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Publicaciones - Universo Económico

UE Nº 83 - Febrero 2007

Editorial
El futuro de nuestras profesiones

Autor:
Dr. Humberto Ángel Gussoni
Presidente del CPCECABA
La velocidad que caracteriza a los cambios mundiales, impactados por la aparición de nuevas tecnologías, es el rasgo dominante del proceso que vivimos. Frecuentemente hacemos referencia a ello, puesto que es el principal enfoque que debemos incorporar en nuestros análisis sobre el estado actual y el futuro de nuestras profesiones.

No se trata ya de “adaptarse a los cambios” ocurridos como si fuese una especie de postgrado o de meta a alcanzar, sino el verdadero desafío es de naturaleza epistemológica: se trata de convertir esa percepción del cambio y su ritmo en un modo de acción, es decir, en una característica permanente de nuestro desempeño profesional.


Quienes venimos actuando en las diversas disciplinas que abarcan las Ciencias Económicas y hemos constatado la verdadera mutación que se ha producido en la vida social como consecuencia de la incorporación masiva de nuevas tecnologías estamos realizando una doble adaptación: por un lado, nuestra propia actualización y, por el otro, la responsabilidad de dejarles a las generaciones que vienen el camino allanado para que enfrenten los desafíos futuros con las mejores herramientas posibles. Va de suyo que esto último es lo más trascendente.


Estamos convencidos de que nuestras profesiones deben estar abiertas a un flujo continuo de innovaciones y preparadas para ofrecer respuestas a las nuevas problemáticas que vayan surgiendo, puesto que el futuro no está escrito, se construye día tras día. Gracias a los distintos seminarios y eventos que organiza el Consejo, hemos comprobado que existe un amplio consenso acerca del rumbo a tomar por nuestras profesiones en los años venideros.


En nuestro país y en el mundo, cada año hay más profesionales de diferentes disciplinas que se preparan para competir en el mercado de trabajo. Se buscan respuestas cada vez más eficaces para mejorar la producción, mientras el mercado de bienes y servicios crece a tasas exponenciales como consecuencia de la incorporación de nuevos países al proceso de la globalización y la ampliación de la población con capacidad de consumo.


Es previsible, en consecuencia, que las próximas generaciones deban desempeñarse en un mercado de trabajo aún más competitivo que el actual, donde la batalla por la defensa y la ampliación de nuestras incumbencias habrá de ser constante y muy creativa. Este tema debe ser tratado de forma permanente por las instituciones y sus autoridades, pero implica también al conjunto de la matrícula.


El camino que guíe a esta nueva etapa debe incluir la capacitación continua y la jerarquización profesional.


La necesidad de la actualización curricular de las profesiones de Ciencias Económicas es un tema clave y del que poco se habla. Debe llevarse a cabo al ritmo de las transformaciones de la tecnología y de los avances del conocimiento teórico, de manera que se pueda responder idóneamente a las necesidades de los profesionales y sus clientes. ¿Cuánto tiempo nos ahorraríamos en este esfuerzo necesario si desde la carrera se incorporaran estas aptitudes para luego no tener que aprenderlas cuando uno ya es un profesional?


En consecuencia, para ser coherentes con lo que venimos diciendo, los contenidos curriculares deben adecuarse permanentemente y en vinculación con los requerimientos de un mercado que se caracteriza por su ampliación veloz y su variabilidad.


La incorporación fluida de tecnología en nuestras vidas profesionales supone adaptaciones concretas. Por un lado, cambian los contenidos de la educación que deben recibir los profesionales en Ciencias Económicas y, por el otro, aumentan los requisitos que se requieren a la hora de seleccionar personal capacitado en las empresas y organizaciones de todo tipo.


En ese sentido, un profesional no puede desconocer procesos que hacen al desarrollo del negocio donde se desempeña. No se trata por lo tanto sólo de “cerrar” un balance o “llevar” la contabilidad, sino de aportar valor a través de nuevos conocimientos. Saber cómo exportar, cómo hacer un plan de comercialización, cómo armar un proyecto de inversión, son algunos ejemplos de las actuales demandas del mercado. Si no agregamos valor a nuestra tarea, la sociedad valuará cada vez menos nuestro aporte profesional.


De eso se trata en definitiva: de entender el proceso de creación de riqueza y mejora de los servicios que implican conquistas productivas y organizacionales para aportarles una proporción creciente de racionalidad y calidad.

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