En muchos temas económicos
y políticos, el país tiene ciclos pendulares que impiden la realización de todo su
potencial. Se ha pasado de una economía cerrada, que nos aisló del mundo y minimizó
nuestro progreso, desde la década del 30 hasta fines de los 80, a un período de apertura
lamentablemente breve a principios de la década del 90, y actualmente volvemos a
aislarnos del mundo y a seguir políticas económicas autárquicas y retrógradas.
La previsión social no podía estar ajena a estos vaivenes. A medida que el sistema
jubilatorio maduraba, y se deterioraba la relación aportantes afiliados, aumentaban los
déficit previsionales, tanto en monto absoluto como en porcentaje del PBI, y se recurría
a artilugios que perjudicaban a la masa de jubilados, especialmente a los que tenían
derecho a beneficios más altos y tenían la desgracia de no pertenecer a regímenes de
privilegio.Situación
antes de la reforma de 1993
En 1993 se había llegado a un sistema previsional totalmente desfinanciado. Se había
producido una ruptura de la relación entre aportes y beneficios. La pirámide de
beneficios se había achatado por aumentar únicamente los beneficios mínimos.
En ese año se dictó la Ley 24.241, que hizo una reforma profunda del sistema, pasando de
un sistema de reparto totalmente arbitrario a un sistema mixto con un componente
importante de capitalización. Si bien no se siguió el ejemplo de Chile, que eliminó
hacia el futuro las jubilaciones estatales, se llegó a un sistema que ofrecía, luego de
superado el período de transición, una salida a la crisis.
La Ley 24.241, si bien fue un enorme progreso sobre el desmanejo anterior, adolecía de
importantes defectos, pues no se aprobó a "libro cerrado". El proyecto original
mantenía únicamente un régimen de capitalización que establecía, luego de un período
de convergencia, una única edad jubilatoria 65 años para ambos sexos y, como
todo régimen de capitalización, eliminaba las jubilaciones de privilegio.
La ley aprobada sembró las semillas de su desnaturalización posterior: mantenimiento de
regímenes jubilatorios provinciales, posibilidad de permanecer en reparto, menor edad
jubilatoria para la mujer, una AFJP NACIÓN- con privilegios sobre las demás, etc.
Desnaturalización
progresiva del sistema
Se fue "remendando" el sistema con reformas sin fundamento técnico para
satisfacer las necesidades del momento: se eliminó el ajuste automático de los
beneficios por el AMPO/MOPRE, se permitió la "compra" de jubilaciones e
inclusive pensiones vía moratoria; en la crisis del 2001 se redujeron los aportes
personales a los afiliados al régimen de capitalización, desfinanciando al sistema
jubilatorio y reduciendo los beneficios futuros. Esta reducción se mantiene aún hoy: se
paga 7 % de aporte, en lugar de 11 %, luego de sucesivas prórrogas de la reducción.
Se creó un engendro sin justificación lógica: el monotributo, que distorsionó
totalmente la estructura de aportes y contribuciones de los trabajadores autónomos, ya de
por sí arbitraria.
Por otro lado, durante la crisis de 2001, se obligó a los Fondos de Jubilaciones y
Pensiones no a las Administradoras, como erróneamente suele decirse- a suscribir
títulos públicos en lugar de efectuar inversiones en la economía real.
Se revirtió la tendencia hacia la eliminación de las jubilaciones de privilegio,
derogadas a través de la Ley 24.241 y sus normas reglamentarias, y se
"interpretó" que seguían vigentes otras anteriores. Estas jubilaciones de
privilegio las paga toda la comunidad, inclusive quienes optaron expresamente por el
Régimen de Capitalización.
Sobre la base de la existencia de un superávit fiscal, obtenido con impuestos distorsivos
y una quita del 70% de la deuda estatal, con reformas sucesivas se creó una industria de
compra de beneficios jubilatorios sin necesidad de desembolso por parte de los
adquirentes, no ya beneficiarios.
Se otorgaron aumentos masivos discriminatorios contra los afiliados de mayores ingresos y
se aumentó reiteradas veces el mínimo jubilatorio sin aumentar las jubilaciones mayores.
Se ha llegado al absurdo de que los monotributistas y las 3 primeras categorías de
autónomos cobren en reparto el mismo beneficio mínimo, con aportes y
contribuciones diferentes.
Al otorgarse aumentos masivos en forma porcentual, sin hacer variar el valor del MOPRE, no
ha habido desde hace más de 9 años aumento sobre la máxima remuneración sujeta a
aporte ($ 4,800.-), igualando hacia abajo a todo el sistema jubilatorio salvo, claro, a
los jubilados de privilegio. Curiosamente, el Estado no tuvo inconveniente en hacer que
las contribuciones patronales se abonaran sobre el 100 % de la remuneración.
Con esto se está volviendo a la situación previa a 1993; se rompe así la relación
aportes-beneficios, lo que achata la pirámide de beneficios jubilatorios, favorece el
"enanismo fiscal", estimula la evasión y el fraude, y pone en riesgo el
esfuerzo realizado en la reforma de 1993 para facilitar el financiamiento y llevar
racionalidad y equidad al sistema.
Por otro lado, se siguieron creando cajas profesionales de afiliación obligatoria, en el
caso de las provincias y municipalidades que trasfirieron sus sistemas jubilatorios a la
Nación, sobre la base de una interpretación forzada de la cláusula del artículo 125 de
la Constitución Nacional, que permite a las provincias "conservar" sus sistemas
jubilatorios. Estas cajas no son solidarias con el resto de los afiliados y beneficiarios
de los regímenes jubilatorios, e inclusive, en ciertos casos, al no ser recíprocas, son
verdaderas estafas en perjuicio de quienes se ven obligados a aportar a ellas y no
califican para recibir beneficios, por ejemplo, por no tener suficientes años de aportes
o no tener domicilio real en la provincia en la que opera la caja.
El futuro esperable
Hay dos escenarios posibles:
1. Que se continúe como hasta ahora. Esto implica el achatamiento de la pirámide
jubilatoria, una menor tasa de sustitución para sueldos altos, aumentos de las
prestaciones para compensar parcialmente la inflación, otorgados por gracia del
funcionario de turno, hasta llegar, más pronto antes que más tarde, a una nueva quiebra
del sistema, estafando a todos los afiliados al sistema integrado, exceptuando, claro
está, a los jubilados de privilegio actuales y a los que se incorporen por su capacidad
de presión política, gremial o corporativa.
2. Que se decida actuar responsablemente sin caer, como hasta ahora, en el populismo y en
igualar hacia abajo. Ello implica, entre otras cosas, restablecer la relación entre el
beneficio y el aporte efectuado, establecer un régimen previsional único para todos los
habitantes del país, elevar la edad jubilatoria de la mujer, que en la actualidad es una
discriminación positiva difícil de explicar, a 65 años, restablecer el 11 %
de porcentaje de aporte jubilatorio sobre las remuneraciones y estimular la inversión de
los fondos recaudados por los Fondos de Jubilaciones y Pensiones en la economía real, no
en forma declarativa, sino en proyectos genuinos con fundamento técnico y con riesgo
crediticio aceptable.
No realizar un cambio de rumbo hacia la responsabilidad y la coherencia, y continuar como
hasta ahora, aprovechando el ocasional superávit fiscal existente, llevará a la
Argentina a una nueva frustración y la alejará aún más del resto del mundo, que
progresa, mientras que en el país los iluminados distorsionan la historia reciente y
tratan de adaptar los hechos a sus teorías, y no a la inversa. |