En los últimos 25
años, el Tercer Sector ha experimentado un crecimiento notable, no sólo en nuestro
país, sino a lo ancho del planeta. De distintas formas se hizo cargo de situaciones
que el Estado, por inoperancia, ignorancia, falta de presupuesto o en forma
planeada, dejó de lado. Entonces, la sociedad debió asumir el rol de encargado o
responsable de atender temas que usualmente le son privativos a aquel. El nacimiento
Estas razones no constituyen el único motivo de tal crecimiento. La falta de
credibilidad, por momentos, en las instituciones gubernamentales, motivada por las
sucesivas crisis por las que ha transitado el país, sumada a una mayor toma de
conciencia ética por parte de la gente que condujo al desarrollo de acciones solidarias,
consolidó el crecimiento señalado.
Paralelamente, la aparición de nuevas áreas de atención, como el medio ambiente,
el arrollador avance tecnológico y la necesidad asociada de transferencia de
información, junto a la mayor participación ciudadana en los problemas cotidianos,
reclamando la participación de la comunidad en la solución de los conflictos asociados,
etc., motivó que distintas formas asociativas tomaran a su cargo el cumplimiento de la
misión para la que fueron creadas; y esto derivó en el nacimiento de un número
importante de organizaciones.
Si hasta aquí las razones expuestas justifican sobradamente el crecimiento apuntado, se
agregó el llamado Segundo Sector, o sea el sector empresario, que descubrió la
importancia de asociarse a las organizaciones de la sociedad civil como medio de
incrementar sus beneficios a la par de cumplir con la responsabilidad moral y ética de
coadyuvar a satisfacer las necesidades cada día más crecientes de la sociedad.
Mientras esto ocurría, se produjeron algunos cambios importantes en la forma de hacer
filantropía. Desaparecieron los grandes mecenas, y ese crecimiento en la cantidad de
instituciones sociales hizo que los donantes repartieran sus donaciones entre todas las
entidades existentes. Este hecho permitió reformular la manera de recaudar fondos de modo
de permitir a estas instituciones hacerse sustentables en el tiempo, y ello promovió, en
consecuencia, que hoy nos encontremos hablando de marketing filantrópico,
alianzas estratégicas, responsabilidad social empresaria, etc.
Consecuentes con la necesidad de ser más transparentes, toda vez que se hace necesario
demostrar fehacientemente qué se recaudó y en qué se aplicó, todas estas
modificaciones generaron un significativo cambio en la forma de gerenciar este tipo
de entidades.
A qué se enfrenta hoy el sector
La realidad actual nos conduce a reflexionar entonces sobre la imperiosa necesidad que
tienen estas organizaciones de reformular la administración de sus actos,
profesionalizando al máximo posible su accionar de modo de mejorar la capacidad de
gestión, permitiendo de esta forma su subsistencia y permanencia así como el correcto
cumplimiento de sus fines sociales. Profesionalización no sólo de quienes se encuentran
abocados a la conducción de estas organizaciones, sino también de aquellos que colaboran
en ella desde diferentes posiciones. Esto permitirá el correcto cumplimiento de sus
objetivos específicos. Desgraciadamente, y en el caso puntual de los profesionales en
Ciencias Económicas, la capacitación recibida en el desarrollo de las carreras de grado
no incluye conceptos y temáticas específicas vinculadas al accionar de estos
entes.
Paralelamente, y en grado no menor, este nuevo escenario generado por el crecimiento
exponencial de las organizaciones sociales también produjo un aumento de la intervención
de los organismos de control en el que hacer diario de estos entes, lo que motivó la
aparición de un número significativo de normas técnicas y legales que rigen el
funcionamiento de estas organizaciones.
A fin de controlar su accionar, surgieron regulaciones dirigidas a conocer fehacientemente
el tamaño y la composición de este llamado Tercer Sector. Mediante empadronamientos
varios, el aporte de cuantiosa documentación, la recepción de inspecciones
fiscalizadoras y el cumplimiento de obligaciones formales de todo tipo (de retener, de
informar, referidas al domicilio, relacionadas con la emisión de comprobantes,
relacionadas con la registración de sus movimientos, etc.), sumados a algunas
modificaciones de importancia ocurridas en la legislación vigente en los últimos años,
este sector se vio superado por normas que obligaron a adecuar su funcionamiento,
incorporando exigencias formales de diverso grado y equiparando en un mismo estrato, a
efectos de su cumplimiento, a todas las organizaciones por igual sin importar si son
grandes o pequeñas.
De igual modo, surgieron disposiciones que limitaron el accionar de estos entes
impidiéndoles realizar determinadas actividades que permitirían la generación de
recursos alternativos y legítimos, con el agravante, señalado en párrafos anteriores,
del cada vez menor número de donantes dispuestos a aportar a estas instituciones.
En constante avance
En resumen, el significativo crecimiento de este sector ocurrido en nuestro país derivó
en la apertura de un espacio importante para las realizaciones éticas individuales y
permitió crear el ámbito donde se generaron e implementaron iniciativas sociales
fundamentales para mejorar la calidad de vida de las personas. Pero ese crecimiento no fue
acompañado por un escenario fiscal adecuado, ya que la permanente sensación de sospecha
que los distintos organismos de control manifiestan respecto a las organizaciones de la
sociedad civil, seguida de un fin recaudatorio que las sucesivas políticas fiscales han
exteriorizado, determinó que muchas de las normas vigentes resulten obsoletas o faltas de
actualidad (por ejemplo: la acotada descripción de los objetos exentos del artículo 81,
inciso c) de la Ley del Impuesto a las Ganancias), o bien hayan limitado el necesario
desarrollo de la captación de recursos indispensable para la subsistencia de estas
organizaciones.
El aumento de las normas que regulan el funcionamiento de las organizaciones sociales, la
complejidad de algunas de ellas relacionadas con la inscripción y solicitud del
reconocimiento exentivo, las limitaciones referidas a la realización de ciertas
actividades y el escaso incentivo vigente para los donantes, aun cumpliendo las
instituciones acabadamente con todas las disposiciones legales en vigencia, nos llevan a
sugerir una urgente revisión yadecuación del marco fiscal y legal vigente, dentro
del cual se desarrollan las importantes actividades de este sector, que, en la gran
mayoría de los casos, cumple con finalidades altruistas relevantes y necesarias para toda
la sociedad.
Respetando el necesario control que sobre estas organizaciones tiene el Estado, sería
ideal que este debate contara indefectiblemente con la presencia de todos los actores que
hacen a la existencia y el funcionamiento de estas entidades: las organizaciones sociales,
los funcionarios públicos de los diferentes organismos de control, los legisladores y los
profesionales especializados en esta temática, los que somos convocados a diario para
asesorar a estas organizaciones. |