En un
reportaje extenso, y por momentos íntimo, la flamante autoridad brinda su opinión acerca
de los más variados temas: cómo se encuentra el Consejo hoy, lo que se hizo hasta el
momento y qué se propone lograr. Habló también del estado de la matrícula, de la
profesión y de la necesidad de acercarse más a la problemática de los jóvenes.
Considera que los logros han sido fenomenales en todos estos años, pero que el CPCECABA
debe ir por más. |
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José
Escandell tiene el porte de un hombre
enérgico. Un luchador disciplinado en un contexto cultural que desde hace mucho tiempo ya
no dirime las controversias entre las personas mediante la fuerza o la habilidad físicas,
sino impone buenos modales en el trato. El presidente del Consejo Profesional de Ciencias
Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires cultiva los buenos modales, claro
está, pero eso no impide al interlocutor sentirse analizado por unos ojos penetrantes que
parecen fríos, pero que se ablandan cuando su dueño ríe, lo que ocurre pocas veces a lo
largo de una charla en la que permanece concentrado, evaluando las respuestas. La
impresión que se obtiene es que está siempre muy atento, midiendo las consecuencias de
cada palabra que pronuncia. Lo que se llama un reportaje difícil, con un interlocutor en
guardia y para nada extrovertido, del que habrá que obtener cada respuesta a golpes de
ingenio y precisión quirúrgica en las preguntas.
Universo Económico: El propósito de
este reportaje es permitir a los lectores tener una aproximación a su persona, su
pensamiento y su gestión al frente de una corporación profesional considerada modelo.
Empezaremos por una contradicción, o no, que tiene que ver con la masa de matriculados
que reciben esta publicación en forma personalizada. En su discurso, cuando asumió la
presidencia, usted habló de 60.000 matriculados, pero luego, en La Circular,
editorializó hablando de máss de 50.000 profesionales. ¿Cuántos son
realmente?
José Escandell: Déjeme aclararlo: tenemos, considerando las personas
físicas, más de 55.000 colegas inscriptos en el Consejo. Es una cifra en permanente
movimiento, porque en promedio todos los meses se inscriben unos 250 profesionales nuevos
y también tenemos bajas por fallecimiento y otras causas. Cuando hablé de 60.000
matriculados, tuve en cuenta que muchos poseen doble matrícula e hice, obviamente, un
redondeo. El propósito era llamar la atención sobre la magnitud de nuestro ámbito de
acción, lo cual plantea desafíos de comunicación muy exigentes.
UE: ¿Pero cuá ntos realmente
participan?
JE: Depende de lo que entendamos por participación. Casi
46.000 colegas estaban en condiciones de votar y lo hicieron, aproximadamente, algo más
de la mitad, lo cual, si bien es una concurrencia elevada, también nos plantea un
desafío de convocatoria al resto, a los que por diversos motivos no vinieron. Tenga en
cuenta que el voto es obligatorio.
UE: ¿Cómo explica la abstención?
JE: Seguramente hay muchas razones personales y de otro tipo.
Por eso me planteo, como objetivo personal, conocer los motivos.
UE: ¿Se aplica alguna sanción a
quien no vota?
JE: No, no. No hay previstas sanciones, ni correspondería que
se apliquen. Pero eso de todas formas no nos deja tranquilos.
UE: ¿Una obligación cuyo
cumplimiento no se exige?
JE: Mire, esa obligación está en la ley que rige la vida del
Consejo, pero, para nosotros, los dirigentes, lo importante es que la gente se sienta
convocada y representada. Si ha votado la mitad del padrón en condiciones de hacerlo, no
estamos ante una carencia de representación, sino más bien ante un desafío de
participación. Me gusta más mirarlo de ese modo, positivamente, desde la óptica
exclusiva de las responsabilidades de las agrupaciones profesionales.
UE: ¿Y qué otras formas de
participación existen?
JE: Muchas, y estamos pensando en más. Le explico: el Consejo
tiene una vida muy intensa en lo académico, en los servicios que presta. Por sus locales
circulan muchísimos colegas, y sin embargo no estamos conformes.
UE: ¿Por qué?
JE: Porque, si observamos, por ejemplo, el evento más
importante que hacemos cada dos años, el Congreso Metropolitano, que convoca a todas las
especialidades y abarca todas las áreas de actuación profesional, vemos que tiene 1.500
inscriptos, que para un congreso es muy buena concurrencia, pero que en realidad abarca
una porción mínima del total de la matrícula. O sea que hay muchos colegas que utilizan
muy escasamente lo que el Consejo ofrece, aunque sea, como lo es, una oferta amplísima.
Constantemente hay eventos de formación, de capacitación, variados y muy diversos, y
todos los días brindamos asesoramiento profesional, servicios de todo tipo: de salud,
culturales, deportivos, turísticos. Lo que quiero decir es que, si miramos todo lo que
hacemos, hay razones para sentirnos orgullosos todos quienes estamos dentro del Consejo,
pero, si miramos el grado de utilización que los profesionales matriculados hacen de la
Institución y lo que ella ofrece, no nos podemos dar por satisfechos.
UE: ¿Esto tiene que ver con un
déficit de información, de convocatoria, o con una realidad objetiva de las profesiones,
de lo que les pasa a los profesionales en su vida laboral?
JE: Es que tenemos que ir al encuentro de esas realidades.
Tenemos un panorama muy amplio, datos de todo tipo que tenemos que analizar y ponderar en
su importancia respecto de lo que les pasa a los colegas. Yo no me sentiría cumpliendo
con quienes me votaron si me conformara con que el Consejo siga haciendo bien lo que viene
haciendo. De hecho, en la última campaña electoral no hubo cuestionamientos a la
gestión que se venía realizando, porque se da por sentado que lo que se realiza se hace
bien y nadie asume el riesgo de aparecer cuestionando lo que la mayoría de los colegas
considera una gran conquista. Pero eso no impide que se hable de un cambio, un
lugar común de toda campaña, dicho sea de paso, pero sin precisar cuál, porque no está
claro qué cambio hay que hacer para que sirva. Podríamos llegar al absurdo de plantear
el cambio por el cambio mismo.
UE: ¿Qué hay que cambiar entonces?
JE: Hay que ampliar la participación de los profesionales en
la vida del Consejo: eso lo tenemos clarísimo. Un desafío de vida democrática real,
concreto, diario, no sólo cada tres años en el acto electoral. El matriculado tiene
derecho a conocer los avances y resultados de la gestión, y los va a conocer de modo
directo. También tenemos que ver, por ejemplo, si las comisiones funcionan a pleno y si
están tratando lo que interesa. Creo que hay mucha disparidad en eso, y puede ocurrir que
no estemos tratando temas más candentes, más urgentes.
UE: ¿Por ejemplo, cuál?
JE: Lo que les pasa a los jóvenes profesionales, por ejemplo.
Ver cómo consiguen ejercer sus primeras labores, cómo se insertan, cómo financian la
instalación de su estudio, cuánto ganan, si les alcanza para fundar una familia, si les
sirve lo que estudian en la universidad o si sufren un shock de inserción y necesitan
saber cosas que nunca les enseñaron. Las profesiones cambian porque cambia la vida
social, la economía, la tecnología. El Consejo puede y debe afinar su percepción de
estas realidades para ayudar proactivamente a las profesiones. Yo esto lo veo en mi propio
estudio.
UE: ¿Qué se advierte en su estudio?
¿Cuántas personas trabajan allí?
JE: Advierto que nuestras profesiones están cada vez más
exigidas en lo técnico. En el estudio somos una decena de personas, entre profesionales y
empleados. Y tenemos gran experiencia asociativa, es decir, sumamos esfuerzos con otros
profesionales o con otros estudios cuando los casos que llevamos lo requieren. Somos un
estudio mediano.
UE: ¿Qué especialidad tiene su
estudio?
JE: Nuestro fuerte es el asesoramiento a empresas en crisis a
partir de la opción que hice, hace casi tres décadas, por la Sindicatura Concursal,
después de haberme dedicado, trabajando en relación de dependencia y apenas recibido de
Contador Público, a los temas de organización y sistemas, que luego amplié a las
disciplinas clásicas de la profesión de contador cuando formé mi propio estudio. Ahora
estoy en pleno proceso de aprendizaje de la delegación interna.
Afortunadamente, el equipo responde y se han integrado dos de mis hijos.
UE: Aprovecho esa mención para preguntarle cómo es su familia. ¿Cuá ntos hijos tiene?
JE: Tengo cuatro hijos y dos de ellos, una abogada y un
contador, trabajan en el estudio. La más pequeña es aún estudiante de profesorado en
lengua portuguesa y la mayor es licenciada en turismo y se desempeña en una empresa de
esa especialidad.
UE: Entrando en un plano más
personal, se describió a usted mismo en su discurso inaugural, publicado en Universo
Económico Nº 85, como un emigrante. Alguien se sorprendió con ello porque
tradicionalmente se hace referencia a los inmigrantes, a aquellos que vinieron a
radicarse, y se llama emigrantes a los que se van.
JE: Vale la pena la aclaración. Soy un emigrante de España,
de las Islas Baleares, más precisamente de Formentera, donde nací. Vine a la Argentina
en 1954, cuando tenía nueve años, con mi madre y mi hermano. Vinimos a reunirnos con mi
padre, que viajó en 1951 y se había salvado de morir en la guerra civil española, donde
combatió en el lado republicano. Estuvo en la batalla de Mallorca y en la zona del Ebro.
Se había anotado como voluntario y se salvó por segunda vez en la corte marcial que le
hicieron al terminar la guerra, porque eso no se pudo probar. A los voluntarios los
fusilaban. Mi padre vuelve a la Isla después que lo liberan y sienta cabeza, pues se pone
de novio con quien sería mi mamá, en su pueblo de origen, pero querían emigrar. Se
entiende el porqué de esta decisión después de la guerra y las penurias pasadas.
UE: Una separación, siempre dolorosa, que pasó en muchas familias.
JE: Sí, claro. Pero yo la viví de un modo particular.
Recuerdo que me apasionaba leyendo una enciclopedia ilustrada. Dibujaba mapas, incluso de
la Argentina, donde ya estaba mi padre, y sabía que nos reuniríamos con él. Mi padre
fue una persona extraordinaria para mí, como es lógico; buscó con empeño una vida
mejor y fue un autodidacta, un estudioso de literatura, matemáticas, historia, lenguas.
Había sido marinero, pescador, agricultor, leñador y fabricante de carbón, entre otros
oficios, y todos le dejaron algo. Viajó muy joven en un yate estadounidense por casi todo
el mundo y juntó una colección de postales, que fueron ventanas para mi imaginación.
Recuerdo una de Pompeya, por ejemplo. Yo miraba ese álbum fascinado y también soñaba
con emigrar, cuando él se nos adelantó viniendo al país, y luego, cuando nos trajo,
esos sueños se hicieron realidad. Eligió la Argentina. Se sentía a gusto aquí, aunque
tuvo que trabajar mucho para salir adelante. Siempre tenía al menos dos trabajos: la suya
es toda una historia de trabajo. Todos lo hacíamos, desde muy chicos.
UE: ¿En qué trabajaban?
JE: Primero en casa. Armábamos y forrábamos cajas, que se
usaban mucho en el comercio. Luego, a los 13 años, entré de operario en una pequeña
fábrica de cajas de cartón, donde trabajaba de 8 a 13, y asistía en el turno vespertino
al Comercial de Lanús. Pero, cuando entré en Bunge y Born, a los 17 años, debí
terminar el secundario en un nocturno y lo mismo hice cuando estudiaba en la Facultad.
UE: Trabajo y estudio:
una combinación difícil que ahora se ve menos.
JE: Hay menos oportunidades; tal vez sea eso. Menos demanda de
mano de obra juvenil, probablemente, y más exigencia en los puestos de labor. Yo me
recibí en 1969, a los 25 años recién cumplidos, siempre trabajando, y, habiéndolo
hecho en un gran grupo empresario, quise conocer una empresa más pequeña y me fui a una
metalúrgica chica, donde hice la experiencia no ya de staff, sino en la línea, como
contador general. Eso fue muy valioso y me sirvió mucho, cuando luego empecé en un
estudio profesional, para realizar las labores clásicas del contador, como tareas
contables, auditoría e impuestos.
UE: ¿Y cuándo instala su propio
estudio?
JE: Eso fue muy rápido: en 1972. Y funcionó la combinación
de esas experiencias previas. Tuve clientes importantes desde el principio: Bonafide,
Gurmendi y la Sociedad Rural.
UE: ¿Y la especialidad que lo hace
conocido, concursos, cuando la encara?
JE: Eso fue desde 1979. Me inscribí como síndico, a
instancias de un amigo, y salí sorteado. Desde entonces, siempre se me ha designado por
mérito a mis antecedentes. Es que esa especialidad estaba muy descuidada, y creo haber
formado parte de una generación de profesionales que la rescató y la convirtió en una
verdadera opción profesional, dándole el vuelo y el prestigio que merece. Logramos que,
desde 1986, la actuación del profesional en Ciencias Económicas en la Justicia sea una
parte específica de los congresos de la Federación de nuestros Consejos. En las últimas
dos décadas se fueron creando las carreras de postgrado en esta especialidad, primero en
la Universidad Nacional de Tucumán y en la UBA, donde soy profesor del seminario de
práctica profesional concursal, que es la última materia en la especialidad, la que lo
pone a uno en la trinchera concreta de esta área de trabajo.
UE: ¿Y cómo combina esa carrera
exitosa con las nuevas responsabilidades en el Consejo?
JE: Esta es una buena pregunta porque el asunto me ha puesto a
prueba y me ha obligado a cambiar planes. Cuando me ofrecieron la candidatura a
presidente, me tomé una semana para contestar, para hablar con mi familia y para pensar
en qué medida esto implicaba un cambio en mis planes.
UE: ¿Cuá les eran sus planes
previos, si se pueden confesar?
JE: Sí, se pueden confesar, claro. Tenía planes de ir
delegando paulatinamente más tareas en el estudio, con un ritmo distinto del que me veo
obligado a seguir hoy; tenía planes de mayor producción intelectual, estar menos en la
fragua diaria, tomarme libre los viernes, aprovechar para descansar los fines de semana.
Incluso para cultivar un hobby intelectual, que es leer sobre el origen de la vida, del
universo, del sistema solar, donde hay muchas más hipótesis que respuestas. Pero ahora,
mucho, o casi todo de eso, queda de lado. Hablando en particular sobre el ejercicio
profesional propio, piense usted que lo que es conocido de mi especialidad, aquello sobre
lo cual tenemos ya experiencia en el estudio, se puede encarrilar y delegar más
fácilmente, pero lo que es asesoramiento directo al cliente, lo que consiste en analizar
el caso en su especificidad, incluso como interconsulta con otros colegas, mucho de ello
hay que dejarlo de lado, porque no hay tiempo para atenderlo.
UE: ¿Cuánto tiempo le lleva el
ejercicio de su cargo en el Consejo?
JE: Si uno quiere ocuparse en serio de la responsabilidad que
ha asumido, no puede dedicar menos de ocho o nueve horas diarias en promedio. Durante una
gran parte de ese tiempo hay que participar de actos públicos. De modo que, si además
uno quiere pensar y elaborar iniciativas que sirvan al objetivo, la dedicación es casi
full-time.
UE: ¿Y cómo lo resuelve? Porque ocho
o nueve horas diarias es lo que debería trabajar, en total, una persona normal.
JE: (Se ríe)
¡Es que si nos metemos en esto no somos
personas normales! No hay más remedio que ampliar las horas de trabajo. Porque yo no
puedo desatender del todo mi estudio, sería irresponsable. Las que más sufren este
tironeo son las tareas creativas e intelectuales, que en mi especialidad y con los años
que llevo en ella, se exigen siempre porque no hay dos casos iguales.
UE: ¿Hay más concursos ahora?
JE: No, afortunadamente para el país, no. Estamos todavía
administrando las secuelas de la crisis de 2000-2002. En períodos de auge de la
economía, como ahora, hay lógicamente menos quiebras y concursos.
UE: ¿Y sobre qué materia son esas
tareas intelectuales?
JE: Siempre en lo mío, en materia concursal. Hay una
editorial que tiene anunciado en su catálogo un libro mío que no he podido terminar de
escribir. Me había comprometido con eso antes de asumir esta responsabilidad política.
También estas tareas nuevas condicionan mis actividades académicas en diversas
universidades y mi participación en jornadas y congresos.
UE: ¿Le pesa lo que tiene que dejar
de lado?
JE: Hay un costo personal y familiar, eso no puedo negarlo,
aunque mi mujer y mis hijos me acompañan. Pero, claro, cuando se resienten actividades
sociales y familiares, y se percibe que la función marca prioridades, o que debo
ausentarme por viajes, todo eso pesa de algún modo. Me pesa a mí también, porque sin
duda genera conflictos entre estas esferas que no siempre se pueden resolver del modo que
uno sabe que debiera ser.
UE: Pero habrá otras cosas que
compensen. ¿Cuál es su balance en la suma y resta de lo que gana y lo que pierde?
JE: Eso lo voy a saber con el tiempo. De lo que estoy seguro
es de que uno tiene que hacer lo que cree que debe, aunque suene un poco solemne. En
materia económica personal claramente hay un retroceso, una afectación de los ingresos,
porque quienes asumimos estas tareas generalmente estamos en un punto de desarrollo
profesional en que dedicarnos a lo nuestro suele dar más rédito que en etapas
anteriores. Las autoridades del Consejo no tenemos honorarios asignados; sólo están
reconocidos unos viáticos que pretenden compensar los gastos que demandan nuestras
funciones, de modo que por ese lado lo que se pierde es lo que se deja de obtener en el
ejercicio de la profesión, y eso, como se sabe, no se recupera después, al contrario.
UE: Y en materia de satisfacción
política, de figuración, ¿no cree que su cargo lo proyecta de un modo que también
satisface al ego?
JE: Evidentemente es así. No creo que se pueda dedicar a esto
alguien que no tenga de algún modo vocación política. El Consejo es una pequeña polis,
incluso no tan pequeña. Por eso somos tan celosos de la observancia de la democracia
interna, a la que ahora buscamos alentar, llenar de contenido. Creo que, si hacemos bien
las cosas en nuestra casa profesional, ello se proyecta de algún modo a la sociedad,
contribuyendo a la mejora de la calidad de las instituciones, que es el gran tema de
nuestros días.
UE: Desde ese punto de vista, de la
revitalización de la democracia interna, ¿qué es lo que piensa que está faltando?
JE: Genéricamente hablando, diría que falta convocatoria
concreta, que llegue a todos. Esto es un tema de comunicación, pero también de las
señales que enviemos desde la conducción. En consecuencia, de esto queda claro que falta
participación en la amplitud que deseamos, y para ello necesitamos también debate
responsable sobre el futuro de nuestras profesiones y sobre el papel y la gravitación que
nuestro Consejo debe tener en la vida nacional. Hay mucho por hacer en todo esto.
UE: Entonces, nada de sentarse en los
laureles.
JE: Mire, no quiero que se me malinterprete... Creo que en el
Consejo se ha hecho en los últimos lustros una obra gigantesca, extraordinaria. No en
vano es la institución líder en su tipo entre las corporaciones profesionales. Pero todo
lo realizado no es suficiente, nunca lo es. Y eso quiero compartirlo con los colegas que
tal vez, incluso, no ignoran la importancia y el desarrollo del Consejo, pero que no se
ven a sí mismos aquí adentro jugando un papel. Sería un error, desde este punto de
vista, pensar que ya está todo logrado y que tenemos que seguir como veníamos
haciéndolo. Ha cambiado el país, ha cambiado la política.
UE: ¿En el propio Consejo ha cambiado
la política?
JE: Claro, aquí mismo. Fíjese, se ha metido en nuestra vida
interna el marketing político, que pareciera que llegó para quedarse. Esto es un hecho y
no podemos negarlo. En parte, eso está determinado por la cantidad de matriculados, y en
parte es una intrusión, un contagio, en relación con lo que ocurre en la propia
sociedad. Cuando el marketing irrumpe como manipulación, es un retroceso, desde mi punto
de vista, pero un retroceso que no se modifica sólo denunciándolo, porque esa denuncia
no llega a quien está siendo manipulado de ese modo. Fíjese que este marketing político
no logró resolver el déficit de concurrencia de los matriculados al acto eleccionario.
Nosotros apostamos a aumentar la conciencia, incluso la conciencia crítica.
UE: ¿Cómo es eso? ¿Pide críticas?
JE: No soy masoquista, no adoro que me critiquen, pero sé que
es necesario que las críticas surjan libremente. Se lo pongo de otro modo: la crítica es
constructiva si está expresada como una demanda sobre algo que falta o que se hace mal y
puede perfeccionarse. Pero la constructividad de una crítica no sólo depende
de que pueda y deba ser expresada, también depende de que pueda ser procesada
positivamente. En este sentido, necesitamos de la crítica y por lo tanto la pido,
sí señor.
UE: ¿Hay críticas que no afloran?
JE: Tenemos que considerarlo así metodológicamente. Si hay
colegas que no participan, que no reclaman y que no votan, tenemos que pensar que es así,
porque de otro modo seríamos perfectos y está clarísimo que no lo somos, que somos un
grupo con experiencia de gobierno, pero también con muchos años al frente de una
institución que tiene notablemente más miembros que cuando la Lista Azul ganó el
Consejo e inició la transformación para llegar a lo que es hoy.
UE: ¿Qué hubo de nuevo en esta
elección?
JE: El dato más relevante es que irrumpió una oposición que
podríamos denominar nueva, aunque ya se había manifestado antes, desplazando a la
minoría tradicional, la Lista Blanca.
UE: ¿Qué cambios implica esto en la
vida interna del Consejo?
JE: Aún es pronto para decir si implica un cambio notable en
la vida del Consejo, en sus valores fundamentales, o incluso en el estilo con que se ha
manejado la Institución en los últimos lustros, que han sido indudablemente de gran
afianzamiento institucional.
UE: Pero está funcionando un cuerpo
de conducción con mayoría y minoría. ¿Se advierten cambios, mejoras o problemas?
JE: (Piensa un momento) Aún estamos adaptándonos mutuamente.
En lo formal, los cuerpos orgánicos actúan de acuerdo con lo estatutario, pero me parece
que todavía debemos encontrar una forma de trabajo más productiva. Tengo la esperanza de
lograrlo y de que puedan superarse las dificultades que hoy se observan, pues todavía nos
falta articularnos mejor.
UE: ¿Cómo consideraría usted que se
alcanzaría ese objetivo?
JE: Al respecto me parece que sería útil reflexionar sobre
qué función cumple cada cuerpo. En el Consejo Directivo se puede plantear todo lo que se
considere necesario discutir; eso lo garantiza tanto la ley como la tradición de nuestra
Institución, y el propio espíritu de la Lista Azul, que siempre ha sido plural en su
conformación. Pero, en la Mesa Directiva, donde se ocupan cargos ejecutivos, la
posibilidad de asumir responsabilidades es más directa.
UE: ¿Qué piensa hacer al respecto?
JE: Creo que la Mesa Directiva puede funcionar mejor, a pleno,
incorporando en responsabilidades concretas al protesorero y al prosecretario, que son los
representantes de la minoría en la Mesa; es muchísimo mejor si todos se suman al
esfuerzo diario. Esta es una institución muy grande, donde hay muchísimas cosas que
atender diariamente. En este sentido, hemos invitado a estos miembros a participar en la
Comisión de Organización Interna y en la Comisión de Simeco, por las cuales pasan
decisiones clave.
UE: ¿Como presidente, usted se ve a
sí mismo como un coordinador, un articulador?
JE: Tengo en claro que ese papel me corresponde, por supuesto,
y hace a la esencia de una conducción colegiada, pero no voy a diluir detrás de ese
enunciado la responsabilidad que tengo. El presidente es el principal responsable de la
vida del Consejo y representa al conjunto, incluyendo los matices y las particularidades.
Porque gobernar para todos supone que es en definitiva la totalidad de la
matrícula la que deberá juzgar mi desempeño.
UE: Si bien usted ya ha expresado su
programa en la campaña, en el discurso inaugural y en algunos otros escritos, ¿cuá les
son las prioridades que ha encarado?
JE: No ha habido sorpresas al asumir. Conocíamos bastante
bien el funcionamiento del Consejo y sólo debimos adaptarnos, cada miembro de la Mesa, al
nuevo rol que a cada uno nos toca. De modo que no ha habido que corregir el rumbo que
propusimos en la campaña: el eje es la defensa de los intereses profesionales, tanto de
las incumbencias, de aquello que es propio del ejercicio de nuestras profesiones, como de
lo que hace al sector social que integramos, los sectores medios y más educados de la
sociedad. Ni en un caso, las incumbencias, ni en el otro, la condición social del
profesional en Ciencias Económicas, la cosa viene fácil. Hay que estar muy alertas. Ya
hubo un atropello por parte del Consejo de la Magistratura respecto de las funciones que
pueden desempeñar los profesionales en Ciencias Económicas como auxiliares de la
Justicia, y seguimos reaccionado con toda energía para solicitar que se derogue una
reglamentación que viola la ley donde se establecen nuestras incumbencias.
UE: ¿A qué se refiere cuando plantea
la condición social del profesional en Ciencias Económicas?
JE: A que entendemos que debemos hacer todo lo que esté a
nuestro alcance para afianzar y mejorar la posición social del colega y, de un modo más
amplio, del conjunto de los profesionales universitarios. Tenemos esa responsabilidad
representativa; no se la puede desconocer.
UE: ¿Se refiere a una
representatividad política?
JE: Justamente. Bueno, no política en el sentido partidista o
ideológico, pero sí política en el sentido de que los profesionales universitarios son
trabajadores independientes, autónomos no sólo en el sentido provisional, y que suelen
no ser tenidos en cuenta por algunas decisiones gubernamentales, como ha sido el caso de
la reciente reforma del Impuesto a las Ganancias, que se bajó para los trabajadores en
relación de dependencia y no para los profesionales autónomos, que son claramente
merecedores de idéntico derecho, o, más aún, porque sus ingresos pueden no ser
regulares.
UE: ¿De modo que hay un rol
hacia las profesiones y otro desde?
JE: Podría formulárselo así, si usted quiere. Le hago una
reflexión: ¿Quién representa a los sectores medios, a los profesionales que se han
preparado de un modo exigente en la universidad, que continúan actualizándose y que no
son presas demagógicas fáciles, sino sus propias organizaciones? No podemos negar que
existe en el país una crisis de representación muy profunda.
UE: ¿Y cómo se ejerce esa
representación que podría considerarse vacante?
JE: Ah, no está reglamentado. No hay fórmulas
preestablecidas para esto ni manuales que lo establezcan. Esto se logra si uno acierta en
expresar lo que necesitan o lo que sienten los colegas, pero nadie va a venir a darle a
uno un reconocimiento por hacerlo. Se hace para cumplir con uno mismo, con la propia
conciencia. Se logra solamente estando absolutamente abierto a los colegas desde la
condición de profesional que comparte los mismos problemas y desde la humildad de aceptar
escuchar y ver las inquietudes, haciendo un verdadero esfuerzo por crear ámbitos
adecuados de canalización de estas realidades. |
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