como producto o consecuencia de una reacción ante lo
que nos pasa, en lugar de hacerlo por medio de acciones evaluadas y decididas por nosotros
mismos.
Así planteada la cuestión, quizás podamos coincidir en que no existe ninguna diferencia
cuando nos enfrentarnos diariamente a la situación planteada, tanto sea en el ámbito
profesional como en lo personal, ya que resultaría imposible disociar la persona que
somos del rol de profesional que asumimos.
¿Qué se puede hacer entonces para manejar mejor la situación?Las cuatro dimensiones
Dice Stephen Covey, en su libro El 8º Hábito, que los seres humanos no somos simples
cosas a las que motivar y controlar, sino que tenemos la posibilidad de plantearnos de una
manera muy sencilla nuestra existencia. Así, prosigue, estamos formados como una persona
completa: cuerpo, mente, corazón y espíritu; con cuatro necesidades básicas: vivir,
amar, aprender y dejar un legado; cuatro inteligencias o capacidades física, mental,
emocional y espiritual, siendo sus manifestaciones más elevadas para cada una de ellas:
la disciplina, la visión, la pasión y la conciencia, y, manifiestas finalmente como la
representación de ellas, las cuatro dimensiones de voz interior: necesidad, talento,
pasión y conciencia.
Si podemos aceptar esta propuesta como una alternativa o visión adicional, tan válida
como posible, y yo personalmente creo que así lo es, sin duda que deberíamos tratar de
respetar, desarrollar, integrar y equilibrar estas dimensiones, buscando obtener sus
manifestaciones más elevadas en cada una. De esa forma podemos producir una sinergia
entre ellas que permitiría motorizar y avivar ese fuego interior del que habla Covey.
Pero, ahora bien, ¿cómo hacemos y logramos ese equilibrio e integración que se
proponen?
En primer lugar, deberíamos lograr poder vernos integralmente como poseedores de esas
cuatro dimensiones, considerando además que ninguna de ellas es más importante que las
otras y que debemos cuidar y cultivar a cada una por igual. Así surge muy claramente que
se hace necesario que "encontremos las formas y los tiempos" para dedicarnos a
tan importante y productiva tarea.
Quizás puede sonar fácil decirlo y/o exponerlo, ¿pero resulta tan fácil hacerlo y
lograrlo? Ni fácil ni difícil. Puede resultar más o menos complejo según los casos y
las personas, pero lo único cierto es que sólo al hacerlo podremos saberlo y, además,
sin duda, aprovechar los beneficios que nos puede acarrear.
¿Quién podría negar que un cuerpo no debidamente cuidado en función de las cargas y
presiones a las que lo sometemos constantemente pueda cobijar una mente, un corazón y un
espíritu armónicos y enfocados en un objetivo claro, preciso y que nos convenga?
¿Quién puede creer que, sin el ejercicio mental a través de las capacitaciones
técnicas y profesionales que solemos realizar, podemos satisfacer adecuadamente los
servicios que brindamos, produciendo ello un importante impacto con sus consecuencias en
el resto de las otras dimensiones.
¿Qué podría pasar si no tuviéramos la capacidad y la tolerancia de permitir manifestar
nuestro sentir ante hechos y situaciones que así lo merecen y requieren? El corazón,
además de un órgano vital, suele transformarse en un refugio al cual muchas veces
debemos recurrir para saciar o paliar nuestra necesidad emotiva, o bien como reservorio de
ayuda para brindarla a algún semejante que la necesite.
Por último, cómo poder concebir el no cultivo de nuestro espíritu, andamiaje
fundamental que nos guía por el camino de lo correcto a través de la permanente
búsqueda de nuestra conciencia.
Pero es necesario ser precavido con la dosificación de cada uno de ellos. Ya fue
expresada la conveniencia y si se quiere la "necesidad de equilibrio" entre
estas cuatro dimensiones. Puede resultar, además, muy peligroso el hecho de llegar a
creer que se pueden compensar entre ellos.
Debemos ser muy cuidadosos en este sentido y enfocar nuestro estilo de vida (en todos sus
aspectos) hacia su desarrollo integral y en forma complementaria. Seguramente podríamos
estar muy equivocados en creer que el mayor desarrollo o aptitud de uno de ellos compensa
o reemplaza la falta o carencia de las otras manifestaciones. Así, por ejemplo, hoy en
día suele ser común ver a personas fanatizadas o esclavizadas por su trabajo. Dedican la
mayor parte de su existencia a ese fin sin saber que tarde o temprano se encontrarán de
frente con la cruda realidad de que solamente tienen eso y nada más que eso. Han
sacrificado, sin siquiera notarlo, a su familia o sus afectos, y así, a la hora de
necesitarlos, ellos no están como les haría falta. Ni hablar de la inversa cuando
alguien los requiere como apoyo emotivo para superar una situación adversa. ¿Qué
podría aportar alguien no acostumbrado a manifestar y expresar sus sentimientos, producto
de moverse constante y permanentemente en ambientes hostiles y hasta combativos, donde el
solo pensar "sentimentalmente" es símbolo de debilidad o vulnerabilidad?
Son también ampliamente conocidas por todos las consecuencias físicas a las que nos
conduce la falta de cuidado o atención del cuerpo. Usualmente, ello ocurre como posible
resultado de la excesiva dedicación que solemos tener cuando solo nos centramos en alguna
y exclusiva dimensión en detrimento de las restantes. Seguro que el resultado final será
el de terminar limitando y hasta imposibilitando la realización de las acciones que me he
propuesto, lo que impactará finalmente contra las otras tres dimensiones, y ello, con
seguridad, trae aparejado un abrupto final del objetivo propuesto.
En resumen, y sin dejar de insistir en la constante necesidad de toma de conciencia sobre
el particular, me permito sugerir, como primer eslabón para su posible solución, algunos
criterios para el abordaje de la situación:
1- Desarrollar y cuidar nuestro cuerpo, a través de una disciplinada acción basada en:
actividades físicas apropiadas, buena alimentación, necesario descanso y buen control
médico periódico.
2- Desarrollar y cuidar nuestra mente, definiendo claramente una visión que nos ayude y
pueda guiar hacia la adquisición de nuevos conocimientos y técnicas con el objeto de
mantenernos actualizados profesional y personalmente, y aptos para la vida actual.
3- Cultivar nuestro corazón mediante un ejercicio adecuado del uso del sentir en todas
sus manifestaciones: alegrías, penas, enojos, amor, ternura. Y que lo sea tanto para
brindárselo a los demás como para obtenerlo de ellos cuando nos sea necesario. Ello nos
permitirá lograr encontrar la pasión por lo que hacemos.
4- Cultivar el espíritu a través de bucear en los distintos valores con que nos podemos
identificar, o bien necesitamos enarbolar, para desarrollar un nivel de conciencia capaz
de gobernar la visión, la disciplina y la pasión, logrando así un nivel de liderazgo
perdurable y que pueda cambiar el mundo para bien.
Herramientas profesionales
Al ejercer nuestra profesión estamos acostumbrados a usar, a recomendar y a aplicar una
serie de herramientas que hacen a la gestión, administración y organización de las
mismas. ¿Por qué no pensar entonces que algunas de ellas bien podrían ser adaptadas e
incorporadas a nuestra propia persona?
Así, por ejemplo, no sería descabellado intentar desarrollar una matriz de FODA sobre
nosotros mismos, que nos permita ayudar a ubicarnos más clara y precisamente en la
obtención de un determinado objetivo. ¿Por qué no atrevernos a definir nuestra propia
misión y visión personal, las estrategias, los objetivos y las acciones necesarias para
lograr las metas propuestas? Finalmente, y a partir de estas herramientas, ¿por qué no
llevar a cabo un control de gestión periódico que nos ayude a verificar los desvíos y
permita efectuar las necesarias correcciones a tiempo y sin sorpresas?
Quizás resulte demasiado "estructurado" o tal vez hasta impropio de aplicar en
o con las personas. Yo me pregunto entonces: ¿no son herramientas de sobrada y vasta
aplicación y de probados y efectivos resultados en muchas organizaciones de todo tipo?
¿No son acaso las organizaciones estructuras compuestas por personas con las cuales estas
recetas pueden funcionar? Entonces, si suelen tener éxito en ellas, ¿por qué no
podrían tenerlo con nosotros en forma individual?
Conformándome con haber despertado en cada lector la reflexión sobre los conceptos
expuestos, me permito adicionalmente sugerir buscar la superación constante y permanente
en aquellas capacidades clave, tales como: adaptación al cambio, comunicación, trabajo
en equipo y liderazgo.
La juventud: la actualidad y
el futuro inmediato
Desde siempre se ha venido hablando de la importancia y el valor que tiene la juventud en
este proceso del conocimiento personal, como así también en el futuro de las
organizaciones y en la vida en general.
Hoy, convengamos, el concepto sigue manteniendo plena vigencia y hasta se ve potenciado
por la velocidad y los cambios con que se mueve el mundo actual, tal lo planteado al
comienzo.
Sin embargo, y solo a modo de análisis no comparativo o evaluativo, observamos con mucha
satisfacción que las posibilidades de encarar la situación son diferentes. Hasta hace
pocos años, no solamente no existía tratamiento de estas temáticas o capacidades de
orden personal en las carreras universitarias, sino que también eran poco frecuentes las
especializaciones sobre el particular (liderazgo, trabajo en equipo, comunicación) que se
podían llevar a cabo en ámbitos educativos.
En cambio, y por suerte, hoy no solo se han instalado en los claustros secundarios y
universitarios, sino además las organizaciones ponen especial énfasis en su difusión y
constante actualización por parte de su personal, a través de cursos, talleres y hasta
con la contratación de verdaderos especialistas de la psiquis humana. Todo ello pone
especialmente de manifiesto el valor y la importancia que se le da a la capacidad humana,
en una evolución del mundo que va desde la era industrial, signada por la división del
trabajo, la tarea rutinaria y simplificada, tendiendo a la productividad por sobre otro
aspecto, a verse actualmente orientada hacia el conocimiento y la información, pero, a la
postre e inexorablemente, con un acelerado paso hacia la etapa de la sabiduría.
¿Y qué entendemos por sabiduría? Según el Diccionario Español Larousse
(www.diccionarios.com) es "el conjunto de conocimientos amplios y profundos que se
adquieren mediante el estudio o la experiencia. Facultad de las personas para actuar con
sensatez, prudencia o acierto". Sin lugar a dudas, esto requiere, y ha de requerir
más aún, de los seres humanos un esfuerzo y direccionamiento hacia una mayor
especialización, integración y autonomía, tendientes entre otras cosas a poder asumir
riesgos, convertir ideas en acciones y resultados concretos, poder organizar el tiempo y
el trabajo, formar y liderar gente, trabajar y aprovechar las ventajas del trabajo en
equipo y, fundamentalmente, lograr una adecuada y clara comunicación con nuestros
semejantes en pos de mejores y más productivas relaciones.
Así, y teniendo primordialmente a la vista este destino en el que ya estamos inmersos,
hace falta resaltar la imperiosa necesidad de capacitar a la juventud, especialmente para
la dirigencia de las organizaciones del futuro, ya que éstas están requiriendo cada vez
más de individuos con alto grado de desarrollo en capacidades conceptuales (comprender el
negocio, conocer el mercado, manejar los procedimientos y sistemas) y en capacidades
humanas (comunicación, motivación, liderazgo, interrelación), además de las ya
conocidas y dominadas capacidades técnicas propias de las diferentes profesiones.
Conclusiones
Mencioné la intención fundamental de lograr la reflexión del lector en lugar de verter
conceptos dogmáticos, poco flexibles. Hablar e incursionar en las capacidades personales
hace que debamos considerar por sobre todas las cosas la esencia y característica de cada
ser humano en particular, ya que cada ser humano es único y especial. Por este motivo,
este aporte puede ser considerado como una alternativa atractiva, sin perjuicio de su
adaptación a la filosofía, creencias y preferencias personales de cada lector.
Por último, cabe una especial recomendación a todos los profesionales en Ciencias
Económicas. Muchas de las acciones sugeridas como alternativas para la mejora de nuestras
capacidades pueden ser cubiertas mediante la participación en las actividades que
desarrolla el Consejo; por ejemplo, a través del trabajo en comisiones de estudio, en los
cursos de la Escuela de Educación Continuada, o en las actividades culturales y
deportivas que organiza. |