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Terminó
uno de los años más críticos de la historia económica latinoamericana. La caída de la
producción regional, estimada en 0,5%, se inserta además en una coyuntura económica
adversa que completa ya un lustro. Esta media década perdida, como la ha
denominado la CEPAL, implica que este año la producción por habitante
será inferior en dos por ciento al nivel de 1997. La mitad de los países de la región
ha tenido una contracción del PIB per cápita en los últimos cinco años y los procesos
de rápido crecimiento de economías individuales se han detenido. En términos sociales,
el desempleo abierto ha llegado a 9,1%, el nivel más alto de la historia latinoamericana,
y supera incluso los peores registros de la década perdida. Durante este
lustro, a la población pobre se han sumado 20 millones de latinoamericanos.
Como ha acontecido en el pasado, los factores externos golpearon con fuerza a América
Latina, pero su efecto se ha multiplicado por las debilidades propias de las economías de
la región. El impacto más fuerte ha sido el percibido a través de la cuenta de
capitales. En 2002 se completan cinco años en los cuales los pagos de intereses han
superado el endeudamiento externo neto. Esto se conjuga ahora con una fuerte caída de la
inversión extranjera directa, que había sido la principal fuente neta de capitales en
los últimos años.
El resultado de ello es una sustracción neta de recursos desde América Latina hacia el
resto del mundo de 39 mil millones de dólares, equivalentes al 2,4% del PIB regional. La
sequía del mercado de capitales ha sido notoria este año, así como la magnitud de la
especulación contra algunas de las economías de la región. A estos factores se agregan
la debilidad de la reactivación económica de los Estados Unidos y la caída persistente
de los términos de intercambio de las economías no petroleras.
Las debilidades propias se relacionan con los escasos márgenes de maniobra que acumularon
las economías latinoamericanas durante el período de abundancia para poder hacer frente
a las crisis. En consecuencia, en casi todos los países las autoridades económicas se
vieron obligadas a adoptar medidas en el frente monetario y fiscal que acentuaron los
choques externos, en vez de atenuarlos. Una de estas debilidades es la persistente
tendencia a sobrevaluar nuestras monedas durante los períodos de abundancia de capitales,
que deja indefensas a las economías durante los períodos posteriores de sequía. El
colapso de la convertibilidad argentina deja, además, una lección importante: los
pilotos automáticos no funcionan en economía. La credibilidad en
las autoridades económicas no se construye atándolas a reglas rígidas, sino a través
de un buen manejo de la discrecionalidad con que ellas cuentan.
Hay que agregar, sin embargo, noticias positivas. La principal es que este año el
crecimiento cerró en alza, a diferencia de 2001, que terminó en medio de una
agudización de la recesión en varias economías de la región. La gradual
generalización de la flotación cambiaria entre las economías medianas y grandes de la
región representa también un avance, ya que permite un ajuste oportuno del tipo de
cambio durante las crisis y, bien administrada, una mayor autonomía en el manejo de la
política monetaria. Los ajustes cambiarios del año que concluye también demuestran que
es posible que estos ajustes no desestabilicen la inflación. Frente al escenario de
restricción de recursos externos en el que América Latina está inmersa, una tasa de
cambio competitiva es parte esencial de un buen programa macroeconómico.
Quizás la mejor noticia es que el debate económico se ha abierto Los dogmatismos de hace
una década han venido cediendo. En ramas de conocimiento tan imprecisas como la
economía, la pluralidad en el debate es esencial para evaluar las fortalezas y
debilidades de distintas alternativas. La idea, impulsada hace una década por el Consenso
de Washington, de que ya sabemos lo que hay que hacer resultó un espejismo.
El pluralismo en el debate económico y su reflejo en el debate político son, por lo
tanto, grandes oportunidades que se abren ante nosotros.
(1)
Artículo de José Antonio Ocampo, secretario ejecutivo de la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL-ONU), Santiago de
Chile, enero de 2003. |
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La
economía de América Latina y el Caribe sufrió una contracción en el 2002, que se
refleja en un descenso de 0,5% del PIB. Este desempeño prolonga el estancamiento
económico que vive la región, cuyo PIB por habitante se situó por debajo del nivel
registrado en el año 1997.
La disminución del PIB por habitante por segundo año consecutivo se debe en parte al
marcado descenso de la actividad económica en la Argentina, Uruguay y Venezuela, aunque
prácticamente todos los países mostraron un escaso crecimiento, en la gran mayoría de
ellos inferior al 2%.
Obstáculos al crecimiento
En esta situación incidieron factores internos de cada país y externos. El desempeño
obedeció fundamentalmente a los movimientos de la cuenta de capitales, al precio de los
productos de exportación y al volumen del comercio.
Estos factores se combinaron con la situación nacional, que en varios casos fue
determinante del nivel de actividad económica. En muchos países, los factores internos
obstaculizaron el crecimiento: las políticas monetarias restrictivas, el estancamiento
del crédito interno, los problemas fiscales, el elevado endeudamiento público y privado,
las presiones especulativas que incidieron en las tasas de interés, el alto desempleo y
subempleo y también, en varios casos, los cuadros de conflictividad social y política.
En otros países, también influyeron condiciones climáticas adversas. Y, por último,
encontramos casos en los que se observan factores internos positivos vinculados a la
explotación de recursos naturales, a una cierta recuperación de la demanda interna y a
la superación de problemas específicos, como el racionamiento eléctrico en Brasil.
La influencia de Estados Unidos
Sobre esta base, es posible distinguir entre varios grupos de países: el primero
está constituido por los que se vieron muy influenciados por la situación de los Estados
Unidos, cuya demanda de importaciones no mostró mayor dinamismo; en esta categoría se
encuentran México y los países centroamericanos y caribeños.
El segundo grupo incluye a los que se vieron afectados por la evolución
de los precios de sus productos de exportación, como Chile y Perú. Los del tercer
grupo se caracterizan por un elevado endeudamiento interno y externo, que los ha
hecho muy vulnerables a la imposición de condiciones de acceso más estrictas al
financiamiento internacional y a los ataques especulativos; en esta categoría se
encuentran los cuatro países miembros del Mercosur.
Por último, están los países en los cuales los factores internos tuvieron gran
relevancia: Ecuador, Venezuela y, hasta cierto punto, Colombia.
Vulnerabilidad ante las turbulencias financieras
Los países miembros del Mercosur, los más afectados por los movimientos
de capitales, se caracterizan por altos niveles de endeudamiento interno y externo.
Además, la moneda de dos de ellos estaba muy sobrevaluada a comienzos de 2002. No
extraña, por consiguiente, que los miembros de este bloque hayan mostrado una gran
vulnerabilidad al deterioro de las condiciones de acceso al financiamiento externo, a la
especulación financiera y a la fuga de capitales. Todo esto se tradujo en marcadas
devaluaciones, corridas bancarias y una desarticulación de los mecanismos de crédito en
la Argentina, Uruguay y hasta cierto punto también Paraguay.
En la Argentina, la abrupta caída del producto iniciada a mediados de 2001 se prolongó
durante el primer trimestre de 2002. A partir del segundo trimestre, se detuvo la
contracción del nivel de actividad, gracias a la alta rentabilidad de los sectores
exportadores, a la sustitución de importaciones y a la adopción de subsidios de
desempleo. Pese a ello, se prevé que la baja del PIB argentino será de alrededor del 11%
en 2002.
La inversión bruta fija volvió a contraerse, por lo que la tasa de inversión regional
fue de apenas 18 puntos del PIB a precios de 1995 y sigue siendo inferior a la de fines de
los años ochenta y principios de los noventa. La reducción de la inversión en 2002 no
estuvo asociada a una caída del ahorro nacional, sino que obedece a la caída del ahorro
externo.
La crisis argentina afectó notablemente a Uruguay, cuyo producto se contrajo 10,5% y a
Paraguay (-3%), países a los que se propagó por diversos medios.
Brasil se mostró vulnerable a las turbulencias financieras debido a su elevado nivel de
endeudamiento público (en gran medida, fruto de la reestructuración bancaria apoyada por
el Estado en años anteriores), que por añadidura está parcialmente indizado en dólares
y es a corto plazo. El ataque contra su moneda en los mercados cambiarios se intensificó
al aproximarse las elecciones presidenciales y con el avance en las encuestas de un
candidato opositor. La inversión aún no se recupera y el crecimiento del producto fue de
sólo un 1,5% en 2002.
También puede incluirse en este grupo a Bolivia, que fue el país andino más afectado
por la crisis en el área del Mercosur.
El desempleo se dispara
El desempeño laboral fue débil, en el contexto de la contracción económica regional.
Destacan la fuerte caída de la tasa de ocupación, el marcado aumento del desempleo, la
expansión de la informalidad y la debilidad de la generación de empleos en la pequeña y
mediana empresa. Los salarios reales cayeron 1,5% en promedio, lo que obedeció a las
variaciones de la inflación.
La tasa de ocupación se situó en 52,2% y el desempleo se disparó de 8,4% en 2001 a
9,1%, el nivel más alto a nivel regional desde que se cuenta con mediciones comparables.
En la Argentina, Uruguay y Venezuela la demanda laboral bajó marcadamente a pesar de que
los salarios reales sufrieron importantes caídas. Los sectores más afectados fueron los
dependientes de la demanda interna.
Se agrava el problema de la deuda pública
El deterioro de las condiciones económicas afectó a su vez la sostenibilidad de la deuda
pública. Si bien el creciente déficit fiscal que viene registrándose desde el comienzo
de la crisis asiática y el deficiente crecimiento económico elevaron la deuda pública
calculada como proporción del producto, el comportamiento de los inversionistas también
actuó como un mecanismo de generación y propagación de pánico y contagio, dando origen
a una profecía autocumplida.
Además, el problema de la deuda pública se vio dificultado por lo ocurrido en las áreas
monetaria y cambiaria. La política monetaria volvió a ser austera en respuesta a la
inestabilidad cambiaria y al aumento de la inflación en varios países. Esto se reflejó
en un alza de las tasas de interés que dificultó el pago de la deuda interna y fue un
factor agravante de los indicadores de sostenibilidad de la deuda pública.
Este conjunto de factores terminó por provocar un incremento de los indicadores de
riesgo-país, que dificultó aún más la situación fiscal. Sin embargo, las señales
positivas observadas en el último trimestre en los mercados de la mayoría de los países
de la región, encabezados por Brasil, sumadas a una proyección de crecimiento moderado
en 2003, auguran un panorama menos complicado en el plano fiscal.
Proyecciones para 2003
En el año 2003 se prevé que América Latina y el Caribe crecerán 2,1%. Esta tasa
posibilitaría un crecimiento por habitante levemente positivo.
La trayectoria de crecimiento demuestra que la mayoría de los países iniciaron una
recuperación en el segundo trimestre de 2002. Por otra parte, se proyecta una leve
mejoría de la economía mundial en 2003. Estados Unidos mostraría una tasa de
crecimiento similar a la de 2002, de alrededor de 2%, mientras que la de Europa y Japón
superaría la de 2002 (menos de 1% y -0,5%, respectivamente). Gracias a la vigorosa
expansión de China e India, el crecimiento del conjunto de los países en desarrollo se
incrementará.
En el Cono Sur se producirá un importante cambio en la coyuntura. La pronunciada
contracción sufrida por la Argentina y Uruguay no se repetiría en 2003 y Chile
presentaría un crecimiento superior al de 2002, principalmente debido a la mejor
situación externa derivada de la suscripción de tratados de libre comercio con la Unión
Europea y Estados Unidos. La Argentina crecería un 2%, y en Uruguay el efecto de arrastre
negativo de 2002 dificultará una expansión, aunque es posible que las exportaciones se
incrementen.
La Comunidad Andina proyecta un crecimiento de 1,6%, lo que constituye una mejora en
comparación con su estancamiento en 2002.
En Brasil el incremento sería de 1,8%, siempre que se mantengan las condiciones
macroeconómicas internas y externas actuales: una situación cambiaria favorable y
elevadas tasas de interés. En México, el crecimiento proyectado es de 3%. Para los
países centroamericanos y República Dominicana éste se estima en 2,6%, muy similar al
de 2002.
(1)
Extracto del informe de la CEPAL, Santiago de Chile, diciembre de 2002. |