-

 

Publicaciones - Universo Económico

UE Nº 86 - Septiembre 2007

Reportaje. Entrevista con el Dr. Escandell, presidente del CPCECABA
"Defenderé los intereses de los profesionales"

En un reportaje extenso, y por momentos íntimo, la flamante autoridad brinda su opinión acerca de los más variados temas: cómo se encuentra el Consejo hoy, lo que se hizo hasta el momento y qué se propone lograr. Habló también del estado de la matrícula, de la profesión y de la necesidad de acercarse más a la problemática de los jóvenes. Considera que los logros han sido fenomenales en todos estos años, pero que el CPCECABA debe ir por más.
José Escandell tiene el porte de un hombre enérgico. Un luchador disciplinado en un contexto cultural que desde hace mucho tiempo ya no dirime las controversias entre las personas mediante la fuerza o la habilidad físicas, sino impone buenos modales en el trato. El presidente del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires cultiva los buenos modales, claro está, pero eso no impide al interlocutor sentirse analizado por unos ojos penetrantes que parecen fríos, pero que se ablandan cuando su dueño ríe, lo que ocurre pocas veces a lo largo de una charla en la que permanece concentrado, evaluando las respuestas. La impresión que se obtiene es que está siempre muy atento, midiendo las consecuencias de cada palabra que pronuncia. Lo que se llama un reportaje difícil, con un interlocutor en guardia y para nada extrovertido, del que habrá que obtener cada respuesta a golpes de ingenio y precisión quirúrgica en las preguntas.

Universo Económico: El propósito de este reportaje es permitir a los lectores tener una aproximación a su persona, su pensamiento y su gestión al frente de una corporación profesional considerada modelo. Empezaremos por una contradicción, o no, que tiene que ver con la masa de matriculados que reciben esta publicación en forma personalizada. En su discurso, cuando asumió la presidencia, usted habló de 60.000 matriculados, pero luego, en La Circular, editorializó hablando de “máss de 50.000 profesionales”. ¿Cuántos son realmente?
José Escandell: Déjeme aclararlo: tenemos, considerando las personas físicas, más de 55.000 colegas inscriptos en el Consejo. Es una cifra en permanente movimiento, porque en promedio todos los meses se inscriben unos 250 profesionales nuevos y también tenemos bajas por fallecimiento y otras causas. Cuando hablé de 60.000 matriculados, tuve en cuenta que muchos poseen doble matrícula e hice, obviamente, un redondeo. El propósito era llamar la atención sobre la magnitud de nuestro ámbito de acción, lo cual plantea desafíos de comunicación muy exigentes.


UE: ¿Pero cuá ntos realmente participan?
JE: Depende de lo que entendamos por participación. Casi 46.000 colegas estaban en condiciones de votar y lo hicieron, aproximadamente, algo más de la mitad, lo cual, si bien es una concurrencia elevada, también nos plantea un desafío de convocatoria al resto, a los que por diversos motivos no vinieron. Tenga en cuenta que el voto es obligatorio.


UE: ¿Cómo explica la abstención?
JE: Seguramente hay muchas razones personales y de otro tipo. Por eso me planteo, como objetivo personal, conocer los motivos.


UE: ¿Se aplica alguna sanción a quien no vota?
JE: No, no. No hay previstas sanciones, ni correspondería que se apliquen. Pero eso de todas formas no nos deja tranquilos.


UE: ¿Una obligación cuyo cumplimiento no se exige?
JE: Mire, esa obligación está en la ley que rige la vida del Consejo, pero, para nosotros, los dirigentes, lo importante es que la gente se sienta convocada y representada. Si ha votado la mitad del padrón en condiciones de hacerlo, no estamos ante una carencia de representación, sino más bien ante un desafío de participación. Me gusta más mirarlo de ese modo, positivamente, desde la óptica exclusiva de las responsabilidades de las agrupaciones profesionales.


UE: ¿Y qué otras formas de participación existen?
JE: Muchas, y estamos pensando en más. Le explico: el Consejo tiene una vida muy intensa en lo académico, en los servicios que presta. Por sus locales circulan muchísimos colegas, y sin embargo no estamos conformes.


UE: ¿Por qué?
JE: Porque, si observamos, por ejemplo, el evento más importante que hacemos cada dos años, el Congreso Metropolitano, que convoca a todas las especialidades y abarca todas las áreas de actuación profesional, vemos que tiene 1.500 inscriptos, que para un congreso es muy buena concurrencia, pero que en realidad abarca una porción mínima del total de la matrícula. O sea que hay muchos colegas que utilizan muy escasamente lo que el Consejo ofrece, aunque sea, como lo es, una oferta amplísima. Constantemente hay eventos de formación, de capacitación, variados y muy diversos, y todos los días brindamos asesoramiento profesional, servicios de todo tipo: de salud, culturales, deportivos, turísticos. Lo que quiero decir es que, si miramos todo lo que hacemos, hay razones para sentirnos orgullosos todos quienes estamos dentro del Consejo, pero, si miramos el grado de utilización que los profesionales matriculados hacen de la Institución y lo que ella ofrece, no nos podemos dar por satisfechos.


UE: ¿Esto tiene que ver con un déficit de información, de convocatoria, o con una realidad objetiva de las profesiones, de lo que les pasa a los profesionales en su vida laboral?
JE: Es que tenemos que ir al encuentro de esas realidades. Tenemos un panorama muy amplio, datos de todo tipo que tenemos que analizar y ponderar en su importancia respecto de lo que les pasa a los colegas. Yo no me sentiría cumpliendo con quienes me votaron si me conformara con que el Consejo siga haciendo bien lo que viene haciendo. De hecho, en la última campaña electoral no hubo cuestionamientos a la gestión que se venía realizando, porque se da por sentado que lo que se realiza se hace bien y nadie asume el riesgo de aparecer cuestionando lo que la mayoría de los colegas considera una gran conquista. Pero eso no impide que se hable de un “cambio”, un lugar común de toda campaña, dicho sea de paso, pero sin precisar cuál, porque no está claro qué cambio hay que hacer para que sirva. Podríamos llegar al absurdo de plantear el cambio por el cambio mismo.


UE: ¿Qué hay que cambiar entonces?
JE: Hay que ampliar la participación de los profesionales en la vida del Consejo: eso lo tenemos clarísimo. Un desafío de vida democrática real, concreto, diario, no sólo cada tres años en el acto electoral. El matriculado tiene derecho a conocer los avances y resultados de la gestión, y los va a conocer de modo directo. También tenemos que ver, por ejemplo, si las comisiones funcionan a pleno y si están tratando lo que interesa. Creo que hay mucha disparidad en eso, y puede ocurrir que no estemos tratando temas más candentes, más urgentes.


UE: ¿Por ejemplo, cuál?
JE: Lo que les pasa a los jóvenes profesionales, por ejemplo. Ver cómo consiguen ejercer sus primeras labores, cómo se insertan, cómo financian la instalación de su estudio, cuánto ganan, si les alcanza para fundar una familia, si les sirve lo que estudian en la universidad o si sufren un shock de inserción y necesitan saber cosas que nunca les enseñaron. Las profesiones cambian porque cambia la vida social, la economía, la tecnología. El Consejo puede y debe afinar su percepción de estas realidades para ayudar proactivamente a las profesiones. Yo esto lo veo en mi propio estudio.


UE: ¿Qué se advierte en su estudio? ¿Cuántas personas trabajan allí?
JE: Advierto que nuestras profesiones están cada vez más exigidas en lo técnico. En el estudio somos una decena de personas, entre profesionales y empleados. Y tenemos gran experiencia asociativa, es decir, sumamos esfuerzos con otros profesionales o con otros estudios cuando los casos que llevamos lo requieren. Somos un estudio mediano.


UE: ¿Qué especialidad tiene su estudio?
JE: Nuestro fuerte es el asesoramiento a empresas en crisis a partir de la opción que hice, hace casi tres décadas, por la Sindicatura Concursal, después de haberme dedicado, trabajando en relación de dependencia y apenas recibido de Contador Público, a los temas de organización y sistemas, que luego amplié a las disciplinas clásicas de la profesión de contador cuando formé mi propio estudio. Ahora estoy en pleno proceso de “aprendizaje” de la delegación interna. Afortunadamente, el equipo responde y se han integrado dos de mis hijos.


UE: Aprovecho esa mención para preguntarle cómo es su familia. ¿Cuá ntos hijos tiene?

JE: Tengo cuatro hijos y dos de ellos, una abogada y un contador, trabajan en el estudio. La más pequeña es aún estudiante de profesorado en lengua portuguesa y la mayor es licenciada en turismo y se desempeña en una empresa de esa especialidad.


UE: Entrando en un plano más personal, se describió a usted mismo en su discurso inaugural, publicado en Universo Económico Nº 85, como un emigrante. Alguien se sorprendió con ello porque tradicionalmente se hace referencia a los inmigrantes, a aquellos que vinieron a radicarse, y se llama emigrantes a los que se van.
JE: Vale la pena la aclaración. Soy un emigrante de España, de las Islas Baleares, más precisamente de Formentera, donde nací. Vine a la Argentina en 1954, cuando tenía nueve años, con mi madre y mi hermano. Vinimos a reunirnos con mi padre, que viajó en 1951 y se había salvado de morir en la guerra civil española, donde combatió en el lado republicano. Estuvo en la batalla de Mallorca y en la zona del Ebro. Se había anotado como voluntario y se salvó por segunda vez en la corte marcial que le hicieron al terminar la guerra, porque eso no se pudo probar. A los voluntarios los fusilaban. Mi padre vuelve a la Isla después que lo liberan y sienta cabeza, pues se pone de novio con quien sería mi mamá, en su pueblo de origen, pero querían emigrar. Se entiende el porqué de esta decisión después de la guerra y las penurias pasadas.


UE: Una separación, siempre dolorosa, que pasó en muchas familias.

JE: Sí, claro. Pero yo la viví de un modo particular. Recuerdo que me apasionaba leyendo una enciclopedia ilustrada. Dibujaba mapas, incluso de la Argentina, donde ya estaba mi padre, y sabía que nos reuniríamos con él. Mi padre fue una persona extraordinaria para mí, como es lógico; buscó con empeño una vida mejor y fue un autodidacta, un estudioso de literatura, matemáticas, historia, lenguas. Había sido marinero, pescador, agricultor, leñador y fabricante de carbón, entre otros oficios, y todos le dejaron algo. Viajó muy joven en un yate estadounidense por casi todo el mundo y juntó una colección de postales, que fueron ventanas para mi imaginación. Recuerdo una de Pompeya, por ejemplo. Yo miraba ese álbum fascinado y también soñaba con emigrar, cuando él se nos adelantó viniendo al país, y luego, cuando nos trajo, esos sueños se hicieron realidad. Eligió la Argentina. Se sentía a gusto aquí, aunque tuvo que trabajar mucho para salir adelante. Siempre tenía al menos dos trabajos: la suya es toda una historia de trabajo. Todos lo hacíamos, desde muy chicos.


UE: ¿En qué trabajaban?
JE: Primero en casa. Armábamos y forrábamos cajas, que se usaban mucho en el comercio. Luego, a los 13 años, entré de operario en una pequeña fábrica de cajas de cartón, donde trabajaba de 8 a 13, y asistía en el turno vespertino al Comercial de Lanús. Pero, cuando entré en Bunge y Born, a los 17 años, debí terminar el secundario en un nocturno y lo mismo hice cuando estudiaba en la Facultad.


UE: Trabajo y estudio: una combinación difícil que ahora se ve menos.
JE: Hay menos oportunidades; tal vez sea eso. Menos demanda de mano de obra juvenil, probablemente, y más exigencia en los puestos de labor. Yo me recibí en 1969, a los 25 años recién cumplidos, siempre trabajando, y, habiéndolo hecho en un gran grupo empresario, quise conocer una empresa más pequeña y me fui a una metalúrgica chica, donde hice la experiencia no ya de staff, sino en la línea, como contador general. Eso fue muy valioso y me sirvió mucho, cuando luego empecé en un estudio profesional, para realizar las labores clásicas del contador, como tareas contables, auditoría e impuestos.


UE: ¿Y cuándo instala su propio estudio?
JE: Eso fue muy rápido: en 1972. Y funcionó la combinación de esas experiencias previas. Tuve clientes importantes desde el principio: Bonafide, Gurmendi y la Sociedad Rural.


UE: ¿Y la especialidad que lo hace conocido, concursos, cuando la encara?
JE: Eso fue desde 1979. Me inscribí como síndico, a instancias de un amigo, y salí sorteado. Desde entonces, siempre se me ha designado por mérito a mis antecedentes. Es que esa especialidad estaba muy descuidada, y creo haber formado parte de una generación de profesionales que la rescató y la convirtió en una verdadera opción profesional, dándole el vuelo y el prestigio que merece. Logramos que, desde 1986, la actuación del profesional en Ciencias Económicas en la Justicia sea una parte específica de los congresos de la Federación de nuestros Consejos. En las últimas dos décadas se fueron creando las carreras de postgrado en esta especialidad, primero en la Universidad Nacional de Tucumán y en la UBA, donde soy profesor del seminario de práctica profesional concursal, que es la última materia en la especialidad, la que lo pone a uno en la trinchera concreta de esta área de trabajo.


UE: ¿Y cómo combina esa carrera exitosa con las nuevas responsabilidades en el Consejo?
JE: Esta es una buena pregunta porque el asunto me ha puesto a prueba y me ha obligado a cambiar planes. Cuando me ofrecieron la candidatura a presidente, me tomé una semana para contestar, para hablar con mi familia y para pensar en qué medida esto implicaba un cambio en mis planes.


UE: ¿Cuá les eran sus planes previos, si se pueden confesar?
JE: Sí, se pueden confesar, claro. Tenía planes de ir delegando paulatinamente más tareas en el estudio, con un ritmo distinto del que me veo obligado a seguir hoy; tenía planes de mayor producción intelectual, estar menos en la fragua diaria, tomarme libre los viernes, aprovechar para descansar los fines de semana. Incluso para cultivar un hobby intelectual, que es leer sobre el origen de la vida, del universo, del sistema solar, donde hay muchas más hipótesis que respuestas. Pero ahora, mucho, o casi todo de eso, queda de lado. Hablando en particular sobre el ejercicio profesional propio, piense usted que lo que es conocido de mi especialidad, aquello sobre lo cual tenemos ya experiencia en el estudio, se puede encarrilar y delegar más fácilmente, pero lo que es asesoramiento directo al cliente, lo que consiste en analizar el caso en su especificidad, incluso como interconsulta con otros colegas, mucho de ello hay que dejarlo de lado, porque no hay tiempo para atenderlo.


UE: ¿Cuánto tiempo le lleva el ejercicio de su cargo en el Consejo?
JE: Si uno quiere ocuparse en serio de la responsabilidad que ha asumido, no puede dedicar menos de ocho o nueve horas diarias en promedio. Durante una gran parte de ese tiempo hay que participar de actos públicos. De modo que, si además uno quiere pensar y elaborar iniciativas que sirvan al objetivo, la dedicación es casi full-time.


UE: ¿Y cómo lo resuelve? Porque ocho o nueve horas diarias es lo que debería trabajar, en total, una persona normal.
JE: (Se ríe)… ¡Es que si nos metemos en esto no somos personas normales! No hay más remedio que ampliar las horas de trabajo. Porque yo no puedo desatender del todo mi estudio, sería irresponsable. Las que más sufren este tironeo son las tareas creativas e intelectuales, que en mi especialidad y con los años que llevo en ella, se exigen siempre porque no hay dos casos iguales.


UE: ¿Hay más concursos ahora?
JE: No, afortunadamente para el país, no. Estamos todavía administrando las secuelas de la crisis de 2000-2002. En períodos de auge de la economía, como ahora, hay lógicamente menos quiebras y concursos.


UE: ¿Y sobre qué materia son esas tareas intelectuales?
JE: Siempre en lo mío, en materia concursal. Hay una editorial que tiene anunciado en su catálogo un libro mío que no he podido terminar de escribir. Me había comprometido con eso antes de asumir esta responsabilidad política. También estas tareas nuevas condicionan mis actividades académicas en diversas universidades y mi participación en jornadas y congresos.


UE: ¿Le pesa lo que tiene que dejar de lado?
JE: Hay un costo personal y familiar, eso no puedo negarlo, aunque mi mujer y mis hijos me acompañan. Pero, claro, cuando se resienten actividades sociales y familiares, y se percibe que la función marca prioridades, o que debo ausentarme por viajes, todo eso pesa de algún modo. Me pesa a mí también, porque sin duda genera conflictos entre estas esferas que no siempre se pueden resolver del modo que uno sabe que debiera ser.


UE: Pero habrá otras cosas que compensen. ¿Cuál es su balance en la suma y resta de lo que gana y lo que pierde?
JE: Eso lo voy a saber con el tiempo. De lo que estoy seguro es de que uno tiene que hacer lo que cree que debe, aunque suene un poco solemne. En materia económica personal claramente hay un retroceso, una afectación de los ingresos, porque quienes asumimos estas tareas generalmente estamos en un punto de desarrollo profesional en que dedicarnos a lo nuestro suele dar más rédito que en etapas anteriores. Las autoridades del Consejo no tenemos honorarios asignados; sólo están reconocidos unos viáticos que pretenden compensar los gastos que demandan nuestras funciones, de modo que por ese lado lo que se pierde es lo que se deja de obtener en el ejercicio de la profesión, y eso, como se sabe, no se recupera después, al contrario.


UE: Y en materia de satisfacción política, de figuración, ¿no cree que su cargo lo proyecta de un modo que también satisface al ego?
JE: Evidentemente es así. No creo que se pueda dedicar a esto alguien que no tenga de algún modo vocación política. El Consejo es una pequeña polis, incluso no tan pequeña. Por eso somos tan celosos de la observancia de la democracia interna, a la que ahora buscamos alentar, llenar de contenido. Creo que, si hacemos bien las cosas en nuestra casa profesional, ello se proyecta de algún modo a la sociedad, contribuyendo a la mejora de la calidad de las instituciones, que es el gran tema de nuestros días.


UE: Desde ese punto de vista, de la revitalización de la democracia interna, ¿qué es lo que piensa que está faltando?
JE: Genéricamente hablando, diría que falta convocatoria concreta, que llegue a todos. Esto es un tema de comunicación, pero también de las señales que enviemos desde la conducción. En consecuencia, de esto queda claro que falta participación en la amplitud que deseamos, y para ello necesitamos también debate responsable sobre el futuro de nuestras profesiones y sobre el papel y la gravitación que nuestro Consejo debe tener en la vida nacional. Hay mucho por hacer en todo esto.


UE: Entonces, nada de sentarse en los laureles.
JE: Mire, no quiero que se me malinterprete... Creo que en el Consejo se ha hecho en los últimos lustros una obra gigantesca, extraordinaria. No en vano es la institución líder en su tipo entre las corporaciones profesionales. Pero todo lo realizado no es suficiente, nunca lo es. Y eso quiero compartirlo con los colegas que tal vez, incluso, no ignoran la importancia y el desarrollo del Consejo, pero que no se ven a sí mismos aquí adentro jugando un papel. Sería un error, desde este punto de vista, pensar que ya está todo logrado y que tenemos que seguir como veníamos haciéndolo. Ha cambiado el país, ha cambiado la política.


UE: ¿En el propio Consejo ha cambiado la política?
JE: Claro, aquí mismo. Fíjese, se ha metido en nuestra vida interna el marketing político, que pareciera que llegó para quedarse. Esto es un hecho y no podemos negarlo. En parte, eso está determinado por la cantidad de matriculados, y en parte es una intrusión, un contagio, en relación con lo que ocurre en la propia sociedad. Cuando el marketing irrumpe como manipulación, es un retroceso, desde mi punto de vista, pero un retroceso que no se modifica sólo denunciándolo, porque esa denuncia no llega a quien está siendo manipulado de ese modo. Fíjese que este marketing político no logró resolver el déficit de concurrencia de los matriculados al acto eleccionario. Nosotros apostamos a aumentar la conciencia, incluso la conciencia crítica.

UE: ¿Cómo es eso? ¿Pide críticas?
JE: No soy masoquista, no adoro que me critiquen, pero sé que es necesario que las críticas surjan libremente. Se lo pongo de otro modo: la crítica es constructiva si está expresada como una demanda sobre algo que falta o que se hace mal y puede perfeccionarse. Pero la “constructividad” de una crítica no sólo depende de que pueda y deba ser expresada, también depende de que pueda ser procesada positivamente. En este sentido, necesitamos de la crítica y por lo  tanto la pido, sí señor.


UE: ¿Hay críticas que no afloran?
JE: Tenemos que considerarlo así metodológicamente. Si hay colegas que no participan, que no reclaman y que no votan, tenemos que pensar que es así, porque de otro modo seríamos perfectos y está clarísimo que no lo somos, que somos un grupo con experiencia de gobierno, pero también con muchos años al frente de una institución que tiene notablemente más miembros que cuando la Lista Azul ganó el Consejo e inició la transformación para llegar a lo que es hoy.


UE: ¿Qué hubo de nuevo en esta elección?
JE: El dato más relevante es que irrumpió una oposición que podríamos denominar nueva, aunque ya se había manifestado antes, desplazando a la minoría tradicional, la Lista Blanca.


UE: ¿Qué cambios implica esto en la vida interna del Consejo?
JE: Aún es pronto para decir si implica un cambio notable en la vida del Consejo, en sus valores fundamentales, o incluso en el estilo con que se ha manejado la Institución en los últimos lustros, que han sido indudablemente de gran afianzamiento institucional.


UE: Pero está funcionando un cuerpo de conducción con mayoría y minoría. ¿Se advierten cambios, mejoras o problemas?
JE: (Piensa un momento) Aún estamos adaptándonos mutuamente. En lo formal, los cuerpos orgánicos actúan de acuerdo con lo estatutario, pero me parece que todavía debemos encontrar una forma de trabajo más productiva. Tengo la esperanza de lograrlo y de que puedan superarse las dificultades que hoy se observan, pues todavía nos falta articularnos mejor.


UE: ¿Cómo consideraría usted que se alcanzaría ese objetivo?
JE: Al respecto me parece que sería útil reflexionar sobre qué función cumple cada cuerpo. En el Consejo Directivo se puede plantear todo lo que se considere necesario discutir; eso lo garantiza tanto la ley como la tradición de nuestra Institución, y el propio espíritu de la Lista Azul, que siempre ha sido plural en su conformación. Pero, en la Mesa Directiva, donde se ocupan cargos ejecutivos, la posibilidad de asumir responsabilidades es más directa.


UE: ¿Qué piensa hacer al respecto?
JE: Creo que la Mesa Directiva puede funcionar mejor, a pleno, incorporando en responsabilidades concretas al protesorero y al prosecretario, que son los representantes de la minoría en la Mesa; es muchísimo mejor si todos se suman al esfuerzo diario. Esta es una institución muy grande, donde hay muchísimas cosas que atender diariamente. En este sentido, hemos invitado a estos miembros a participar en la Comisión de Organización Interna y en la Comisión de Simeco, por las cuales pasan decisiones clave.


UE: ¿Como presidente, usted se ve a sí mismo como un coordinador, un articulador?
JE: Tengo en claro que ese papel me corresponde, por supuesto, y hace a la esencia de una conducción colegiada, pero no voy a diluir detrás de ese enunciado la responsabilidad que tengo. El presidente es el principal responsable de la vida del Consejo y representa al conjunto, incluyendo los matices y las particularidades. Porque “gobernar para todos” supone que es en definitiva la totalidad de la matrícula la que deberá juzgar mi desempeño.


UE: Si bien usted ya ha expresado su programa en la campaña, en el discurso inaugural y en algunos otros escritos, ¿cuá les son las prioridades que ha encarado?
JE: No ha habido sorpresas al asumir. Conocíamos bastante bien el funcionamiento del Consejo y sólo debimos adaptarnos, cada miembro de la Mesa, al nuevo rol que a cada uno nos toca. De modo que no ha habido que corregir el rumbo que propusimos en la campaña: el eje es la defensa de los intereses profesionales, tanto de las incumbencias, de aquello que es propio del ejercicio de nuestras profesiones, como de lo que hace al sector social que integramos, los sectores medios y más educados de la sociedad. Ni en un caso, las incumbencias, ni en el otro, la condición social del profesional en Ciencias Económicas, la cosa viene fácil. Hay que estar muy alertas. Ya hubo un atropello por parte del Consejo de la Magistratura respecto de las funciones que pueden desempeñar los profesionales en Ciencias Económicas como auxiliares de la Justicia, y seguimos reaccionado con toda energía para solicitar que se derogue una reglamentación que viola la ley donde se establecen nuestras incumbencias.

UE: ¿A qué se refiere cuando plantea la “condición social” del profesional en Ciencias Económicas?
JE: A que entendemos que debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para afianzar y mejorar la posición social del colega y, de un modo más amplio, del conjunto de los profesionales universitarios. Tenemos esa responsabilidad representativa; no se la puede desconocer.


UE: ¿Se refiere a una representatividad política?
JE: Justamente. Bueno, no política en el sentido partidista o ideológico, pero sí política en el sentido de que los profesionales universitarios son trabajadores independientes, autónomos no sólo en el sentido provisional, y que suelen no ser tenidos en cuenta por algunas decisiones gubernamentales, como ha sido el caso de la reciente reforma del Impuesto a las Ganancias, que se bajó para los trabajadores en relación de dependencia y no para los profesionales autónomos, que son claramente merecedores de idéntico derecho, o, más aún, porque sus ingresos pueden no ser regulares.


UE: ¿De modo que hay un rol “hacia” las profesiones y otro “desde”?
JE: Podría formulárselo así, si usted quiere. Le hago una reflexión: ¿Quién representa a los sectores medios, a los profesionales que se han preparado de un modo exigente en la universidad, que continúan actualizándose y que no son presas demagógicas fáciles, sino sus propias organizaciones? No podemos negar que existe en el país una crisis de representación muy profunda.


UE: ¿Y cómo se ejerce esa representación que podría considerarse vacante?
JE: Ah, no está reglamentado. No hay fórmulas preestablecidas para esto ni manuales que lo establezcan. Esto se logra si uno acierta en expresar lo que necesitan o lo que sienten los colegas, pero nadie va a venir a darle a uno un reconocimiento por hacerlo. Se hace para cumplir con uno mismo, con la propia conciencia. Se logra solamente estando absolutamente abierto a los colegas desde la condición de profesional que comparte los mismos problemas y desde la humildad de aceptar escuchar y ver las inquietudes, haciendo un verdadero esfuerzo por crear ámbitos adecuados de canalización de estas realidades.

Volver  |  Página Inicio  |  Publicaciones  |  Distribución gratuita