|
Los
flujos de inversión extranjera (IED) hacia América Latina y el Caribe disminuyeron por
segundo año consecutivo y los datos preliminares para el 2002 no muestran signos de una
reversión. Esta evolución se observa tanto en las inversiones nuevas como en las
fusiones, las adquisiciones y las privatizaciones. Las inversiones anunciadas por las
empresas transnacionales para los próximos años se siguen concentrando en los sectores
de servicios e infraestructura. De esta manera, la región ha seguido fortaleciendo sus
vínculos con las incipientes redes que comienzan a establecerse en la provisión de
servicios en el ámbito global. Esta dinámica resulta contraria a la progresiva
desvinculación que las economías latinoamericanas evidencian de los sistemas
internacionales de producción liderados por las empresas transnacionales manufactureras.
Esta combinación de efectos se da con mayor intensidad entre los países de América del
Sur.
El panorama regional
Los flujos de IED hacia América Latina y el Caribe responden a las fuerzas globales que
inciden en el ámbito mundial. A su determinación se suman los procesos propios de la
región, que en conjunto han conducido a que, después de la década de crecimiento sin
precedentes de 1990, en los años transcurridos de la década actual los flujos de IED
hayan mostrado una reducción, de 105.000 millones de dólares en 1999 a 80.000 millones
en el 2001, aun cuando las entradas netas de este tipo de inversiones siguen siendo
superiores al promedio del último quinquenio.
A pesar de que las estadísticas sobre IED en América Latina y el Caribe, comparadas con
la evolución mundial, revelan una situación no desfavorable, al consignar una caída de
10% frente al 50% registrado por el flujo global, existen elementos que podrían tener
efectos negativos para la región en el mediano plazo. Se trata de factores vinculados a
la coyuntura internacional y otros de carácter más estructural.
La incertidumbre con respecto a las características de la recuperación
de la economía estadounidense en el primer trimestre de 2002 y las bajas expectativas de
crecimiento en Europa y Japón, hacen pensar en escasas posibilidades de recuperación de
la IED a nivel mundial. En efecto, una baja tasa de crecimiento mundial redunda en una
menor inversión en general, en un descenso de la tasa de ganancia de las firmas y en la
reducción de sus valores bursátiles, todo lo cual afecta la IED.
Entre los factores estructurales está el hecho de que ya concluyó la
instrumentación de las reformas económicas, que atrajeron gran parte de la oleada de IED
en los años noventa, especialmente la privatización de las grandes empresas estatales
ligadas a sectores de energía y servicios básicos. A modo de ilustración, cabe
mencionar que entre enero y abril de 2002 sólo se realizaron dos transacciones,
vinculadas a centrales eléctricas, por un total de 36 millones de dólares. Aunque el
flujo suele ser muy variable de un período a otro, en caso de mantenerse este ritmo en lo
que resta del año, la cifra ascendería a 432 millones de dólares, que se compara
desfavorablemente con los 1.350 millones de 2001 y sobre todo, con los 18.000 millones de
2000.
En segundo lugar, las adquisiciones de grandes firmas nacionales por
empresas transnacionales, que hacia fines de la década de 1990 generaron una proporción
importante de los flujos de inversión, ha dado lugar a un período de consolidación de
la organización industrial resultante. Las transacciones por este concepto realizadas en
el primer trimestre de 2002 alcanzaron los 4.000 millones de dólares. La cifra anualizada
resulta inferior a la de 2001, que fue de 25.000 millones de dólares y mucho menor al
promedio anual del bienio 1999-2000, que fue de 43.000 millones.
La inversión esperada para el futuro debería tener un mayor componente
de inversión nueva (greenfield) , que es más difícil de conseguir y está ligada a las
proyecciones de las empresas transnacionales en América Latina y el Caribe dentro de su
estrategia global. Esto no sólo está vinculado al proceso de estabilidad política,
económica y social de los países, sino también a la potencial dinámica de crecimiento
y desarrollo económico y tecnológico regional. Los planes futuros de inversión de las
empresas transnacionales dados a conocer a la prensa entre enero del año 2001 y abril de
2002 se centran fundamentalmente en los sectores de infraestructura, al tiempo que en la
manufactura, que durante la década de 1990 mostró un 24% de participación, sólo se ha
anunciado el equivalente a un 4% del total de proyectos.
Por último, un fenómeno de especial relevancia en Asia y el Pacífico, pero que no deja
de incidir en nuestra región, es la fuerte atracción que ejercerá China
sobre la IED mundial. La IED hacia China bordeó los 40.000 millones de dólares en los
últimos cinco años y continuó creciendo en el 2001. Factores tales como el ingreso de
este país a la OMC, los salarios relativamente bajos, las mejoras anunciadas en la
infraestructura y el mercado interno de enormes proporciones y con perspectivas de fuerte
crecimiento de la capacidad adquisitiva, estarían desplazando los flujos destinados a los
países en desarrollo hacia China.
La pregunta que cabe entonces plantearse es qué elementos han surgido
con posterioridad a las reformas económicas que alienten la entrada de capitales y, al
mismo tiempo, potencien el desarrollo regional. Autoridades de varios países se han
enfrentado a este interrogante concluyendo que en una época de mayor competencia por
menores flujos de IED, es imprescindible que los países cuenten con mayores opciones de
política sobre este tipo de inversiones. En comparación con lo ocurrido en Asia, los
países de América Latina tienden a autolimitarse en el campo de las políticas de
desarrollo productivo. Ello ocurre en las negociaciones de acuerdos bilaterales o
multilaterales sobre inversiones y también en los capítulos sobre inversión de los
tratados de libre comercio, que se restringen a otorgar garantías y protección a los
inversionistas, en lugar de definir su relación con la estrategia nacional de desarrollo.
A ello se suma una cierta reticencia a utilizar todos los instrumentos a su disposición.
El escaso uso de la selectividad (targeting) en la región es un buen ejemplo de ello, si
se compara con países de Asia o Europa donde esta estrategia se aplica normalmente.
Para competir mejor por inversiones extranjeras directas, para hacer un
mejor uso de los recursos pertinentes y para que los objetivos de las estrategias
empresariales y las metas de la política nacional sean consistentes, es necesario activar
y explicitar la política de IED en todos sus aspectos. Así debería definirse
dimensión del desarrollo en las futuras negociaciones multilaterales sobre
IED. En otras regiones del mundo es cada vez más común la instrumentación de políticas
para establecer y fortalecer los vínculos entre las empresas transnacionales y las
locales. Algunos elementos destacados de los programas exitosos son un enérgico
compromiso político, la coherencia entre los fines y los medios, la delimitación de
responsabilidades y una colaboración eficaz entre el sector público y el privado.
En el ámbito microeconómico se constata la cada vez mayor importancia
de las empresas transnacionales en la economía regional. Hay varios indicadores de esta
evolución, pero hemos seleccionado la participación en la propiedad de las más grandes
firmas, en las ventas y en las exportaciones. Aunque los beneficios atribuidos a
la IED en materia de apertura a nuevos mercados, avances tecnológicos y
formación de capital son relativamente importantes, en la región se detectan elementos
que minan su potencial.
Nos referiremos en particular al carácter de enclave y la falta de
articulación de la mayoría de las empresas transnacionales con respecto al resto del
aparato productivo regional. Por otra parte, es evidente su débil repercusión en
la competitividad, medida como participación en el comercio mundial, con la
excepción de México. Se observa la declinante evolución de los países de América del
Sur en el comercio internacional, tanto en relación con la participación en el mercado
mundial del total exportado como de las manufacturas no basadas en recursos naturales y
especialmente las de alta tecnología, que son las más dinámicas en el comercio mundial.
En contraste, México y los países que conforman la Cuenca del Caribe, en los últimos
cinco años y especialmente después que México firmó el Tratado de Libre Comercio
(TLC), vienen ganando competitividad, pero ésta no se compara con la alcanzada por China.
Entre las razones que explican esta evolución se destaca la concentración de la IED en
plantas nuevas y en investigación y desarrollo, estrategia que las empresas
transnacionales no han considerado prioritaria para la región.
América
Latina y el Caribe: estrategias de las empresas transnacionales en
los años noventa |
Estrategia
Corporativa |
Búsqueda
de Eficiencia |
Búsqueda
de materias primas |
Búsqueda
de acceso a los mercados (nacional o subregional) |
Sector
primario |
----- |
Petróleo/gas:
Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador y Venezuela.
Minerales: Chile, Argentina y Perú. |
----- |
|
|
|
|
Manufacturas |
Automotriz: México. Electrónica:
México y Cuenca del Caribe.
Confecciones: Cuenca del Caribe y México. |
----- |
Automotriz: Argentina y Brasil.
Agroindustria, alimentos y bebidas: Argentina, Brasil y México.
Química: Brasil.
Cemento: Colombia, República Dominicana y Venezuela. |
|
|
|
|
Servicios |
----- |
----- |
Financieros:
Brasil, México, Chile, Argentina, Venezuela, Colombia y Perú.
Telecomunicaciones: Brasil, Argentina, Chile y Perú.
Energía eléctrica: Colombia, Chile, Brasil, Argentina y
Centroamérica.
Distribución de gas natural: Argentina, Brasil, Chile y Colombia.
Comercio minorista: Brasil, Argentina, México y Chile. |
|
(1)
Extractado de la publicación homónima de la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL), Naciones Unidas, Santiago de Chile,
mayo de 2002.
|