En la Argentina, el
ingreso promedio de las mujeres es considerablemente menor que el de los varones. Se
calcula que ganan aproximadamente un tercio menos. En la segunda mitad de 2005, por
ejemplo, ellas ganaban un promedio mensual de $668 contra los $959 de ellos. Así surge de
un trabajo especial que realizó SEL, la consultora especializada en estudios laborales.
Pero ¿qué es lo que determina esta diferencia entre varones y mujeres? Básicamente, hay
dos respuestas.
En primer lugar, las mujeres están mucho más expuestas al empleo en negro que los
varones. Las estadísticas oficiales avalan esta explicación. Mientras que entre los
hombres ocupados el trabajo informal llega al 37.5%, en la población femenina alcanza el
49%. La proporción de mujeres con un trabajo en blanco en el sector privado es 15 puntos
menor que la que tiene la población masculina. El trabajo en negro de las mujeres no se
debe, como comúnmente se piensa, a la incidencia de la actividad doméstica, ya que una
de cada 6 mujeres que trabajan en nuestro país se dedica a esas tareas. La explicación
está en que sencillamente los hombres tienen más acceso a programas oficiales (sociales)
y las mujeres se dedican más a otras actividades.
En segundo término, el otro factor que puede explicar por qué las mujeres ganan menos
que los hombres "es que ellas trabajan jornadas mucho más cortas", dice el
informe de SEL. Excluidos los planes sociales, el promedio es de 121 horas mensuales; para
los varones, en cambio, es 171 horas.
La jornada laboral más corta de las mujeres tiene que ver con menores oportunidades, pero
sobre todo está asociada a que continúan ocupándose de la mayor parte de las tareas
domésticas. Esto sugiere que, después de un cierto límite, el costo de oportunidad
(económico y no económico) del trabajo no remunerado en el hogar es más alto que el
ingreso adicional que podrían obtener trabajando más horas en el mercado.Universo profesional
Sin embargo, los argumentos esgrimidos que plantea este trabajo sufren algunos
contratiempos.
En el caso de las profesionales, por ejemplo, el género no es una cuestión de límites
para los honorarios. El problema pasa más bien por otro lado. Por lo general, las mujeres
tienen problemas en manifestar ciertas debilidades al enfrentarse con la fijación de
honorarios. Hay que tener en cuenta que siempre, o casi siempre, el que paga es un hombre,
y el tema se ha estudiado desde la psicología. Se trata de una cuestión atávica, basada
en culturas que hacían al hombre acreedor del trabajo mejor remunerado.
Han pasado muchos años, pero la supremacía del mandato masculino, del hombre que
ordenaba, que compraba todo, subsistió por muchos siglos. Esto ha hecho que lentamente la
mujer se vaya desprendiendo de eso y acepte su igualdad con el hombre en el momento de la
valoración económica de sus servicios.
Con respecto a la disminución de la jornada de trabajo de la mujer en relación con la
del hombre, esa visión es un tanto parcial. Si bien es cierta en el caso del empleo en
relación de dependencia, generalmente dado por el cumplimiento de las leyes sociales, con
respecto a las licencias obligatorias de tipo maternal, por ejemplo, en la mujer
profesional no se da. Mucho antes de cumplirse los plazos legales del período postparto,
la profesional vuelve a su puesto de trabajo o comienza sus actividades laborales desde su
casa, que trasforma en su oficina, atendiendo a su bebé y a sus clientes. Así, hace uso
de esa facultad femenina de realizar varias tareas al mismo tiempo y, además, hacerlas
bien. Es una situación en la que se aplican cabalmente los principios de eficacia y
eficiencia.
La jornada de la mujer profesional es muy extensa. Llega a más de 12 ó 14 horas diarias.
Y a eso le suma la dedicación a su hogar.
Pero, además, como si esto fuera poco, también le deja espacio a la capacitación en
todo momento que le quede "libre" para mantener un perfil competitivo en el
mercado y poder ofrecer cada vez con mayor nivel de especialidad lo que el cliente
demanda. |