Para el joven
profesional en Ciencias Económicas, su campo de acción irá expandiéndose poco a poco
en la medida en que vaya recuperándose la confianza en el país. En un contexto de
certidumbre y respeto a las instituciones, no caben dudas de que las oportunidades
seguirán apareciendo como ya se percibe en la actualidad.
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Autor:
Dr. Humberto Ángel Gussoni
Presidente del CPCECABA |
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Los jóvenes
profesionales argentinos en Ciencias Económicas se enfrentan a un cambio de paradigma. El
nuevo contexto en el que se desempeñan es diferente al de unos años atrás. La dinámica
de los tiempos que corren obliga al profesional a actualizarse hoy en día más rápido
que nunca. Y aquellos jóvenes que todavía atraviesan su etapa de estudios, o dan sus
primeros pasos como profesionales, afrontan el desafío de tener que demostrar todavía lo
que valen. Esta sensación se vive únicamente en ese período de la vida profesional,
cuando la experiencia es un activo añorado, que solamente comienza a construirse dando
pasos de forma prudente y sólida. Los atajos suelen desencadenar errores que después
terminan pagándose más caros. El prestigio de un profesional es algo que se construye
lentamente, pero que puede perderse muy rápido.
Los jóvenes de hoy en día se encuentran ante un contexto con ciertas características.
Por ejemplo, en el plano doméstico, los graduados salen al mercado laboral enfrentando
una serie de complicaciones que hacen difícil su inserción. Si bien en la actualidad se
experimenta una mejoría respecto a años atrás en términos de oportunidades de trabajo,
los jóvenes profesionales son presa de las imperfecciones que acumulan a lo largo de su
paso por el sistema educativo nacional. Una sincera discusión sobre la calidad de la
enseñanza que queremos, puesta al servicio de la capacitación de nuestros recursos
humanos, es algo fundamental para que la Argentina encuentre un futuro con más bienestar.
El país vivió una de las crisis más importantes de su historia hace nada más que tres
años. Pero, luego de una recesión que duró cuatro años, es lógico que lleve tiempo
recuperar muchos recursos y capitales que se deterioraron. Para el joven profesional en
Ciencias Económicas, su campo de acción irá expandiéndose poco a poco en la medida en
que vaya recuperándose la confianza en el país. En un contexto de certidumbre y respeto
a las instituciones, no caben dudas de que las oportunidades seguirán apareciendo como ya
se percibe en la actualidad. Las empresas, los hombres de negocios, los emprendedores,
necesitan de la capacidad y la creatividad de nuestros jóvenes profesionales, y no cabe
duda de que éstos responderán al estímulo.
Pero los estudiantes y los recién graduados deben saber bien que, aun cuando el país
recupere cierto esplendor, los desafíos seguirán siendo complejos y dinámicos. La
Argentina enfrenta un duro camino en la lucha contra la informalidad, que es una
característica que afecta directa e indirectamente a los profesionales. Pero, además,
una economía informal atenta contra la integración de la sociedad entera, creando dos
tipos de ciudadanos, distintas calidades de vida, diferente acceso a los servicios
públicos, etc.
Así como en los 90 las carreras de Ciencias Económicas gozaron de un boom, hoy se vive
algo parecido en aquellas de carácter más industrial. Distintos tipos de ingenierías,
por ejemplo (textiles, software, petróleo), están trabajando de manera intensa para
formar profesionales que se desempeñen en sectores productivos que durante décadas
fueron desatendidos y hoy están reconfigurándose.
Dejando visiones miopes de lado, los profesionales en Ciencias Económicas deben estar
preparados para entender y comprender este nuevo tablero. En estas industrias también
ellos tienen su lugar. Allí están esperando a nuestros graduados. Lejos de quedarse
fuera del grupo de los ganadores, deben demostrar que tienen la capacidad para coordinar
esfuerzos y brindar un conocimiento propio que ayudará a la toma de decisiones de las
empresas.
El otro gran cambio al que se enfrentan hoy las generaciones más jóvenes es la
globalización. Acá cuentan con la ventaja de haber nacido sabiendo ya qué significa
vivir en una economía global y no en una sociedad cerrada. Distinto fue para las
generaciones anteriores que, en definitiva, se encontraron de un día para el otro
afrontando exigencias que demandaban el empleo de herramientas que desconocían hasta el
momento. Este hecho produjo que se vivieran etapas de tensión, de enorme sacrificio, en
las que, muchas veces, el Estado estuvo ausente. La falta de visión estratégica tal vez
hizo que el país perdiera oportunidades para canalizar posibles beneficios de forma más
eficiente.
Hoy, para los jóvenes, la globalización es un dato, un hecho de la realidad. Y saben que
la mejor manera de encararla no es esconder la cabeza, sino prepararse de la mejor manera
posible. El idioma, el manejo de la tecnología y de nuevas herramientas, el saber
comunicarse y dialogar son elementos básicos para desempeñarse hoy en el mercado. El
profesional a esta altura no distingue si trabaja para un empleador nacional o extranjero;
si su casa matriz está en una PyME local o en México. Las oportunidades de trabajo no se
encuadran sólo dentro del país, sino también en el exterior. El avance de las
comunicaciones, la informática y los medios de transporte brindan una oportunidad para
que las exigencias que aparecen aporten verdaderos beneficios.
Los contextos cambian. Las demandas cambian. La formación de nuestros profesionales
debiera ir acompañando estas nuevas demandas. No solamente se requiere gente de máxima
solvencia técnica, sino también gente que tenga la lucidez para darse cuenta de cuáles
son los nichos para desenvolverse en los próximos años. |
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