Informe Económico de Coyuntura

Nº 217 - Marzo 2002 - AÑO 20

 TEMAS DE ACTUALIDAD

Etica y Economía: una relación marginada (1)
Las falsas coartadas
Recuperar la ética

Etica y Economía: una relación marginada (1)

Se podría preguntar: habiendo tantos problemas importantes concretos para la población, ¿tiene sentido hablar de valores, de ética? ¿No es ése un tema postergable, no urgente? Pensamos que la pregunta debería invertirse. ¿Cómo pueden diseñarse políticas económicas, asignarse recursos, determinarse prioridades sin discutir los aspectos éticos, la moralidad de lo que se está haciendo a la luz de los valores que deberían ser el norte del desarrollo y la democracia?

En América Latina esa discusión ha sido postergada.

La civilización occidental tiene firmes convicciones en materia de valores que permean la cultura, y que la población espera dirijan la vida pública y el comportamiento individual. Ciertos desarrollos en la región las violan a diario. Identificaremos algunos de una lista que puede ser mucho más amplia:

Según nuestra moral los niños deberían gozar de todas las oportunidades para su desenvolvimiento. La protección de su salud y su educación son prioridades indiscutidas en Occidente. En América Latina, según los datos recientes, 6 de cada 10 niños menores de cinco años de edad son pobres. La pobreza implica negaciones concretas de los derechos básicos de los niños a lo más elemental. Se incrementa la utilización de los niños en los circuitos de la dorgadicción y la prostitución.
Nuestra civilización tiene como fundamento básico la institución familiar. Es la unidad pilar del tejido social. En los hechos, se está produciendo una seria erosión de la unidad familiar ante las tensiones fenomenales que genera en ella la pobreza que afecta a amplios sectores de la población. El problema no sólo se da en los estratos populares sino que afecta también fuertemente a los “nuevos pobres”, las clases medias en descenso. Las cifras dicen que aumenta el número de madres pobres que han quedado solas al frente del hogar, que se ha incrementado el indicador de renuencia a formar familias de los jóvenes ante las incertidumbres que implica poder sostenerlas, que aumentan los niños extramatrimoniales, que está subiendo un índice alarmante, la violencia doméstica.
La desocupación es un grave problema económico y social. Pero al mismo tiempo no puede dejar de verse que es una cuestión ética. No sólo implica no percibir una remuneración, causa daños muy graves a las personas en aspectos vitales. Así, el Nobel de Economía Robert Solow muestra que cuando una persona esté desocupada por un buen tiempo, sufre todo orden de daños psicológicos. Es vulnerada su autoestima, su familia se tensa al máximo, se siente excluido de la sociedad. En América Latina la tasa de desocupación es elevada, el 8%, y la de los jóvenes más que duplica la tasa promedio.
La civilización judeo-cristiana considera que todos los seres humanos son iguales, criaturas de la divinidad que merecen el pleno acceso a oportunidades de desarrollarse. Las desigualdades agudas vulneran ese credo igualitario, y han sido condenadas tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento. América Latina presenta agudas polarizaciones sociales. Entre ellas: el 10% más rico de la población tiene un ingreso que es 84 veces el del 10% más pobre (es la mayor brecha social del planeta). Hay desigualdad en el acceso al crédito. Las pequeñas y medianas empresas, sólo tienen el 5% del crédito del sistema financiero. Hay una nueva brecha, las desigualdades pronunciadas en el acceso a la tecnología de punta, la informática. Menos del 1% de la población tiene acceso a Internet.

Las falsas coartadas

Frente a estos y otros problemas que son una afrenta a los valores éticos de nuestra civilización, suelen circular ciertos razonamientos que pueden considerarse “coartadas” destinadas a atenuar o marginar los conflictos éticos existentes.

Se trata de convertir la pobreza en un problema individual. Los pobres lo serían porque no han hecho suficientes esfuerzos en su vida, o tienen tendencias hacia el alcoholismo, la indolencia, etc. Señala categóricamente un difundido informe de una Comisión de personalidades presidida por Patricio Aylwin que ello no tiene ninguna sustentación. Cuando una de cada dos personas es pobre, evidentemente hay problemas del contexto que están creando esa situación. Por otra parte, destaca que es bien claro que cuando las políticas aplicadas abren oportunidades reales a los pobres, éstos las aprovechan a fondo como cualquier otro sector de la población.
Se plantea que las desigualdades son inevitables, son una especia de ley de la naturaleza. Formarían parte del proceso de modernización de una sociedad. Un prominente economista, Atkinsons, dice que claramente están influidas por factores como las políticas públicas instrumentadas y las actitudes culturales prevalecientes frente a la inequidad. Cuando ambas son pro equidad, la situación cambia. Ello explica los buenos niveles de equidad obtenidos en países como, entre otros, Suecia, Noruega, Dinamarca, Japón, Canadá, Holanda.
Se plantea que la solidaridad es una especia de anacronismo, un valor premoderno. Que debe darse el máximo énfasis al individualismo, y que cada uno debe hacerse responsable por sí mismo. Los textos bíblicos proclaman lo contrario. La orientación a la solidaridad forma parte central de la calidad humana, y ennoblece a las personas. Por otra parte, muchos de los países líderes del mundo actualmente en economía y tecnología tienen sociedades civiles con altos grados de ejercicio de la solidaridad, con multiplicidad de organizaciones no gubernamentales de acción solidaria y ejércitos de trabajadores voluntarios.
Se dice que el fin justifica los medios. Que los sufrimientos sociales infligidos son para obtener fines superiores. Ciertamente, ése era el pensamiento de Maquiavelo. Pero los textos bíblicos dicen lo contrario. Proclaman que “el fin no santifica los medios”. Albert Einstein reflexionaba al respecto: “Quién puede dudar que Moisés (que entregó los Diez Mandamientos) fue mejor conductor de hombres que Maquiavelo”.

Recuperar la ética

Corresponde volver a plantearse: ¿dónde vamos? ¿qué tipo de sociedad queremos?, ¿qué valores son irrenunciables?, ¿qué valores deberían ser un marco de referencia obligado en el diseño de políticas públicas? Y otras preguntas semejantes.

Enfrentar los problemas éticos, y abrir el debate eludido por las falsas coartadas, llevará probablemente al rescate, como valores que deberían orientar los esfuerzos por el desarrollo, entre otros, de los siguientes:

La pobreza es intolerable. La voz profética señala en la Biblia: “No habrá pobres entre vosotros”. Como resalta un prominente filósofo, Y. Leibowitz, no está diciendo lo que va a suceder, sino lo que debería suceder. Que haya o no pobreza depende de las sociedades organizadas.
Somos todos responsables los unos por los otros. La insolidaridad es contraria a la dignidad humana. “Ama a tu prójimo como a tí mismo” proclamaba Jesús de Nazareth.
Es necesario superar todas las formas de discriminación activamente subsistentes aún en la región, como las que se ejercen contra las mujeres, los indígenas, los grupos afroamericanos, los discapacitados, las edades mayores y otras.
Hay muchas maneras de ayudar al prójimo. Maimónides las clasificó, teniendo en cuenta la genuinidad de la voluntad de ayudar, el grado de anonimato, el respeto por el otro y la utilidad final de la ayuda. El grado inferior de los ocho niveles de su tabla es aquel que ayuda de mala gana, forzado por otros. El superior es quien ayuda de tal modo que el otro no necesite después más ayuda. Ese debería ser la meta.
En investigaciones recientes los pobres reclaman que lo que más les duele de la pobreza es que sienten que son menospreciados a diario en su condición humana, incluso por algunas de las organizaciones que intentan ayudarlos. Se necesita una solidaridad que respete profundamente la cultura de los pobres, sus valores, que abra espacios al fortalecimiento de sus propias organizaciones y al crecimiento de su autoestima.
La pobreza debe considerarse como un tema de derechos humanos violados. Ataca los derechos más elementales de las personas. Así lo han proclamado recientemente las Naciones Unidas.
La constitución de sociedades democráticas estables y activas requiere de la construcción de ciudadanía. Uno de sus componentes centrales es la restitución de los derechos a oportunidades productivas y de desarrollo que son negados por la pobreza.

¿Será ilusorio pretender que valores como éstos puedan influir en las políticas? En primer lugar están en la esencia de la identidad humana. Por otra parte, parece haber un extendido clamor en las democracias para que sean tenidos en cuenta. Esa conciencia en aumento está llevando a la organización de “frentes éticos” que han llevado adelante amplias movilizaciones y han conseguido resultados concretos. Veamos algunos casos recientes:

Existen en el mundo 36 millones de personas con sida. El 70% viven en Africa. En el año 2000 cerca de 3 millones de personas murieron por sida, y más de 5 millones contrajeron el virus, el 80% africanos. Si no se toman medidas de fondo, países como Sudáfrica, Zimbabwe y Zambia verán devastada su población y sufrirán decenas de millones de muertes en los próximos años. 5000 africanos mueren diariamente por el mal. Existen nuevas drogas para atacarlo, pero sus precios de venta las colocan fuera de alcance. Los africanos no pueden pagar 10.000 dólares anuales por el llamado triple compuesto antisida. Laboratorios indios y brasileños han demostrado que se puede producir como genérico por menos de 500 dólares. Diversos laboratorios internacionales demandaron al gobierno de Sudáfrica por intentar generarlo. Un gran movimiento de opinión pública presionó en nombre del principio ético básico: el derecho a la vida. Los laboratorios se vieron obligados a retirar sus demandas.
Siete millones de personas mueren anualmente por enfermedades prevenibles o curables, como la tuberculosis y la malaria. Son pobres en su gran mayoría, no son “mercado”. Los grandes laboratorios no tienen por ende interés en estos temas. El último fármaco contra la tuberculosis que salió al mercado fue elaborado en 1967. Según informa la American Medical Association, de los 1.223 nuevos fármacos que salieron al mercado entre 1975 y 1997 sólo 13 eran para el tratamiento de enfermedades tropicales. El reclamo ético ha llevado a que se esté por constituir un Fondo Mundial público para buscar soluciones masivas al sida y estas enfermedades.
Crece el movimiento ético por reglas de juego económicas diferentes. La exigencia mundial encabezada por el papa Juan Pablo II para la reducción de la deuda externa de los países pobres ha llevado a que se alteraran principios del sistema financiero internacional que eran considerados inamovibles. Otro fuerte frente de protesta ética está cuestionando las barreras proteccionistas que ponen muchos países desarrollados a las exportaciones básicas de los países pobres.
Las tarifas aduaneras son discriminatorias, escalan cuando hay valor agregado de procesamiento en los productos de los países en desarrollo, y los subsidios a la agricultura de los países ricos son muy elevados. Afirma el economista jefe del Banco Mundial Nicholas Stern: “La clase de proteccionismo practicada por las naciones industrializadas más ricas es simplemente indefendible. El costo de los países en desarrollo en oportunidades de exportación perdidas es mucho mayor a la ayuda para el desarrollo que reciben”. El Secretario General de la ONU, Koffi Annan, ha planteado, dirigiéndose a los países desarrollados: “Los países pobres no quieren vuestra caridad, simplemente quieren el derecho a vender sus productos en vuestros mercados a precios correctos”. Acusando la protesta, la Unión Europea tomó hace poco la decisión de abrir sus mercados para los productos de los 48 países más pobres del mundo.
En diversos países desarrollados surgen protestas éticas frente a la aplicación de ciertas ortodoxias económicas. Así en EE.UU. una solicitud firmada por 200 prominentes empresarios expresó su oposición al proyecto de eliminar el impuesto a la herencia. Alegaron que eso sólo beneficiaría al 2% más rico de la población, llevaría a reducciones en los presupuestos públicos sociales y que las ONG sociales dejarían de recibir casi 6.000 millones de dólares anuales de donaciones. Otra solicitud denunció la existencia en EE.UU. de 43 millones de personas sin ningún seguro médico y señaló que las organizaciones empresariales, sindicales y ONG firmantes “pensamos que el derecho de acceso a una cobertura de salud viable de buena calidad para todos debe ser una prioridad nacional”.
Crece el frente mundial ético de protesta por las extremas desigualdades de nuestro tiempo, y el simultáneo descenso de la ayuda internacional para el desarrollo. Habiendo aprobado los países desarrollados que debían dedicar el 0,7% del PIB a dicha ayuda, sólo cuatro países cumplen con ello: Noruega, Suecia, Dinamarca y Holanda. Los países desarrollados aportan en promedio sólo el 0,24% y EE.UU. el 0,1%.

Son inicios, pero estimulantes. El tiempo, sin embargo, es corto, particularmente en América Latina. Aquí debería sumarse a los otros valores la noción de que debe haber una “ética de la prisa”. Cada día que transcurre sin respuestas adecuadas a los sufrimientos de la población significa daños en muchos casos irreversibles. Niños que por la desnutrición experimentarán daños para toda la vida, familias que serán destruidas sin que después ello sea enmendable, jóvenes a los que la desocupación permanente incentivará a la delincuencia, vidas perdidas o mutiladas. Como lo resaltara Juan Pablo II, “la pobreza es algo urgente, que no puede esperar”.


(1) Extracto del artículo de Bernardo Kliksberg, director de Iniciativa Interamericana de Capital Social, Etica y Desarrollo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), publicado en “Encrucijadas UBA”, revista de la Universidad de Buenos Aires, año 2, Nº 14, diciembre de 2001.